Toso e intento incorporarme con dificultad, sin obtener resultados positivos. Poco a poco mis ojos se van empañando y mis capacidades básicas se vuelven aún más débiles.
Me sumerjo sin más remedio en mi agonía, mirando al cielo con los brazos extendidos. Las estrellas parecen brillarle a la tristeza y la muerte añora abrazarme.
Aquel monstruo vino silvando y campante, otorgándome señales que yo misma decidí dejar pasar. Ahora mismo, si tan solo tuviese la oportunidad, no dudaría en retroceder el tiempo y hacerle caso a mi intuición. Tal vez si lo hubiera hecho hace tiempo, no estaría ahora en mi lecho de muerte.
La confianza es como una pirámide de naipes. No importa cuántas veces vuelvas a construirla si todas las veces estará alguien que sopla con todas sus fuerzas para derribarla y hacerla pedazos.
Yo confiaba en él. Sin embargo, ese fue mi más grave error.
Cuando confías a plenitud estás expuesto a recibir daño. No eres inmune a los dardos venenosos que puedan lanzarte de vez en cuando y todo eso te va matando. Todo eso te va transformando en alguien que no deseas ser sólo para repeler el dolor.
Eso lo entendí muy tarde.
Comprendí todo cuando la hoja metálica estaba hundida en mí y el daño estaba hecho.
La traición no viene nunca de alguien desconocido. Siempre lo hace una persona cercana a ti, que te conoce muy bien y es precisamente el veneno de la decepción lo que termina afectándote cuando te clavan el cuchillo a tu espalda.
Y tú nunca te lo esperarías.
Nunca te imaginarías que las mismas manos que acunan y acarician tu rostro sean las mismas en dañarte poco a poco. Nunca esperarías que de la misma boca de donde sale un "Te amo" sea la misma que convierta tus días grises y llenos de miseria.
Toso de nuevo y siento que se me va la vida en cada impulso que da mi pecho.
La herida duele, arde, lastima, pero a este punto no puedo hacer casi nada.
No deseo que lloren por mí. Deseo que todo lo que alguna vez me hicieron se regrese mil veces peor. Porque cargué con una sombra toda mi vida. Nunca estuve tranquila ni feliz con lo que soy ni en lo que tuve que ser para afrontarlo, porque en cada "buen momento" que teníamos estaba ese monstruo.
Dejo mi mente en este espacio terrenal junto con mis huesos...
Cierro los ojos suavemente, sintiendo la sangre cubrir mis dedos y mi respiración cada vez más entrecortada.
Sé que algún día la justicia tomará su verdadero cauce y a cada lobo drisfrazado de oveja le llegará su final.
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poemas romanticos, escritos reflexivos , mini historias de suspenso
Editado: 01.10.2024