Angelo
Exactamente cinco meses han pasado desde que mi madre falleció, y su ausencia ha dejado un vacío inmenso en mi vida. Me resulta extremadamente difícil aceptar que ya no está a mi lado; me siento destrozado por dentro, como si una parte esencial de mí hubiera sido arrancada. Ella era mi madre, mi confidente, mi guía.
La extraño con todo mi ser; cada día siento la necesidad de escuchar sus palabras de aliento, sus consejos que siempre sabían cómo animarme y ayudarme a enfrentar los desafíos de la vida. Aunque tengo a mi padre a mi lado, quien ha estado allí para apoyarme en los momentos de tristeza y desánimo, a menudo encuentro que nada puede sustituir el calor y la sabiduría de mi madre. Ella era mi refugio, y su ausencia se siente como un profundo e irremplazable hueco en mi corazón. .
En este preciso instante, me encuentro frente al chico más guapo del mundo, y no puedo evitar que un profundo sonrojo se apodere de mi rostro. Sus ojos azules son tan intensos que me hipnotizan por completo, y me doy cuenta de que probablemente me veo ridículo, mirándolo como un tonto, sin haberle agradecido por su cautivadora presencia.
Consciente de mi torpeza, decido que es hora de expresar mi gratitud, así que, mientras él sigue fijando su mirada en mí, me armo de valor y le digo que se lo agradezco. Sin embargo, antes de que pueda continuar, él interrumpe con una sonrisa juguetona y comienza a hablarme:
—¡No me des las gracias por salvarte! Estoy dispuesto a ser tu guardaespaldas personal si lo necesitas— exclama, con un tono entre bromista y encantador. Luego, se da cuenta de que ha sido un poco impertinente y añade—: ¡Ups! Qué maleducado soy. Aún no me he presentado. —Me llamo Dante —y, con un guiño pícaro, me hace sentir aún más tímido ante su penetrante mirada. Su actitud desenfadada y su aire de confianza me hacen sentir tanto nervioso como emocionado, atrapado en un instante que quisiera prolongar para siempre.
No estoy seguro de lo que me sucede con este chico. En ese preciso instante, me encuentro al borde de decirle mi nombre, cuando de repente se acerca una mujer muy atractiva, que supongo es su madre.
Al acercarse, ambos nos miran con una gran sonrisa amable y ella pregunta:
— Cariño, ¿quién es tu amigo? — Él simplemente me observa con una sonrisa pícara y un guiño, mientras tanto, no puedo evitar morderme el interior del labio. Su mirada me pone nervioso y provoca que mi corazón empiece a latir con fuerza.
——Hola, me llamo Angelo, es un placer conocerte. Hasta tu hijo me ha defendido de unos chicos que siempre me molestan —le dije con cierto nerviosismo, mientras ella me sonreía con amabilidad. Luego, con un gesto tierno, comenzó a hablarme.
—Es un buen chico, aunque a veces es un poco rebelde. Pero no es mi hijo, es mi sobrino; sin embargo, lo quiero como si lo fuese. Estoy encantada de conocerte, Angelo. Yo me llamo Beatriz. Ahora me tengo que ir a la oficina, y Dante, te voy a entregar un folio con el horario de tus clases.
Mientras la escucho pienso que probablemente él era el nuevo alumno. Observo cómo le dice 'te quiero mucho', y me doy cuenta de que se abrazan antes de separarse, despidiéndose de nosotros y dejándonos a solas.
Una vez más, me quedo embobado observándolo. Mis mejillas se sonrojaron mientras él me mira con atención. En ese momento, percibo que este chico iba a cambiar mi vida completamente. Una sensación extraña se apoderó de mí; todo parecía indicar que mi mundo estaba a punto de dar un giro inesperado.
En lo más profundo de mi ser, siento una voz interna que me advierte que estoy a punto de enamorarme de él de manera total y absoluta. Esta sensación me lleva a imaginarme viviendo junto a él experiencias apasionantes y atrevidas, impulsadas por ese amor que parece estar despertando con fuerza en mi corazón.
Mi madre solía decirme que cuando el amor llegue a mi vida, tendré la oportunidad de vivir momentos extraordinarios, llenos de belleza y alegría, pero también enfrentaré situaciones difíciles y desafiantes. Me aconsejaba que el verdadero amor siempre se manifestará de manera genuina, como si llamara a mi puerta, invitándome a abrirme a esa experiencia tan especial. Ella creía en la dualidad del amor, recordándome que lo importante es estar preparado para recibir tanto lo bueno como lo malo que puede acompañar a una conexión profunda y auténtica.
Siempre tengo presente esas palabras que me resuenan en la mente. A veces, incluso he soñado con la esperanza de encontrar a alguien que me quiera tal como soy, aceptando cada una de mis cualidades y defectos. Sin embargo, a pesar de ese anhelo profundo, siento que no he llegado a conocer a la persona que realmente es adecuada para mí.
Estoy convencido de que mi corazón será quien me guíe en ese instante. Al mirar, me doy cuenta de que Dante me está observando con una expresión de preocupación. En ese momento, me detengo a reflexionar sobre las palabras que mi madre solía decirme, y siento una profunda añoranza por sus consejos en este preciso momento.
Mientras él se muerde el labio interior, yo me reduzco a mí mismo, adoptando una postura más discreta y casi sumisa ante su presencia. Siento que en este estado de humildad, tendré la oportunidad de estar cómodo y a gusto a su lado. Nos quedamos en un profundo silencio, envueltos en el suave canto de los pájaros que nos rodean. Lo miro y puedo notar que su expresión es pensativa, como si estuviera sumido en sus pensamientos. Además, en este momento de contemplación, se ve realmente encantador.
Después se da cuenta de que mi corazón empeza a latir con una rapidez inesperada, como si estuviera acelerándose sin control. La sensación era intensa, y podía sentir cómo cada pulso podía resonar en mi pecho, apremiante y enérgico, casi como un tambor que marca un ritmo frenético.
Respiro hondo, dejando que el aire llene mis pulmones mientras intento calmarme. Sin embargo, no puedo evitar que las pulsaciones de mi corazón se disparen, ya que él sigue mirándome fijamente con esa intensidad que me hace sentir que me estoy hundiendo en un abismo. Sus ojos, profundos y enigmáticos, parecen tener un magnetismo que me atrae irresistiblemente. Recuerdo que él me mencionó una vez que tras esa mirada cautivadora se oculta un mundo más profundo, un océano de emociones y secretos que anhelo descubrir. Con cada latido, siento que me acerco cada vez más a ese misterio, como si cada impulso de mi corazón me empujara a desentrañar lo que realmente esconde.
Ambos, en un ambiente de muta expectativa, no hemos cruzado palabra. Espero que ella se anime a hablarme, aunque debo admitir que empiezo a ponerme bastante nervioso al contemplar sus ojos marrones. Esos ojos tienen una forma de cautivar mi atención de una manera que me resulta difícil de sobrellevar.