A. Alexa. Secretos de la corte (#1 Cortes perversas)

XIII

Anabelle permaneció acostada en su cama mirando el techo, mientras Pablo repetía todo lo que le había contado. Necesitaba la opinión de su amigo sobre las cosas que iban descubriendo. Ya había pasado un mes desde el asesinato de la doctora, dos desde la desaparición de Amanda y ellos se movían a pasos de tortuga. Simplemente, no podían encontrar nada.

- Si alguien te encuentre aquí... – advirtió a su amigo, pero este solamente rio.

- ¿Quién? No pasa nadie por aquí desde hace semanas.

Sus palabras se clavaron en su corazón como puñales, pero trató de que no se le viera. Era la verdad, pero eso no significaba que dolía menos. Desde el funeral no había visto a Cristian, el hombre había tomado tiempo libre y no se dejaba caer por el palacio. Eso le molestaba de cierta manera, saber que él sufría pero no poder hacer nada para ayudarle. Amanda habría dejado todo para estar a su lado, pero ella no podía hacer eso. Estaba dispuesta a todo por su hermana, pero no podía usurpar su relación. Y su hermana estaba acaparando a la princesa, resultando que hasta sus encuentros aminoraran. Eso también le dolía, porque por primera vez había sentido que podía tener una amistad verdadera con la princesa. Además, Marina parecía no soportarla, aunque eso era muy extraño, dado que Amanda le había hablado sobre lo bien que se llevaba con la hermana de su novio.

Otro que la evitaba, aunque eso no era una novedad, era Marco. Ya ni siquiera se molestaba en pasar por su búngalo, como si no le importara lo que diría la gente de su “relación”. Había intentado averiguar cuando se terminaba su bendito contrato, así podría largarse de ahí y ser de ayuda en la investigación, pero esa información estaba en la carta que desapareció junto a Amanda.

Así que estaba varada ahí, en un lugar donde cada día se sentía más y más intrusa, hasta quien sabe cuándo.

- Anabelle, ¿me estas escuchando? – le preguntó Pablo y ella asintió distraídamente.

Él soltó una risa, pero ella volvió a ignorarlo. No era la primera vez que se perdía en sus pensamientos a nivel de no ser consciente lo que pasaba a su alrededor, pero tampoco le había pasado en los últimos tres años. Eso le daba esperanzas de que ella, tal vez, estuviese despertándose de ese letargo en el que se había sumido después de lo que pasó.

Ahora podía discernir cuando se desesperaba por no tener pistas sobre el paradero de Amanda; cuando la tristeza la abrumaba y no podía seguir hablando; se le notaba la preocupación que sentía por Cristian, lo bien que la pasaba con Clarisa; hasta la notaba divertida ante los insultos y ataques de Marina. Pero sobre todo, se daba cuenta de sus reacciones cuando se cruzaba con el príncipe, algo que pensó nunca más vería en su amiga.

Sí, todo estaba hecho un desastre, pero al menos ese desastre la estaba salvando de su aislamiento emocional.

- ¿Belle? - la llamó de nuevo y esta vez parece que lo había escuchado, porque le sonrió con afecto. - ¿Sabes que me puedes decir lo que sea?

- Sí. Pero no tengo nada que decir. – Pablo negó con la cabeza y se acercó para abrazarla. Permanecieron así por varios minutos más y después él se retiró cuidadosamente del búngalo, tratando de no ser visto por nadie.

👑👑👑

Cristian observó el reloj en la pared y gruño. Hacía dos horas que había citado a Amanda en su casa y ella todavía no aparecía. Se dijo que era un idiota por hacerlo, pero algo dentro de él se revelaba a soltar la bomba antes de hablar con ella.

Ya había perdido las esperanzas de que viniera cuando el timbre de su casa sonó. Se levantó para abrir y ella entró apresuradamente, tratando de que nadie la viera.

- Gracias por venir. – murmuró y ella dio la vuelta para hacer algo totalmente inesperado. Lo abrazó. Ambos se quedaron petrificados por el gesto.

- Lamento mucho lo de tu tía. – le pareció ridículo expresarle sus condolencias después de tanto tiempo, pero en ese momento se sintió real. – Lamento también no haber estado…

- Tranquila. – la cortó con una risa medio irónica. – Ambos sabemos que no eres la persona que necesitaba en ese momento.

 Anabelle no entendió sus palabras de inmediato y se tensó cuando él se acercó, haciéndola retroceder hasta la pared. Se detuvo apenas unos centímetros de ella y extendió una mano hacia su cara. La mujer cerró la mano alrededor de la navaja que tenía escondida a su espalda por puro instinto, pero él se alejó antes de que viera necesario usarla.

- Tu pelo... Tu cara... Hasta tu voz... – murmuró, confundiéndola aún más. Se dijo a si misma que el hombre estaba mal por como terminó su relación con Amanda, pero las alarmas sonaban cada vez más fuerte en su cabeza.  – Pero… no eras tú la persona que necesitaba a mi lado, Anabelle.

Negarlo habría sido una pérdida de tiempo monumental, así que solamente asintió hacia él y se sentó en el sofá. Desde que entró en esa casa una parte de ella se esperaba ese desenlace, solamente no lo quiso aceptar.

- ¿Amanda? – la pregunta de Cristian hizo que le doliera el pecho. Negó con la cabeza, pensando en que le tocaba darle la mala noticia.

- Desapareció dos meses atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.