A. Alexa. Secretos de la corte (#1 Cortes perversas)

XXXVIII & XXXIX

Amanda miró a la gente que llenaba su habitación. Quizá debía sentirse afortunada por tener tantas caras amigas ahí, pero la realidad era que se sentía cohibida. Relatar lo que le había sucedido delante de ellos no era precisamente fácil de hacer.

- No te preocupes, tómate tu tiempo. – le dijo Andrea; reconocía la mujer de una visita que hizo a Anabelle años atrás, ahora era la encargada de tomar su declaración. Su hermana le explicó que ellos no podían hacerlo porque estaban demasiado involucrados personalmente, pero eso no los detuvo a ella y a su padre de estar presentes.

- Me había llegado la carta de la corte. – empezó, recordando el dolor que sintió al leer las palabras. Aún no se atrevía pensar en eso, saber cómo había influido su desaparición en ese asunto. – Necesitaba tomar aire, así que salí a dar un paseo. A mitad del camino decidí ir a casa de Cristian, pero estaba en otra parte de la ciudad. Pensé en llamar un taxi, pero desistí, la caminata tal vez me calmaría un poco. – explicó. – Luego, todo pasó demasiado rápido. Ni siquiera me fije en la camioneta hasta que salieron de ella, fueron dos hombres. Nunca imaginé que algo así podría pasarme aquí, así que no le di importancia. No recuerdo mucho, solo sé que me desperté encadenada en una habitación desconocida.

Luego procedió a contarle sobre los meses trascurridos en ese lugar. Trató de no dejar ningún detalle, por más difícil que se le hacía recordar. Evitaba las miradas de su familia y Cristian, no quería ver el sufrimiento en sus facciones.

- No recuerdo mucho más. En algún momento fue como vivir a través de una neblina, no puedo decir qué era verdad y que fue producto de mi imaginación.

Les había contado de las pocas visitas del jefe, también mencionó la conversación a medias que escuchó en sus primeros días, pero ahora ni siquiera tenía un vago recuerdo de su voz, esa que en algún momento se le hizo tan conocida.

- Lo siento, no sé nada más. – Andrea asintió con la cabeza, era la suficientemente entrenada para saber que no sacaría más información de ella, al menos no en ese momento. Hizo un gesto con la cabeza hacia Anabelle y se retiró en silencio de la habitación.

- Lo hiciste muy bien. – le dijo esta al acercarse y abrazarla. Los medicamentos parecían funcionar muy bien, ya podía sentarse sin que le dieran ganas de gritar del dolor.

- Quiero recordar, ayudarles, pero de verdad no sé nada más. Después de un tiempo dejaron siquiera de interesarse en mí, como si se hubieran olvidado de mi presencia.

- No pasa nada. Ya verás que arreglaremos todo muy pronto. – aseguró su hermana, pensando en cómo estaban cada día más cerca de resolver todo ese enredo. Solo debían tener un poco más de paciencia. – Vamos a dejarte para que descanses un poco, ¿sí?

Ella quiso negarse, le aterrorizaba quedarse sola, pero luego recordó que tenía custodia policial y que nadie intentaría nada en medio del hospital. Y, a pesar de todo el miedo que sentía, tal vez era mejor empezar a vencerlo desde ya, no dejar que la límite por mucho más tiempo.

Cristian se quedó un poco después de que Anabelle y José salieran, mirándola con ternura. Se sintió exultante de volver a ver esa mirada en su cara, pensó que lo había perdido por siempre. Y después de todo lo ocurrido, una cosa que tenía en claro era que no iba a permitir que su amor se terminara por un decreto que nada tenía que ver con ellos.

Estiró la mano en un pedido silencioso de que él la agarrara y tiró un poco para que se acercara. El hombre se sentó a su lado, silencioso, simplemente mirándola.

- Iba a verte. – le dijo, como si no lo hubiera hecho cuando dio su declaración. No era lo mismo, pensó.

- Lo sé. – aceptó, sonriéndole.

- Necesitaba contarte sobre la carta. – siguió y se encogió un poco al ver una expresión de furia en sus ojos. Fue un momento fugaz, casi pensó que lo había imaginado.

- Lo sé. – repitió, tratando de ignorar la rabia que le producía toda esa situación.

- Quería ser yo quien te lo dijera, no otra persona. Fue… el príncipe. – dijo finalmente, sabiendo que eso lastimaría a Cristian más que cualquier otra cosa. Él era su amigo.

Cristian negó con la cabeza, al parecer nadie había hablado con ella sobre el asunto de la carta desde que despertó. En ese momento se dio cuenta de que, si ella hubiera llegado a él, contándole todo esto, no sabía cuál hubiera sido su reacción. Ahora sabía la historia completa y entendía muchas cosas, pero en ese entonces estaba tan lleno de dolor y de rabia que sus acciones pudieron haber sido fatales.

- Amanda, lo sé. – reiteró, pensando en si debía contarle todo o solamente algunas partes. Confiaba en ella con su vida, pero no sabía que impacto tendría sobre su salud saber la verdad en ese momento. – No te preocupes por eso, ¿sí? – pidió, decidiéndose por callar, al menos hasta hablar con alguien más sobre la situación.

- Pero… yo no quiero… - puso un dedo sobre su boca, impidiendo que siguiera.

- Esa carta ya no es válida, ¿vale? – dijo simplemente. – No pienses siquiera en eso, está todo bien.




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