A cambio de ti

Disfrutando del tiempo con mi tía

Narra Dante

Han transcurrido tres años desde que tuve mi primera conversación como hombre con el padre de mi novio. Durante ese encuentro, estaba tan nervioso debido a su actitud tan protectora que sentí un temblor en todo mi ser. Recién ahí, recordé cómo solía comportarme con mi hermano, adoptando una postura igualmente protectora.

Siempre tengo a mi hermano pequeño en mente y me pregunto constantemente cómo estará, si estará comiendo bien, entre otras cosas.

Sus quince años están a la vuelta de la esquina y no puedo evitar desear que estemos juntos para poder celebrar ese momento tan especial. Me gustaría organizar una celebración inolvidable para él, llena de alegría y buenos recuerdos..

Mi tía se ha dado cuenta de que últimamente he estado un poco triste. Lo sé, y aunque no puedo saber cuáles son los nombres de las personas que han adoptado a mi hermano pequeño, pero he estado experimentando una sensación extraña que me ha estado avisando de que algo no está bien.
De repente, vienen en mi mente algunos recuerdos vívidos de cuando conocí a mi tía. Rememoro la maravillosa experiencia que viví al pasar tiempo con ella. Desde el instante en que nos mudamos, el ambiente que nos rodeaba se sentía acogedor, impregnado de una calidez que invitaba a la cercanía y a la intimidad. La sala de estar estaba adornada con fotografías familiares, que capturaban instantes llenos de alegría y risas, así como con recuerdos que evocaban momentos entrañables que habíamos compartido juntos. Todo ello creaba una atmósfera nostálgica que estaba en cada rincón de esa casa, haciendo que cada visita se sintiera como un viaje al pasado, lleno de amor y conexión.

En este momento, me encuentro en la parte trasera de la casa, disfrutando de un rato de diversión mientras juego al baloncesto con mi tía. La observo atentamente; ella está sentada tranquilamente, sumida en la lectura de un libro. Su fuerte carácter y sabiduría son las características que más la definen. Para mí, ella ha sido como una figura materna que nunca he tenido, y es una persona realmente importante en mi vida.

Desde el primer momento en que la conocí, sentí que había establecido una conexión especial con ella. Cada instante que comparto a su lado me envuelve en una cálida mezcla de amor y sabiduría, un tipo de vínculo que solo una tía puede ofrecer. Su presencia me brinda una sensación de confianza y seguridad que valoro profundamente.

Nos sentamos en el suave y acogedor sofá de su sala de estar, un lugar que invitaba a la conversación y la intimidad. A medida que nos sentábamos, comenzamos a dialogar sobre una variedad de temas que nos eran cercanos. Recordamos algunas anécdotas de nuestra infancia, esos momentos entrañables que siempre traen consigo una sonrisa y un brillo nostálgico en los ojos. Las historias familiares también salieron a relucir, relatos que habían quedado grabados en la memoria colectiva de quienes habían compartido esos momentos, y que se contaban con cariño y un toque de melancolía.

Al medida que la conversación fluía, comenzamos a compartir detalles sobre los acontecimientos recientes que habían marcado nuestras vidas. Hablamos de aquellos hitos que habíamos alcanzado y de los retos que nos habían puesto a prueba, desafíos que, de alguna manera, contribuyeron a definir quienes somos hoy. Las risas resonaban en la habitación, llenando el espacio de una atmósfera cálida y cómplice, donde cada uno se sentía a gusto y en confianza. Cada recuerdo que mencionábamos parecía evocar una chispa de alegría, haciendo que el tiempo se desvaneciera a nuestro alrededor, como si el mundo exterior se desdibujara y dejara de existir, aunque fuera solo por un momento. En ese instante compartido, la vida cobraba un sentido más pleno y profundo, enriquecida por la conexión y la camaradería que todos disfrutábamos.

Al caer la noche, regresamos el camino de regreso a casa, llevando en nuestros corazones una profunda sensación de gratitud por el tiempo que habíamos compartido. La conexión entre nosotros se había estrechado aún más, y me doy cuenta de que esos momentos juntos eran realmente invaluables. A medida que el día llegaba a su fin, se sintió la promesa de futuros encuentros, con la certeza de que siempre habría un rincón especial en mi corazón reservado para las enseñanzas y el amor que mi tía me había brindado.

con el corazón más liviano, pero no completamente en paz. Algo seguía presionándome el pecho… como si el universo me estuviera preparando para algo.

Me tumbo en la cama, dejando que el silencio me envolviera por completo, sintiendo cómo cada rayo de tranquilidad me rodeaba como una suave manta. Cerré los ojos durante un instante, permitiendo que la oscuridad detrás de mis párpados me sumergiera en una paz profunda. Respiré hondo, llenando mis pulmones de aire fresco, como si intentara absorber toda la serenidad del momento. Sin embargo, de repente, el inconfundible zumbido del teléfono interrumpió esa calma, rompiendo la atmósfera de quietud que había logrado crear a mi alrededor.

Un número desconocido aparece en la pantalla de mi teléfono. Sentí una punzada de duda recorriendo cada parte de mi ser. Mi primer instinto fue dejar que el timbre sonara sin más, ignorando su insistente llamado. Sin embargo, había algo en lo profundo de mí, una voz gutural que me obligaba a contestar.

—¿Hola?—Respondo con cierta duda.

—¿Dante?—la voz al otro lado de la línea era suave y femenina. Se notaba una mezcla de nerviosismo y cortesía en su tono—. Disculpa que llame tan tarde. Soy Laura, trabajadora social del área de adopciones.

En ese instante, mi cuerpo reaccionó. Una ola de tensión se apoderó de mí, y me senté de golpe en la cama, como si una fuerza invisible me hubiera empujado hacia la verticalidad.

—Sí... soy yo. ¿Qué ocurre?—Pregunto, tratando de mantener la calma, aunque mi corazón latía con fuerza.

Un silencio breve y casi palpable se instaló entre nosotros, como si el aire se hubiera vuelto denso.




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