A 137 kilómetros de ti

2015: dos

Intento terminar de desayunar lo más rápido posible y lograr hacerlo antes que mi hermano, el último en lograrlo, lavará los platos. Meto el último bocado de comida a mi boca y una enorme sonrisa sin mostrar los dientes aparece en mi rostro, sintiéndome victoriosa, pero cuando trago la comida veo como la cara de Owen se ilumina de alegría, lo que hace que me alerte al verlo tan feliz, no debe encontrarse así, él es el perdedor, debería estar tirado en el suelo llorando y pidiendo algún cambio.

Le da un trago a su chocolate y no paro de mirarlo exigiendo que diga la razón del porque no está deprimido, cosa que no hace, solo se levanta de la mesa con los platos que uso para ponerlos en el lavabo y se va a tomar asiento en la sala, listo para ver alguna película o continuar su serie. Estoy demasiado confundida y de un momento a otro recuerdo la semana pasada donde ambos acordamos que el sábado el primero en terminar de comer sería el que los lavaría, esto con el fin de olvidarlo y hacer la rutina de siempre. Dejo caer mi cabeza en la mesa sintiéndome una tonta por ese descuido, lo más seguro es que Owen lo apuntó en algún lado ya que es imposible que lo recordara por sí solo. Tomo mis platos y camino hasta la cocina refunfuñando por ver perdido.

—Apúrate porque mis tíos antes de irse dijeron que Alec nos invitó a ir al parque acuático con sus amigos y llegará en 30 minutos por nosotros —habla mi hermana tomando una manzana del refrigerador y burlándose.

El vaso que estaba lavando se cae de mis manos y volteo a ver a Owen sin poder creer lo que dijo, afirma con lentitud, disfrutando el momento. Quiero tomarlo del cuello y ahorcarlo con todas mis fuerzas, en media hora no voy a poder arreglar todo e irnos, odio que no me haya dicho desde que me levanté que íbamos a salir con Alec y estoy segura que no lo hizo porque el día de la fiesta no pudo dejarme en ridículo con él y ahora cuando me vea toda mal y entrando en crisis por no tener nada ordenado si quedaré en una total vergüenza, otra razón de miles para asesinarlo y enterrarlo en el patio trasero de la casa.

Termino de lavar y subo corriendo a mi habitación, primero tengo que ver que ponerme y después pasaré a hacer la mochila con lo necesario. Debo escoger el atuendo ideal para las albercas y mi bikini favorito para impresionar. Cuando ya me encuentro lista empiezo a guardar las cosas necesarias en la mochila, coloco el bloqueador solar hasta abajo, intentado que quede escondido, ya que estoy segura que Owen no empacó ninguno y para nada pienso compartirle del mío. Que se queme todo y llore por el dolor.

Escucho el sonido de Owen gritando y eso indica que ha llegado, me tiro en la cama satisfecha de ver logrado mi cometido con tan poco tiempo y ya ansío ver la cara de mi gemelo al ver que no logró lo que se propuso.

Minutos después se comienza a oír como alguien está subiendo las escaleras y viene directo a mi recámara lo que me lleva a asumir que es la persona que odio en estos instantes.

—Eres un idiota, nunca vas a poder dejarme en ridículo, soy perfecta —hablo burlándome mientras me siento bien en la cama. Quedo asustada al ver que es Alec en la puerta mirándome sorprendido por lo que dije.

—Y concuerdo con que lo eres —dice sonriendo y trago saliva nerviosa— ¿Ya estás listas? Los demás nos esperan en el auto.

Afirmo y cuelgo la mochila en mis hombros, me detengo a su lado antes de salir de mi pieza y lo pienso unos segundos.

Si lo beso en estos momentos, nadie se daría cuenta y tampoco nos interrumpirían porque ya no están en la casa, así que lo miro a los ojos, después sus labios y vuelvo a subir mi vista para ver como él está mirando mi boca, quiero hacerlo, nada me lo impide y estoy segura que correspondería, estas ansías por fin se quitarían, pero algo en mí se niega a hacerlo y camino fuera de ahí para bajar las escalera y unirme a los demás, a los segundos se coloca a mi lado y ambos actuamos como si ese momento en que consideramos de manera seria besarnos no hubiera sucedido.

Al cerrar la casa veo como todos ya están en la camioneta platicando alegres, voy del lado del copiloto y abro la puerta de atrás, pero no encuentro espacio para mí, todos están sentados y apenas caben, son dos hombres y dos mujeres que me miran confundidos de que haya abierto esa puerta, no entiendo el porque me observan de esa manera, dudo mucho que me vayan a mandar a la cajuela, al pensar en eso le echo un vistazo y se encuentra llena de nuestras mochilas y cosas para preparar comida cuando nos encontramos allá, así que siento un alivio y a la vez miedo porque no tengo idea de dónde colocarme, no pienso permitir que nadie me cargue si no es Owen, pero sigo molesta con él.

—Alec dijo que tú ibas a sentarte enfrente y nos amenazó de que nadie podía estar ahí— Felipe señala con la cabeza el lugar vacío del copiloto.

Miro al chico que acaba de sentarse delante del volante, sus mejillas comienzan a ponerse coloradas por lo que dijo su amigo, sonrió y muero de ternura de verlo así, quiero tomar sus dos cachetes y apretarlos con mis manos.

Me encuentro sorprendida al saber lo que Alec les dijo y estoy segura que yo no tenía que verme enterado al ver su reacción, pero siento un pequeño cosquilleo en mi estómago y una voz diciéndome que deje de hacerme del rogar y si se da la oportunidad, lo besé. Solo voy a estar una semana aquí y ni si quiera sé si lo seguiré viendo, las oportunidades solo se presentan una vez, no pienso desaprovecharlas.

Cierro la puerta y tomo asiento en mi lugar con una sonrisa de oreja a oreja.

—Tu secreto está a salvo conmigo —susurro en su oído para que nadie más escuche y suelta una encantadora risa por lo que dije.

Enciende el auto e inicia el camino a nuestro destino. Sin importar en que carro me encuentre y con quien esté, si a mí me ponen de copiloto significa que me dan total control para poner la música, lo digan de manera verbal o no. Alec ve mi frustración al no encontrar nada en la radio, lo que lleva a que me señale la guantera para que la abra, al hacerlo siento como si los ángeles cantaran, hay un auxiliar esperando a ser utilizado, de inmediato lo tomo y lo conecto a mi móvil. Mi hermano al ver lo que acaba de pasar casi pega un grito y yo suelto una carcajada, cosa que todos los que están ahí con nosotros no entienden.




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