A 137 kilómetros de ti

2017: trece

 La noche nos rodea, la luna llena se puede ver con claridad y forzando un poco la vista también las estrellas, las farolas se encuentran en el lugar indicado encendidas para dar claridad a la plaza, la cual se encuentra algo llena con personas animadas cantando felices acompañados por los mariachis que tocan las canciones regionales, lo que logra hacer que la gente baile en pareja y nos encontremos rodeados de un ambiente bastante acogedor y asombroso para pasar el rato.

En alejados puntos están ubicados los mariachis, cada quién cantando distintas canciones, por lo cual podemos escoger a donde dirigirnos o estar cambiando de manera continua, que es algo que Alec y yo no paramos de hacer. Nos detenemos frente a unos, rodeados de varias personas, cantamos con toda la pasión que tenemos, olvidando que no somos para nada buenos en eso, pero no somos a los únicos que nos sucede, es normal y lo que hace que la pena desaparezca y nos unamos en grupo con los demás, intentando hacerlo lo más coordinados posibles.

Había escuchado varias veces de la plaza Garibaldi, todos mencionaban que era espectacular para pasar un buen momento y que sin duda te sentías abrazado por México al verlo tan marcado ahí, así que tan casada de solo oír las grandes anécdotas, decidí que era mejor vivirlo en carne propia y averiguar si era cierto todo lo que se rumoraba. Ahora encontrarme sin un botón de alto, brincando, bailando y cantando la vieja música que mis papás aman y cada vez que la oyen regresan a sus tiempos, hace que me dé cuenta que es muchísimo mejor a como decían o tal vez porque estoy poniendo todo de mí para pasarlo bien y luego Alec me acompaña y se inventa cada tontería que logra hacer que no pare de reír a su lado.

Él estira su mano invitándome a bailar, la tomo de inmediato y comenzamos a hacerlo, lo que me lleva a recordar que debo agradecerle a mi hermano por enseñarme a hacerlo, yo no nací para eso, en cambio Owen sí que lo hizo, no hay género que no sepa, por lo que tuve que obligarlo a que me enseñara, no soy tan buena, pero por lo menos no doy pena y le pongo toda la pasión que tengo para hacer lo mejor, pero al fin y al cabo, lo importante es que me divierto bastante, más ahora que estoy bailando con Alec.

Él con una mano en mi cintura y la otra tomando mi mano derecha, mientras que la que yo tengo libre está colocada en su hombro, no tenemos ningún problema en coordinarnos porque él me guía, tiene el control sobre mí, lo que hace que deje de concentrarme en mis pasos para no equivocarme y deje llevarme por sus movimientos, mientras nuestras miradas están unas sobre las otras, transmitiendo tantas cosas imposibles de traducir.

Ese es el problema de las miradas, en ocasiones puedo averiguar todo lo que pasa por su cabeza con solo verlo a los ojos por unos segundos, en cambio hay veces en que no pueda lograrlo sin importar cuanto lo intente, es como si no existiera palabra para lo que está diciendo, ni un sentimiento definido, solo es eso, algo extraño y magnífico. No sé si Alec ve lo mismo conmigo en esos momentos, pero siento algo tan indescriptible que imagino y espero que así sea porque es cuando es tan fuerte que no puedo bloquearlo.

Terminamos de bailar y recibimos algunos aplausos, lo que me lleva a avergonzarme un poco, de inmediato el chico se da cuenta y me abraza apegándome a su pecho, como si fuera una capa protectora para que nada me suceda, no muevo ni un músculo para quedarme en esa posición el mayor tiempo posible, sintiéndome protegida por él. Al soltarme, volteamos hacía el mismo lugar y nos miramos de nuevo sonriendo por pensar lo mismo, caminamos hasta allí, pero antes de entrar una persona nos detiene pidiéndonos nuestras credenciales, la muestra primero Alec, la vuelve a guardar y yo sigo buscando la mía en mi desordenada cartera, lo que hace que empiece a asustarme por no traerla, hasta que la encuentro, se la enseño y los dos entramos, por fin vuelvo a respirar tranquila y nos dirigimos a tomar asiento a una mesa libre que vemos, por suerte lo está, porque todo el lugar se encuentra demasiado lleno.

—No vas a tomar mucho —advierte Alec y hace que baje la carta dejándola en la mesa y mirándolo incrédula por lo que acabo de oír.

—¿Qué acabas de decir?

Lo peor que pueden hacer conmigo es darme órdenes, no importa la magnitud de estás, siempre van a enfurecerme y hacer que haga todo lo contrario, a los únicos que les hago caso al pie de la letra es a mis papás y a mis tíos, de vez en cuando.

—Que no quiero que salgamos de aquí sin poder caminar.

Sonrío burlándome porque cambió lo que dijo para que no sonara demandante, lo que me parece inteligente y bastante indicado, tanto así, que logra convencerme y le doy la razón. No sería nada bueno salir borrachos, ya que Alec tiene que manejar y si llegamos así con mis tíos o sus papás, no volveríamos a ver la luz del día, no importa que ellos saben muy bien que ambos tomamos, debemos tener cordura, por lo mismo la noche anterior en la fiesta de disfraces, llegamos casi sobrios a nuestras casas, contra mi voluntad, pero lo hicimos.

Tenemos el primer caballito de tequila frente a nosotros, lo agarramos y los juntamos brindando, para después darle un largo trago, acabándonoslo por completo.

Al inicio los dos dudamos de hasta donde es nuestro límite, pero ya estando tan ambientados que ignoramos ese detalle, pensando que si nos sobrepasamos podemos ir a quedarnos a la casa de Mónica y Susan, la cual está bastante cerca que podemos llegar caminando, no sin antes avisarles a los adultos para que no se preocupen.

Esa es una de las más grandes razones de porque amo a mis tíos, tienen plena confianza en mí, que, por supuesto me he ganado, ya que les cuento la gran mayoría de las cosas y nunca les miento, me conocen bastante bien y saben que haré lo correcto, nunca les he fallado igual que a mis papás, lo que conlleva que me den libertades sin temor a que haga algo que pueda afectarme o arrepentirme después.




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