A Beautiful Darkness

Mama

"La luna también lloraba, sólo que el lobo nunca lo supo."

Ron Israel.

***

El grillete apretaba tan fuerte su cuello que su visión se empañó. Estaba mareada, débil y adolorida. Su voz demandante era lo único que partía el silencio y la obligaba a mantenerse despierta, porque si no lo hacía, las consecuencias serían insoportables.

Sus labios expulsaron una orden tras otra, sin piedad, casi sin respirar. Por más que lo intentó, no pudo descifrar su mirada, porque era una mezcla extraña entre la intensidad de la furia, la frialdad del desagrado y la oscuridad inquietante de sus ojos.

La mujer no parecía ser consciente de su estado, porque de igual manera, depositó la lista debajo de los barrotes de la jaula. Tampoco parecía ver lo agotada que estaba la chica atada en el suelo. Sin embargo, no tuvo reparo en decir:

— Deberías ayudarme más. Todo debo hacerlo yo. Ya estoy cansada.

La última frase hizo más eco en la estancia. Revolvió su estómago. Debilitó aún más sus articulaciones, pero la chica se mantuvo en silencio. Había aprendido a ignorarla desde hace ya tiempo, a restarle importancia a sus palabras, como si estuvieran vacías de significado, como si las dijese un extraño o como si simplemente no pudiera entenderlas.

A menudo le gustaba fingir que no impactaban en ella cual bala en la piel. No quería otorgarle el poder de herirla. No obstante, la mujer siempre encontraba la manera de hacerlo. Recalcaba una y otra vez las cosas que la chica era incapaz de hacer, la humillaba muy seguido usando palabras obscenas, descargaba su ira cual veneno de víbora y luego su hipocresía la consternaba.

La chica extendió uno de sus brazos magullados por los golpes e intentó tomar la lista para juntarla con las demás dentro de la jaula, mientras que la mujer seguía quejándose en voz alta y abiertamente. Ante la algarabía, otra persona que no pudo diferenciar entró en la estancia.

Ahora la mujer la señalaba y se veía más furiosa.

Nada nuevo.

La chica quiso arrancarse las orejas, quiso aumentar la fuerza del grillete para acabar con su patética e inútil existencia. Tal vez con eso lograría que la mujer dejara de amargarse por su culpa. Tal vez así podría tener por fin un momento de paz.

No pudo ser capaz de leer la lista. Sólo la junto con la pila que había en un costado izquierdo de la jaula.

La chica de rizos oscuros se acomodó en el piso y cerró los ojos. Estaba exhausta, casi no podía moverse. De sus ojos no pudieron salir lágrimas, a pesar de estar deseando que salieran. Tal vez ya las había expulsado todas. O tal vez su tristeza era tan profunda, que llorar ya no era una solución para drenarse.

***

La piel le escocía a causa del golpe proporcionado, pero se esforzó por volver a hacer su tarea en silencio a pesar del odio desproporcionado de las palabras de aquella mujer.

Había intentado cocinar algo para comer, pero como siempre pasaba, terminó en un desastre.

La mujer le lanzó un limpión a los pies y le exigió que lo hiciera bien. A duras penas, la chica lo tomó e intentó ordenar la estufa. No obstante, la mujer la pellizcaba e insultaba si quedaba algún desperfecto. Si las parrillas no quedaban niveladas o si se le había escapado un grano de arroz. Hasta si el orden no quedaba como ella deseaba, la obligaba a repetir todo.

En medio de sus palabras cargadas de humillaciones, la comparó con sus amigas de forma despectiva, con todo el propósito de echarle en cara lo inútil que era. Recalcando lo fácil que era para aquellas chicas realizar cosas básicas y para ella no. Repitiendo una y mil veces que su ayuda no servía de nada, que todo lo hacía erróneamente y que por ello prefería hacer las cosas por su cuenta.

— Eres demasiado lenta — le habría afirmado en una ocasión sin apartarle la mirada — Demasiado tranquila, no le das importancia a nada.

La chica no pudo hacer oídos completamente sordos ante lo asegurado por la mujer, porque no tenía razón.

¿Acaso ella la conocía lo suficiente para afirmar aquello con tanta seguridad? ¿Acaso aquella mujer de corazón oscuro y mirada turbulenta conocía sus deseos y aspiraciones tan a la perfección como para asegurar eso de la chica?

Seguramente no, porque aquella chica guardaba para sí misma todo lo que deseaba. Prefería anhelar en silencio que contárselo para que lo usara en su contra algún día. Le parecía más viable ignorarla, porque así evitaba discusiones innecesarias. Sin embargo, siempre había un altercado.

Siempre estaba la tensión en el aire.

Siempre estaban las palabras cagadas de un odio y resentimiento infinito.

Siempre había discusiones, insultos, disgustos.

Siempre todo terminaba en desastre.

Y era irónico, porque alguien como ella debería proporcionar confianza, amor y calidez, pero era inexplicable cómo la mujer representaba todo lo contrario. A veces, cuando la chica caía en ese juego absorbente de las comparaciones, se preguntaba por qué su hogar no se parecía en nada al de sus amigas.

En ciertas ocasiones tuvo la oportunidad de compartir con otras familias en diferentes hogares y el ambiente allí era tan pacífico. No se gritaban mutuamente, nadie se enfadaba si algo no quedaba perfecto, simplemente todo era tranquilidad, risas, felicidad.




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