A. Alexa. Secretos de la corte (#1 Cortes perversas)

XXXVI & XXXVII

Amanda no despertó hasta el día siguiente. A ellos eso les preocupó, pero los doctores les aseguraban que era algo normal en su estado, su cuerpo necesitaba recuperarse.

Anabelle estuvo con ella desde la mañana, habían convencido a su madre a duras penas de irse a descansar un poco; su padre y Cristian habían tenido que encargarse de algunos detalles de la operación, así que ella había aprovechado para quedarse con su hermana.

Ver a Amanda tan demarcada le rompía el corazón, pero al menos estaba viva. Se giró un poco al escuchar que la puerta se abría y sonrió al ver a Marco. Se levantó de la silla donde estaba sentada y prácticamente corrió a sus brazos. Él la atrapó gustoso, dejando un beso sobre su cabeza.

- ¿Qué haces aquí? – le preguntó cuándo se separaron. Pensó que después de la noche anterior no lo haría, pero ahora que estaba ahí agradecía que no la escuchara.

- No podía dejarte sola, perdón. No me importa lo que piensen, quiero estar contigo. – replicó, arrastrándola en un nuevo abrazo. - ¿Cómo está? – preguntó, mirando hacía Amanda.

El parecido entre las dos mujeres no debió sorprenderlo como lo hizo. Pero una cosa era saberlo y otra verlas en la misma habitación.

- Dicen que va a estar bien. No hay ningún daño permanente. – explicó, aun preguntándose qué le había impedido a Nathan de lastimar aún más a su hermana. Si bien el estado de Amanda era malo, no se comparaba a como la había dejado a ella tantos años atrás.

- Sé que es lo último que necesitas ahora, pero la prensa ya sabe sobre la operación de anoche. – le dijo a regañadientes, no quería preocuparla con otras cosas mientras la veía así de abatida, pero si algo había aprendido de Anabelle era que le gustaba estar siempre al corriente de las cosas.

- Me imaginé. Es un lugar pequeño, las noticias vuelan. Andrea se encargará de eso, no te preocupes. – respondió distraída, luego recordó que tal vez se estaba tomando atribuciones que no le correspondían. En el pasado no le importaría, pero ahora sintió que estaba mal. – No les consultamos, perdón. Pensé que lo mejor sería tratar de ocultar lo de Amanda por unos días más, hasta que averigüemos que pasó en la casa de Nathan.

- Sí, yo también creo que es lo mejor. No me gusta esto, Anabelle. Antes, fue más fácil pensar que es solo una organización que tuvo la audacia de venir a mi país para traficar. Pero saber que fue alguien de mi gente, me está matando. – Anabelle se acercó un poco, posó una mano sobre su mejilla.

- Sé que es difícil, pero… - él besó la mano con la cual lo acariciaba, sonriendo.

Un ruido a sus espaldas los interrumpió y Anabelle se apresuró a acercarse a su hermana.

- ¿Am? – susurró, al verla despierta. La joven miraba frenética por el lugar, tratando de orientarse. Anabelle simplemente agarró su mano, esperando que se tranquilizara. A cabo de un minuto, Amanda la enfocó y pudo ver el reconocimiento en sus ojos. Sonrió y esta trató de devolverle la sonrisa.

- Estás bien, cariño. Estás a salvo. – volvió a susurrar, mientras estiraba la mano que tenía libre hacia el botón para llamar a una enfermera.

Pronto, la habitación se llenó de personal médico y aunque ella no querría alejarse de su hermana, tuvo que hacerlo para que pudieran examinarla.

- Te ves ridículo. – murmuró hacia Marco, él se había movido fuera de la vista y se había puesto unos lentes de sol, tratando de camuflar un poco su presencia. Él sonrió de medio lado, tirando de su cuerpo hacía él.

- Aun así me quieres.

Ella no respondió nada, no hacía falta.

👑👑👑

- ¿Te duele? – preguntó a su hermana media hora después, los doctores la habían dejado para que descansara un poco antes de seguir con los exámenes y Marco desapareció entre la multitud, tratando de no atraer atención a lo que sucedía.

- Un poco, pero… Estoy bien. – murmuró, se le hacía difícil hablar, pero no podía resistirse. Tener a su hermana cerca hacía que todo fuera más soportable, aunque ahora tenía mil preguntas que hacer. Y temía las respuestas. - ¿Dónde está mamá? – le pareció raro no encontrar a Maite a su lado.

- La enviamos a casa para que descanse un poco. Antonio y Tamara fueron con ella, pero ya les avisé que estas despierta y van a venir pronto. Papá tuvo que ir a trabajar, pero él también vendrá apenas pueda.

- ¿Y…? – se detuvo en mitad de la pregunta, rehuyendo la mirada de su hermana. Anabelle apretó un poco su mano, pero no dijo nada, aunque sabía por quién iba a preguntar. Había tenido casos similares en el pasado y presionar a la víctima, de cualquier manera, era contra productivo. Tenía que darle a Amanda tiempo para que asimilara todo a su manera, para que se reincorporara a la vida a su tempo.

Permaneció unos minutos en silencio, perdida en sus pensamientos. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado en ese lugar, al principio pudo contar los días, pero luego todo se hizo más difícil, estaba inconsciente la mayor parte del tiempo, otra parte perdida entre la realidad y la confusión.

- ¿Cuánto?




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