El sonido de la puerta abriéndose detrás de ella la sobresaltó, pero reconoció el perfume de Marco antes de voltearse. En otro momento se reiría de lo cursi que era ese pensamiento, pero ahora ni siquiera tenía fuerzas para eso.
- ¿Cómo estás? – no entendió a que venía la pregunta, no estaba al tanto que él vio cuando se escabulló del palacio como si hubiera visto un mañana.
- Bien. – respondió de mala gana, luego se sintió mal por su brusquedad. – Estoy cansada, nada más.
- Me imagino. Sobre todo porque no dormiste en toda la noche. – reconoció el reproche en su voz, pero no tenía fuerzas de indagar en el porqué. Así que intentó cambiar de tema.
- ¿Cómo esta Clarisa?
- Mamá le dio un calmante, logró dormirse. Todo esto nos tiene a todos muy preocupados.
Ella asintió, no podía decirle que las cosas estaban por ponerse peor. Si Nathan estaba detrás de los sucesos, aquello iba a convertirse en un caos.
- Quería hablar contigo ayer. – le dijo después de unos minutos en silencio. Anabelle vagamente recordó haberlo visto antes de irse a dormir, pero no esperó que él siguiera con el tema luego de lo que pasó.
- Estaba cansada, necesitaba descansar. – se sinceró, a ese punto le parecía inútil inventar una mentira. - ¿Qué me querías decir?
- Creo que ya no importa. – por impulso quiso decirle que si importaba, pero se calló. Cualquier cosa que pasaba entre ellos dos, lo que sea que fuera esa atracción que la jalaba hacia él, tenía que terminar.
- Bien… - se movió incómoda, sin saber que decir.
- Creo que a Clarisa le haría bien hablar con alguien que no fuera policía cuando despertara. – le dijo antes de salir por la puerta.
Anabelle sonrió por la ironía en sus palabras. Pero también pensó que ella podría dejar a la policía a un lado para ser la amiga, si eso era lo que la princesa necesitaba.
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Unos toques en la puerta interrumpieron a Martina, que le estaba contando chismes de la cocina que mayormente implicaban amoríos entre empleados. Agradeció en silencio a cualquiera que estuviera de otro lado por eso, estaba a punto de pedirle a su amiga que se callara, porque esas cosas no la importaban en esos momentos. Si Marina pensaba que así podría distraerla, la conocía muy poco.
Amanda se asomó con una sonrisa temblorosa en los labios y Clarisa no pudo evitar devolvérsela. Se sentía dolida por su relación con Pablo, pero realmente ella no tenía forma de saber sobre sus sentimientos, así que en realidad no tenía nada que reclamarle. Y se sentía feliz de verla en esos momentos. Se dio cuenta que Marina bufó al verla, pero la ignoró. No necesitaba una batalla campal entre ellas dos, algo que al parecer Amanda compartía porque simplemente la ignoró.
- ¿Estas un poco más tranquila? – preguntó, la preocupación tiñendo su voz.
- Más o menos. – dijo con sinceridad, incapaz de fingir ante ella por alguna extraña razón. – Gracias por venir a verme.
Marina salió de la habitación con otro bufido, pero ambas la ignoraron. Anabelle no sabía muy bien que decirle, sabía que nada la haría sentir mejor en esos momentos. Ella lo vivió, por eso lo sabía.
- Te voy a dejar que descanses, ¿sí? Pero si necesitas algo, sabes que puedes llamarme. - se levantó para irse, cuando la princesa le agarró la mano.
- ¿Que hay entre Pablo y tú?
Anabelle se hizo la desatendida, tratando de buscar una explicación viable. No podía decirle la verdad a Clarisa, pero tampoco podía inventar una mentira que después le saldría cara.
- Los ven cada vez más juntos. – prosiguió al ver que Amanda no le respondería, pero su voz perdió fuerza, se sentía estúpida por hacer eso. – Estuvieron juntos esta noche, cuando me encontraron.
Anabelle pensó en sus palabras y en su declaración de esa mañana. Sabía que había una mentira ahí, pero nunca se esperó que fuera eso.
- ¿Saliste afuera por eso? ¿Cuándo te atacaron?
- Quería hablar con él.
Se sentó a su lado, pensando. Si Clarisa había salido de improviso y no estaba haciendo su paseo nocturno como de costumbre el atacante no tenía por qué saberlo. Así que o había estado esperando que le sonriera la suerte o el ataque fue al azar. Clarisa no fue el objetivo, solamente se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Luego recordó el mensaje. Eso era lo importante, la clave de todo el asunto. Nathaniel quería entregar un mensaje, no le importaba quien sería su víctima para hacerlo.
- Amanda... – la voz de la princesa la sacó de sus cavilaciones.
-¿Si?
- No me contestaste la pregunta. - hizo un buen esfuerzo para recordarla, tan perdida estaba en sus pensamientos
-Eh... Sí... Nada de lo que te estás imaginando, ¿vale? Últimamente estaba un poco sola aquí y no se… nos hicimos amigos. Eso es todo. – rezó para que esa mentira a medias fuera creíble para la princesa. – Anoche… no podía dormir y fui al gimnasio para entrenar. No sabía que él estaría ahí. – mintió, pero era una mentira piadosa, que no podía hacerle daño.
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Editado: 20.06.2021