CAPÍTULO 5

Lo primero que noté fue el calor.

Mi cuerpo estaba envuelto en lo que parecía ser una sola tela blanca que se unía en mi hombro con un broche dorado. Parecía estar desnudo bajo esta sencilla prenda, pero aun así podía sentir un calor casi sofocante.

Lo segundo que noté fue que me encontraba en una sala llena de hombres vestidos como yo, o enseñando más piel, aunque varios usaban colores más llamativos. Todos hablando entre ellos, comiendo y bebiendo.

La tercera cosa que noté me dio finalmente la última pista que necesitaba para ubicarme en el tiempo, grandes e imponentes columnas griegas bordeaban el lugar, dando paso a lo que parecía ser un jardín con árboles y algunas fuentes de agua.

Me encontraba en algún paralelismo con la antigua Grecia.

Ahora, ¿cómo haría para encontrar a Conley en un universo con tan poca evolución? No creo que existiera la red eléctrica, mucho menos el internet.

Comenzaba a pensar que Marguerite tenía razón, y cuando descubrimos que ella no podía viajar a esta dimensión deberíamos haber regresado a casa para planear nuestro siguiente paso. En su lugar, la había enviado con la información que habíamos descubierto en el Espacioverso y realicé el salto yo solo. En ese momento parecía una buena idea, ahora me estoy preguntando si voy a necesitar algo de ayuda.

Un hombre se acerca a mí con dos copas metálicas llenas de lo que sospecho es vino. Me saluda en lo que parece ser griego antiguo y le respondo de la misma manera, aunque noto un acento tosco en mi pronunciación, lo debo hablar desde pequeño de lo contrario no recordaría el idioma sin embargo parece ser que no viví mucho tiempo aquí.

̶ General Pavle. Logró hacerse un tiempo para honrarnos con su presencia. ̶ Dijo el desconocido mientras me ofrecía una de las copas.

General Pavle. Así que estaba en el ejército después de todo.

Acepté la bebida mientras pensaba cómo podría sonsacar la información que necesitaba sin cometer algún error.

̶ Por fortuna, sí. La guerra puede esperar mientras bebo una copa con un buen amigo.

Su risa me sorprendió mientras el hombre me sujetaba el hombro y comenzaba a caminar hacia otra habitación. Lo seguí y esperé mientras bebía de su vino.

̶ Es verdad, mi general. La guerra seguirá allí. Bendita nuestra suerte al tener a Alejandro el Grande de nuestro lado, por lo que una copa de vino no supondrá nuestra ruina. Y me alegra saber que un simple político de nombre como yo se ha ganado su amistad.

¿Alejandro el Grande? ¿Se refería a Alejandro Magno? Estaba incluso más atrás en el tiempo de lo que imaginaba.

Otro hombre se acercó a saludarnos, afortunadamente nombró a mi acompañante por lo que ahora sabía que se llamaba Anakletos. El otro hombre sólo saludó y nos deseó buen día antes de alejarse, mi compañero pareció recordar nuestra conversación interrumpida antes de retomarla.

̶ Es agradable descubrir que tengo su afecto, Pavle. Cuando lo vi llegar a las termas me dije que no era posible que haya aceptado mi invitación, luego recordé haber visto a Theos en las piscinas y pensé que estarías aquí por él. No es un secreto que cada vez que pisa Atenas el afortunado Theos reclama todo tu tiempo.

Todo mi cuerpo se tensó. Theos, podría estar hablando de Theo, no podría existir tanta coincidencia.

No tuve oportunidad de preguntar porque Anakletos nos introdujo en un círculo de hombres hablando, saludé con simples asentimientos de cabeza y dejé que él llevara la conversación mientras buscaba ansiosamente con la mirada por todo el lugar. Theo se encontraba aquí, en alguna parte.

Claro que sabía que no se trataba de mi Theo, pero eso no le restaba importancia a este hecho, él estaba aquí y por las palabras de Anakletos, nos conocíamos, quizás él pudiera ayudarme a encontrar al Conley de esta dimensión.

Esperé hasta que vi mi oportunidad de escapar, no me notaron mientras discutían sobre pasajes de libros y eventos políticos próximos, tan pronto salí de la habitación me acerqué a un hombre de piel moca que se encontraba parado en un rincón, debía tratarse de un sirviente o esclavo.

̶ Las piscinas.

Si le extrañaba mi pregunta, no lo demostró. Se dedicó a guiarme en silencio por un conjunto de pasillos y atravesando un par de jardines hasta lo que parecían ser tres grandes piscinas rectangulares cubiertas, bordeadas de columnas de mármol.

Extrañamente estaban casi vacías, sólo algunas personas sentadas en el agua, enfrascadas en una conversación, no me notaron mientras se ponían de pie, completamente desnudos y salían al jardín.

Estaba dándome la vuelta para volver cuando una voz me detuvo.

̶ Estás aquí.

Me giré y ahí estaba él.

Envuelto en una tela roja sujeta por dos broches en sus hombros, dejando sus delgados pero fuertes brazos al descubierto, tenía una simple diadema de oro destacando entre sus oscuros mechones que eran más largos que los de mi Theo.

Se veía tan hermoso que el simple acto de verlo dolía.

Sus ojos me bebieron, no tenía otra palabra para describir la forma en que me estaba recorriendo con su oscura mirada. Antes de que pudiera decir o hacer algo se acercó a mí y sus manos se apoderaron de mis hombros, la diferencia de altura nunca fue más obvia que a esta distancia tan reducida.

̶ Estaba por darme por vencido, iba a irme y probablemente exigirle a Cirilo que me enviara a cualquier otra polis, puedo trabajar en sus investigaciones desde cualquier sitio mas no puedo seguir encontrándome con usted y fingir que nuestro último encuentro no ocurrió. Que esas palabras nunca fueron pronunciadas.

No podía recordar de qué encuentro hablaba, pero la manera en la que me miraba y como sus manos seguían sosteniendo mis hombros me daban una idea. Vagamente recordé haber leído que la homosexualidad no tenía lugar en la antigua Grecia, aquí rendían culto a la belleza, por lo que no era extraño que dos personas del mismo sexo mantuvieran relaciones si se sentían atraídos físicamente.