A 137 kilómetros de ti

2017: catorce

Estiro el brazo para tomar el móvil, aún sin ver despertado por completo, me encuentro tan cansada y con un gran dolor de cabeza que quiero seguir acostada todo el día, no pienso salir a ningún lado, me la pasaré dormida ignorando la realidad por completo.

Toda la casa se encuentra en un en gran silencio, lo que me sorprende bastante y no lo puedo creer, siempre hay ruido por todos lados, ya sea causados por mis tíos o mi hermano, pero ahora no se escucha nada, lo que me preocupa y me hace pensar que tal vez salieron a algún lado los tres y no me avisaron para no despertarme, al tener el celular en mi mano, entre abro los ojos para revisar si no tengo un mensaje de ellos, pero este se encuentra sin nada de batería y al levantarme para ir en busca del cargador me quedo estática sin comprender lo que ocurre, estoy en una pequeña habitación que para nada es la mía, se encuentra demasiado oscuro debido a que las cortinas de la ventana están cerradas, así que me levanto de la cama para abrirlas, pero al hacerlo la intensa luz del sol da directo a mi rostro y con rapidez vuelvo a poner todo en oscuridad, aturdida por lo que acaba de suceder, miro hacía todos lados haciendo lo posible para identificar donde me encuentro, pero no es posible, mi cabeza sigue palpitando y dando tantas vueltas que no logro recordar con claridad y cuando quiero esforzarme para lograrlo, el dolor aumenta el doble.

Con miedo decido que debo ir a averiguar lo que ocurre, busco con la mirada mis zapatos y los veo de manera perfecta acomodados en la esquina de la cama, los tomo para colocármelos y al estar lista, camino en silencio hasta llegar a la puerta, coloco mi mano en la manija, le doy vuelta y salgo, lo primero que veo es la sala de estar, donde se encuentran dos personas dándome la espalda mirando una serie en el televisor, una se voltea y me doy cuenta que es Susan, la cual tiene una sonrisa dándome los buenos días, luego se gira Mónica con el mismo gesto que su amiga.

En ese instante recuerdo todo, Alec y yo discutimos y como estábamos ebrios, no podíamos llegar a nuestras casas de esa manera, así que optamos en quedarnos a dormir en la casa de las chicas, suelto un enorme suspiro sintiéndome más tranquila al poder comprender todo.

—Buen día —saludo sin moverme de mi lugar—¿saben dónde está Alec?

Susan señala la puerta de enseguida casi sin prestarme atención por ver su serie y yo camino a la habitación algo nerviosa, toco la puerta y no obtengo respuesta, así que tengo que volver a hacerlo, pero sigue sin contestar. Necesito hablar con él ya mismo, arreglar el problema que tuvimos porque odio discutir y mucho más con él, apenas llevamos tres días juntos, no puedo permitir arruinar los dos que faltan por una pelea.

—Solo entra, actúas como si no se tuvieran bastante confianza para no hacerlo —habla tomándome por sorpresa, Mónica.

La miro asustada y vuelvo la vista a la puerta.

Debo dejar de actuar como si no lo conociera, Mónica tiene razón, ya tenemos la suficiente confianza para hacerlo, así que, sin seguir pensándolo más, la abro.

Lo primero que ven mis ojos es al chico tirado en la cama boca abajo y con las cobijas en el suelo. Igual que en mi recámara, la luz está apagada y la ventana cubierta por la persiana. Voy hacia él para colocarme en cuclillas y moverlo tocando su hombro con delicadeza, no se inmuta, lo que hace que tenga que sacudirlo con ambas manos y pronunciar su nombre varias veces, hasta que poco a poco empieza a abrir los ojos, me alejo y tomo asiento recargándome en la pared delante de él, con mis piernas pegadas a mi pecho y mi cabeza recargada a ellas. Se encuentra igual de confundido que yo al inicio, aunque creo que Alec lo está más al verme ahí.

Decide sentarse en la cama, se cubre el rostro con las manos y al quitárselas, nuestras miradas chocan y ninguno se atreve a despegarlas. Quiero decir tantas cosas, empezar por disculparme, diciéndole que a mí también me gusta demasiado y que no fue nada fácil estar con Sebastián porque cuando me encontraba a su lado, deseaba que fuera él, que en verdad siento lo mismo y sin duda lo quiero como nunca había querido a alguien, pero como siempre ocurre, mi boca se mantiene cerrada con todas las palabras luchando por salir, mis ojos llorosos mirándolo, intentando averiguar lo que se encuentra pensando y si después de todo, me sigue queriendo.

Somos interrumpidos por la llamada entrante a su celular, lo busca entre las cobijas revueltas, al encontrarlo responde y veo como su rostro cambia a estar muy asustado, me pongo de pie preocupada, ansiando saber lo que ocurre, no me mira y sigue escuchando la voz de la otra persona, él solo se disculpa varias veces intentando decir alguna otra cosa, pero vuelve a guardar silencio al ser callado por la que se encuentra detrás de la llamada, luego de varios minutos cuelga, voy corriendo a sentarme a su lado al ver lo pálido que se encuentra, lo tomo de las manos por instinto y me percato que está temblando demasiado.

—No avisamos que no llegaríamos a nuestras casas y llevan toda la noche buscándonos.

Al escuchar, me pongo en el mismo estado en que se encuentra, no logro entender cómo es eso posible, siempre aviso en el lugar que me encuentro, sin falta, así que no puedo comprender la razón del por qué ahora no lo hice, la única idea factible es que me encontraba tan preocupada por lo que sucedió con Alec y los tragos demás que traía encima, que no recordé que tenía que comunicarme con mis tíos para decirles que dormiría en casa de Susan y Mónica.

El chico se pone de pie para buscar sus zapatos, al encontrarlos y colocárselos, salimos corriendo despidiéndonos a gritos de las chicas, agradeciendo por ver sido increíbles con nosotros, sin saber aún con certeza todo lo que ocurrió en la noche, veo el auto de Alec estacionado afuera y agradezco que se encuentre ahí.

No puedo parar de pedir al chico que acelere para llegar lo más rápido posible, aunque sé que hace lo que puede y se encuentra asustado del mismo modo que yo, a tal punto que no podemos hablar del terror que nos consume.




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