Entre más me observo, menos me conozco. Estoy viendo mi reflejo en el espejo, pero también veo que la persona demacrada, triste y hecha un caos no soy yo.
¿Cómo llegué a esto?
Repaso mi cuerpo con mis ojos, deteniéndome en las heridas que se secan en mi piel y que al parecer sólo yo puedo verlas. Recuerdo cómo solía ser, cómo solía sentir las emociones con tanta euforia y pasión. Antes todo me llenaba, ahora sólo soy un cuerpo inerte. Mi sensibilidad se ha ido de mí y eso debería ser preocupante, pero ya no sé qué es lo preocupante. Nadie te enseña a manejar el descontrol, el estrés, la presión de tu día a día.
Y no, no hablo del peso físico de algún objeto sobre ti. Me refiero a todo lo que te exigen y que te sobrepasa tanto, que sientes que vas a explotar por la saturación que tienes. Ya no puedo soportar lo que antes me parecía simple, mi mente tarda en procesar todo lo que antes analizaba muy rápido.
El cansancio emocional es como el zumbido de una abeja dentro de tu oído. Al principio puede parecer soportable, pero luego es tan molesto y tan evidente que te vuelve loco.
Las personas a veces no son conscientes de lo que exigen. Supongo que de ahí viene el resultado de mis heridas, producto de las veces en las que ese zumbido fue mucho más grande que mi fuerza de voluntad y me hizo caer.
Todos exigen atención. Lo que necesitan. Lo mínimo. Lo estúpido, lo urgente. Te bombardean de cosas por todas partes y te sientes como un pulpo, intentando solucionar muchas cosas al mismo tiempo, porque "todo merece atención" y si fallas en algo, lo primero que hacen es reclamarte por ello. Por no dar el nivel, por no "esforzarte" o por tener una actitud de desanimo.
Tú vas perdiendo tu esencia en el camino. Sientes que dejas tu piel por satisfacer todo, por tener todo bien. Tendrás buenos resultados, ¿pero a qué costo? Si estás perdiendote a ti mismo en el océano de la insatisfacción.
Todos los días me observo y encuentro heridas nuevas, pero no puedo dejar ver mi desanimo. Si eso sucede, sólo tendré reclamos.
Valientes son aquellos que pueden con todo esto, los admiro y aprecio. Sin embargo, ninguno de nosotros sabe qué se esconde detrás de ellos. Tal vez son personas infelices jugando a parecer lo contrario. O tal vez ya descubrieron el secreto de la receta al desanimo.
En este punto, todo lo veo sin vida. Lejano, difuso y, sobretodo, extraño. No siento nada, sólo parezco una máquina diseñada a responder ante algoritmos que te presente la vida.
Corto el hilo de mis pensamientos cuando escucho, a lo lejos, la voz de mi hermana llamándome desde el primer piso. El aire sale con fuerza de mi nariz sin poder tan siquiera contenerlo.
Dirijo mi mirada a las cuentos de máscaras colgadas en la pared del frente y me pregunto en cuál emoción he de escudarme hoy.
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Editado: 01.10.2024