A cambio de ti

estoy volviendo loco por él

Angelo

Permanezco totalmente hipnotizado por esa sonrisa cautivadora que no deja de dirigirse hacia mí. Mis ojos tampoco se apartan, ya que me ha hechizado desde el instante en que lo vi esta mañana. No puedo evitarlo, mientras Dante me regala una sonrisa que ilumina el ambiente, y siento que su encanto me atrapa aún más. De repente, su tía empieza a hablar, tratando de traernos de regreso a la realidad, pero Dante hace caso omiso a sus palabras y continúa mirándome con esa intensa mirada que me pone los nervios de punta. A pesar de la situación, mi padre se percata de la incomodidad en el ambiente y decide cambiar de tema mientras entramos a la casa.

Una vez dentro, nos dirigimos a la mesa, y al mirar la abundancia de deliciosos platillos que hay, me indican en qué lugar debo sentarme, y es especialmente claro que debo ponerme frente a Dante. Mientras mi padre se acomoda a un lado de su amiga, todos comienzan a servir y a disfrutar de la comida. Sin embargo, allí sentados, la mirada fija de Dante sigue posándose sobre mí, confundido por la intensidad de esa atención, no puedo evitar sentirme muy nervioso, así que decido tomar un sorbo de agua para intentar calmarme.

Durante la cena, Dante se ha quedado callado, tal vez esté un poco cansado. Por supuesto, veo que mi padre está hablando animadamente con la tía de Dante e incluso noto algo en sus ojos que nunca había visto desde la muerte de mi madre. Sin embargo, en la mirada de ella percibo que lo quiere como a un buen amigo, eso noto yo.

Por lo tanto, noto a Dante un poco distraído, así que decido preguntarle si le pasa algo.

-Durante la cena, Dante ha permanecido en silencio, quizás porque se siente un poco cansado. Por supuesto, he notado que mi padre conversa animadamente con la tía de Dante; incluso veo en su mirada algo que no había observado desde la muerte de mi madre. Sin embargo, en los ojos de ella percibo que siente por él un cariño más parecido al de un buen amigo, eso es lo que me parece.

Así que noto a Dante un tanto distraído, perdido en sus pensamientos, aunque de vez en cuando me lanza miradas. Decido entonces preguntarle si algo le inquieta.

—Dante, ¿te pasa algo? Te noto un poco ausente —le digo.

Él me observa con una expresión traviesa y, de repente, se levanta de la mesa de manera disimulada, se acerca a mí y, en un susurro que me hace estremecer de pies a cabeza, me revela:

—He soñado con algo que no logro quitarme de la cabeza y si quieres saber qué fue... —Se acerca aún más, casi rozando mis labios, su mirada fija en mí mientras se muerde los labios de una forma tan sensual que me hace sentir un cosquilleo.

Pero, en ese instante, una voz interrumpe nuestra conexión. Me vuelvo hacia la source de la interrupción y veo cómo un hombre se acerca a nosotros con una actitud agresiva; desde donde estoy, el olor a alcohol que desprende me resulta inmediato y abrumador. En ese instante, Dante experimenta una transformación profunda; sus ojos, que antes reflejaban incertidumbre, ahora transmiten una determinación nueva mientras sostiene mi mano con fuerza. Dirijo la mirada hacia mi padre, quien, con solo un gesto, parece comprender la situación. Su expresión sugiere que ha hallado una alternativa que podría suavizar el clima tenso que nos rodea.

En ese momento, la señora Beatriz se acerca a Dante y le entrega una llave. Le explica que se trata de una casa que ha alquilado para nosotros, un refugio temporal. Debemos ir allí y ella nos esperará, dándole un tierno beso en la frente. Sin embargo, de repente, un hombre comienza a hacerle insultos. El ambiente se torna aún más incómodo.

Dante, con una valentía inesperada, se interpone entre la señora Beatriz y ese hombre, dispuesto a protegerla. Parece ser su tío, lo que agrega otra capa de complejidad a la situación. No obstante, mi padre se hace presente en ese momento para calmar a las aguas, instando al hombre a que se tranquilice.

La señora Beatriz vuelve a instar a Dante a que nos vayamos, pero él se muestra reacio a dejar sola a su tía. Entiendo su preocupación, pero ella le lanza una mirada que contiene una mezcla de urgencia y tranquilidad. De pronto, Dante asiente con la cabeza hacia mi padre, indicándole que no la deje sola con ese hombre. En seguida, toma mi mano y subimos apresuradamente a su habitación, tal vez para recoger sus pertenencias.

Al entrar, Dante comienza a buscar algunas cosas esenciales y las coloca en su mochila, mientras yo, impulsada por la curiosidad, empiezo a explorar el lugar. Mi atención se detiene en una fotografía que retrata a Dante junto a un niño pequeño. En ese instante, él se posiciona a mi lado y, con un tono nostálgico, me revela que ese niño es su hermano. Su expresión se torna melancólica mientras sostiene la fotografía con ternura antes de guardarla con cuidado en su mochila.

Escucho su historia con atención, consciente de que han atravesado un sufrimiento inimaginable, tanto él como su hermano y la propia señora Beatriz. No puedo evitar sentir una profunda esperanza de que, en algún momento, logren reunirse con su hermano menor. Después de lo que parece una eternidad, finalmente salimos de la habitación y descendemos las escaleras, dejando atrás esa casa mientras el ambiente sigue impregnado de una tensión palpable.
En este instante preciso, estamos saliendo de su casa y caminamos hacia una moto que suponemos que le pertenece. La verdad es que me provoca cierto temor subirme a una moto.

Cuando finalmente él lo nota, decido ser sincero y confesarle mi inquietud. Antes de que pueda decir una palabra más, él me interrumpe, comentando que mi nerviosismo es bastante evidente. A pesar de esto, con un poco de vergüenza le digo:

—Sí, tengo miedo de montar en la moto —le confieso. Su rostro lucha por contener una risa, como si estuviera reflexionando sobre qué me daría más miedo, si la moto o él mismo.

—No te preocupes, nene, toma el casco y agárrate fuerte a mí. No temas, no nos va a pasar nada. ¿Confías en mí? —me dice, y yo asiento con la cabeza.




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