A 137 kilómetros de ti

2016: ocho

Estoy como loca moviéndome de un lugar a otro sin parar, en mi mano sostengo una cuchara de modo que parezca micrófono y canto a todo pulmón la canción que reproduce la bocina que coloqué en la cocina para escuchar mejor, lo hago con tanta pasión que ignoro por completo que soy pésima cantando y lo más seguro es que Owen esté queriendo asesinarme para que guarde silencio porque estoy dañando sus oídos.

Quiero que todo quede de manera perfecta. Necesito que se pueda ver que le puse empeño y cariño, ansío que eso se grite por todos lados.

Agradezco tanto que mis tíos hayan decidido salir para dejarnos la casa sola a Alec y a mí, aunque por desgracia viene incluido mi hermano, no existía manera de que me quedara a solas con Alec, a ambos nos tienen demasiada confianza, pero no a nuestras hormonas, al menos eso fue lo que me dijeron y aunque no me guste admitirlo, tienen razón, en una situación así me desconozco y no sé con certeza hasta donde podría estar mi límite o si tendría alguno, por lo cual si algo más quiere surgir, los dos sabremos que mi mellizo se encuentra en el segundo piso y en cualquier momento podría bajar, y no para cuidarnos, porque Owen es el chico menos sobre protector y celoso que conozco, pero puede que lo haga para agarrar comida que preparé o solo para fastidiarnos, su deporte favorito, luego de gimnasia.

Corto la lechuga de la mejor manera y al hacerlo sonrío alegre al darme cuenta que he terminado con todo, así que miro la cocina y la sonrisa se convierte en una mueca al ver todo el desorden que hay, miro la hora en el móvil y casi está por llegar, lo que ocasiona que me dé un ataque de pánico porque no encuentro tiempo para limpiar, mi cerebro comienza a trabajar rápido para encontrar una solución donde no involucre al chico viéndome ordenando las cosas, por suerte de inmediato encuentro la solución.

Me quito el delantal de cocina con cuidado de no ensuciarme o arruinar el sencillo peinado que me hice y salgo corriendo hacía la recámara donde se encuentra mi mellizo, entro empujando la puerta con fuerza logrando que se asuste, da un corto grito y eso ocasiona que me suelte riendo, olvidando por un segundo el objetivo de mi presencia, al recobrar la compostura comienzo a hablar.

—Te doy cien si limpias el desorden de la cocina.

—Ciento veinte y acepto.

—Cien y es mucho —no pienso subir la cantidad de dinero ni por veinte pesos, le estoy ofreciendo más de lo que es, que acepte de una vez, al fin y al cabo, terminará haciéndolo, solo que le encanta hacerse desear.

Se levanta de la cama para colocarse delante de mí, estirando su mano para que la tome y cerremos el trato, ruedo los ojos por esa tontería que termino haciendo y bajamos al primer piso, él para limpiar y yo para terminar de acomodar los últimos detalles.

Saco la bocina de donde la tenía y la acomodo en el comedor de una manera estética, por suerte tiene un tamaño mediano y no se ve mal, voy por los platos y cubiertos para ponerlos en la mesa y agarro el celular, dudando si poner una canción, algo en mí dice que debo hacerlo para que el ambiente sea más romántico, pero por desgracia mi otro lado se niega por completo, estoy en una pelea conmigo misma para saber que opción escoger y es muy complicado cuando ambas opciones son contrarias por completo.

Me recargo en la pared viendo lo que he hecho y me pongo a pensar que hacer con la música, la primer opción lleva a cosas muy buenas, hará que todo sea más bonito, no solo de manera visual, si no también auditiva, pondré mis canciones favoritas y Alec podrá conocerme más en ese aspecto, cuando ninguno de los dos diga algo, el silencio no nos abrazará, más bien será el hermoso sonido y hasta podríamos ponernos a cantar, pero por el otro lado, siento que si la prendo será algo en exceso, podría mostrar más de lo que quiero y eso es algo que no me agradaría, porque al colocar canciones deben ser de amor para que quede con la situación y mi lado romántica no me gusta mucho, prefiero que no salga. Con esa última idea, opto por el silencio en la casa.

Alguien toca el timbre y antes de ir a abrir, me doy un último vistazo en el espejo para ver que todo esté en su lugar, cuando veo que es de esa manera, me dirijo a abrir. Coloco la mano en la manija y le doy vuelta, dos segundos después tengo en frente al chico más perfecto que mis ojos han visto, no puedo parar de mirar su rostro que cuando bajo la vista puedo ver que tiene un gran ramo de miosotis o mejor conocidas por el nombre de no me olvides. No es que ame las plantas y por eso la reconozca, pero un día en la escuela tuve que hacer un herbario y esa fue una de las que se encontró ahí, al igual que una de las que me cautivó.

Me entrega el ramo y al hacerlo le doy un beso en los labios, que al separarnos nos sonreímos y por fin entramos, el delicioso olor de la comida inunda nuestras fosas nasales y siento como mi estómago pide que lo alimente de una vez por todas. Caminamos hasta llegar al comedor y antes de tomar asiento, me detengo al igual que él lo hace sin saber la razón.

—Ayer hiciste algo grandioso por mí y sé que no hay manera de superarlo o que sea algo del mismo nivel, pero decidí hoy preparar el almuerzo, amo cocinar y varios me han dicho que soy bastante buena... —guardo silencio para que nuestras miradas choquen y lo tomo con la mano que tengo libre—No encuentro manera de poder agradecerte por lo que has hecho por mí, la mejor manera que conozco de demostrar mi amor es cocinando...

—¿Así que amor? —habla cuando yo me quedo en silencio de golpe al reaccionar con lo que acabo de decir.

Alec tiene una sonrisa divertida en su rostro y mis mejillas se están poniendo rojas debido a la pena que tengo.

—Voy por las cosas.

Lo suelto con rapidez para llegar a la cocina donde se encuentra mi hermano cruzado de las manos y dándome su típica mirada que me ha dado desde que inició todo con Alec. Actúo como si no se encontrara presente y preparo las enchiladas para que se vean lo más ricas posibles. Al estar satisfecha con el resultado y ver preparado tres platos, tomo dos de ellos y me retiro para volver a donde me esperan, no es necesario si quiera decirle a Owen que lo que dejé ahí es para él, porque lo sabe con solo leer mi mente, eso es lo que siempre dice.




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