Narra Dante
Han pasado ya dos días desde la última vez que Angelo y yo nos vimos. Aquella noche, estuve a punto de rendirme a las ganas de besarlo, pero logré contenerme. Sin embargo, en su mirada se podía ver una mezcla de dudas, como si quisiera decirme algo importante, pero no pudo expresar nada durante todo el tiempo que estuvimos juntos.
A pesar de que yo me sentía muy relajado y cómodo, noté que él permanecía en silencio, como si estuviera sumido en sus pensamientos. La noche avanzó así, en un ambiente de tranquila complicidad, hasta que recibí una llamada de Beatriz, quien me dijo que debía regresar a casa para hablar conmigo. Lamenté tener que dejar a Angelo, así que lo acompañé hasta su casa.
Justo cuando estaba a punto de entrar, él me detuvo y me dijo estas palabras:
— Tienes una pizca de esperanza de que sea tu novio y muy pronto te diré mi decisión.
Me quedé sin palabras, sorprendido y procesando lo que acababa de escuchar. En ese momento, él se acercó y me dio un beso.
La emoción y la anticipación invadieron mis pensamientos mientras reflexioné sobre el momento que se avecina. Sentí un cosquilleo en el estómago, una mezcla de nervios y esperanza que me dio la pista de que algo especial está a punto de suceder. Desde hace un tiempo, he estado expresando sentimientos profundos por Angelo, y la idea de que él podría corresponderme me llena de expectativa.
Mis pensamientos vuelven una y otra vez a las conversaciones que hemos tenido, a las miradas cómplices y a los momentos compartidos que han ido cimentando nuestra conexión. En mi mente, visualizo el instante en que finalmente encuentre el valor para confesarle mis sentimientos, y cómo él, con una sonrisa sincera en el rostro, podría aceptar ser mi novio. Esa imagen me llena de una alegría desbordante, y no puedo evitar sonreír al pensar en lo que eso significaría para nosotros.
A la vez inquietante y emocionante. Sin embargo, la corazonada que tengo acerca de su respuesta me da fuerzas. Siento que estamos destinados a estar juntos y que este puede ser el comienzo de algo hermoso. Decidí que, pase lo que pase, lo intentaré, porque esta sensación extraordinaria que me recorre es demasiado fuerte como para ignorarla.
Justo ahora me encuentro en clase, tomando apuntes y organizando las materias del día. A pesar de que mis profesores me han asignado una gran cantidad de tareas a través de chat que debía completar , sorprendentemente logré terminar todas. Aunque, para ser honesto, conté con un poco de ayuda de Beatriz.
Mientras observo a Angelo desde esta perspectiva, me doy cuenta de lo concentrado que está; su expresión lo hace ver realmente atractivo y encantador. Por otro lado, Ivanna me lanza una mirada cargada de un ligero deseo.
Ante esto, la fulmino con una mirada intensa y amenazante, advirtiéndole que no se atreva a mirarme durante toda la hora que aún queda.
Durante la clase, el profesor nos proporciona explicaciones sobre los temas que aparecerán en los exámenes. Sin embargo, me resultan un poco complicadas de entender. A pesar de eso, me doy cuenta de que son más sencillas de lo que inicialmente pensaba. Aún así, creo que necesitaré un poco de ayuda. Mientras miro a Angelo, me doy cuenta de que ya tengo en mente a mi profesor particular. No puedo evitar sonreír al imaginar cómo reaccionará cuando le pida que sea mi profesor particular.
Al final de la clase, escuchamos el sonido del timbre que indicaba que había terminado la lección. El profesor nos ofrecen algunas explicaciones finales, asegurándose de que todos comprendieran los puntos importantes antes de finalizar. Después de eso, cada uno de nosotros cogimos nuestras pertenencias, guardando libros y cuadernos en nuestras mochilas. Acto seguido, empezamos a salir del aula, caminando tranquilamente por los pasillos del colegio. En ese momento, decido acercarme a Angelo y le planteo la idea de que se convirtiera en mi profesor particular, buscando su ayuda para estudiar antes de los exámenes
Él me observa con una expresión que parece indicar que no está muy dispuesto a ayudarme. Sin embargo, de manera inesperada, acepta convertirse en mi profesor particular. Me menciona que debemos estudiar ya sea en la biblioteca o en mi casa. Después de reflexionar un poco, sugiero que lo mejor sería hacerlo en mi hogar, ya que de esa manera podemos concentrarnos sin distracciones ni ruidos molestos.
Angelo me observa con atención mientras asiente con la cabeza. Después, nos dirigimos a la cafetería, donde hacemos nuestro pedido de comida. Con nuestras bandejas llenas, buscamos un lugar para sentarnos y encontramos el único sitio libre disponible; parece ser que Angelo siempre elige sentarse en ese lugar.
Mientras comenzamos a comer, la conversación fluye de manera animada entre nosotros. Nos reímos y compartimos chistes, disfrutando del momento. Sin embargo, en medio de la diversión, vuelvo a notar que Ivanna me está observando, con la misma expresión que había tenido en clase. Me pregunto por qué me mira tanto.
Ignorando a Ivanna, desvío mi atención nuevamente hacia Angelo. Él, claro, me observa con una expresión de celos que me parece encantadora. Esa mirada tan intensa y posesiva me provoca un impulso irresistible de pellizcarle las mejillas, pues me resulta tierno su comportamiento.
Mientras continúo disfrutando de mi comida, una sonrisa se dibuja en mis labios. Sin embargo, me doy cuenta de que Ivanna se está acercando hacia nosotros. Al acercarse, comienza a coquetearme de manera evidente. No puedo evitar expresar una mueca de fastidio, así que miro a Angelo, quien parece estar experimentando una fuerte oleada de celos, o al menos eso creo.
Ivanna, ignorando por completo el evidente desagrado que debía estar reflejando en mi rostro, se aproxima con su bandeja en mano y una sonrisa que intenta proyectar inocencia.
—¿Este asiento está ocupado? —pregunta, haciendo como si se dirigiera a Angelo, pero sus ojos están fijos en mí, desafiantes.