Un joven de casi un metro ochenta se encuentra acostado en su cama, dentro de una enorme mansión que está situada en una ciudad de España.
-¿Dónde está?.- Pregunta un hombre alto y con aspecto de rectitud a la señorita a cargo de la limpieza.
-En su habitación.
-Gracias
El hombre que aparenta menos de sus cincuenta años cumplidos, sube las escaleras al segundo piso, debe hablar con él, las cosas han superado los límites y debe prepararlo para cuando lleguen sus padres. Llega a la segunda planta de la casa y camina analizando cada paso que dará desde ahí. Llega a su objetivo, una puerta de madera blanqueada de la colección de la gran artista Matilde Durante. Sabe que, aunque toque nadie abrirá, porque el dueño de ese cuarto está dormido profundamente gracias a sus salidas nocturnas que cada vez se hacen más constantes. Lo cual ha sido el causante de que los señores Dagger estén a punto de aterrizar.
Entra en la habitación haciendo diminutos sonidos con sus zapatos negros y pulcramente lustrados. Camina directamente a las grandes cortinas azules. Con poco esfuerzo abre las cortinas, ingresan los rayos del sol que van a enfrentar directamente la cara del joven.
-Argh, Jorge! - Se sienta en la cama, con cara de molestia y tratando de abrir los ojos de par en par.
- ¿A qué hora llegaste anoche? - Dicen el hombre mientras se pone de pie frente a la cama del joven.
-A las 3, o las 4, no me acuerdo. - Dice con incomodidad, mientras se levanta de la cama. No se acuerda de casi nada, un par de escenas que no llevan mucha relación. Ni se acuerda como trae el pijama puesto.
-Tenemos que hablar.- La voz imponente del hombre, termina de espabilar su mañana.
-¿De qué?
-De ti, de tu comportamiento. De lo que estás haciendo.
-Ya vamos otra vez, Jorge.
-Eres el heredero y no puedes tener este comportamiento. No hay un día en el que no salgas en las noticias.
-Sabes que las noticias alteran las cosas. No son tan malas con parecen.
-Fuiste a una fiesta. Estuviste con una joven. Saliste ebrio. Chocaste por conducir en ese estado.- Dice mostrando el periódico del día.- Dime, ¿Que se está alterando?
-Bueno, si lo dices de esa forma, hasta yo me puedo castigar.
-Estoy hablando con absoluta seriedad.
-Entiendo Jorge. - Dice el joven acercándose a su amigo. - Tranquilo, no pasa nada, tendré mas cuidado.
Dicho esto, se gira sobre sus talones y se va a tomar una ducha, hoy piensa ir a comprar un nuevo auto, ya que el de ayer se estropeo.
Pero Jorge no desea irse sin avisarle lo que viene dentro de unos momentos.
-Tus padres llegaran en ocho minutos.
Eso sí que detiene al joven, mira con cara de incrédulo a Jorge.
-Estas de broma, ¿no? - Sin embargo, no recibe respuesta del hombre, ve como camina hacia la salida y en un acto dramático, aun de espaldas dice:
-Solo vine a avisarte, llegaran en.…. - Observa su reloj de pulsera. - Siete minutos con doce segundos.
Dicho esto, sale de la habitación, cerrando con cuidado las puertas. Se va tranquilo, lo cual es todo lo contrario al estado del joven que empieza a mover la cabeza, desesperado. ¿Se habrán enterado? Claro que sí. Debe tomar una ducha rápida, cambiarse y aparentar serenidad.
Después de diez minutos, está listo. Se propone ir a la sala y esperar ahí. Pero cuando abre la puerta se encuentra con Jorge.
-Sus padres le esperan en el despacho.
Asiente, no puede hacer nada. Algo anda mal, y probablemente ya sabe por dónde va lo que le van a decir.
Baja las escaleras, y una vez abajo se revisa de pies a cabeza. Todo bien. A mal paso darle prisa, piensa, y se encamina a la puerta negra del fondo. Recuerda que las veces que ha estado ahí, no ha sido grato. Da un último suspiro y mueve la manija.
Tal y como lo esperaba. Una mujer de cabello negro y con ojos enormes y un hombre alto, ancho, ambos de piel clara están observándolo. Sus padres están sentados detrás de la mesa de cristal negro. La toma asiento frente a ellos, dispuesto a enfrentar lo que se venga, aunque la mirada seria de sus padres le impone muchísimo.
-Buen día madre, padre. -Soluciona saludar en primer lugar.
-Buenos días, Adrián. - Responden al unísono.
Quizá sea solo por los nervios del momento, pero eso se parece a esos interrogatorios que hacen en las películas, pero nadie daría más miedo que la mirada penetrante de sus padres. Su madre es quien rompe el silencio recientemente creado.
-Hemos venido hasta aquí, porque la situación se está saliendo de control.
-Yo... -Trata de defenderse, pero su padre le corta tajantemente.
-Eres el heredero de todo esto. - Dice estirando los brazos. - Eres el heredero de nuestras empresas, inversiones, de todo. Y vas por el mundo viviendo como si tuvieses diez años. Tienes 23. Y ya no vamos a tolerar tu comportamiento. -Su padre es contundente, preciso e inapelable. Se queda en silencio, pero su madre es la que toma la palabra.
-Somos una familia respetable, hacemos negocios en ámbitos sociales o familiares. La reputación de la familia es fundamental para cerrar varias inversiones. Tu padre y yo hemos trabajado durante toda nuestra vida, y ahora es tu turno.
-Pero mamá...- Nuevamente su padre le corto.
-No hay "peros". Esto es así. Mañana mismo viajarás a Perú y te encargaras del centro comercial "Golden Group".
-¿Que?.- Pregunta desconcertado.
-Lo que oíste, te encargaras de administrar el centro comercial, así vas aprendiendo algo de los negocios.
-Pero, yo tengo una vida aquí. Tengo amigos.
-No reconsideraremos, aceptar es lo mínimo que puedes hacer, Después de todo lo que has hecho, esto poco al comparar lo que, en verdad, debería estar sucediendo en este momento. No vamos a discutir contigo sobre esto, eres el heredero y debes comportarte como tal.