A ciento vente latidos

Capítulo 6 — "Cosas que No Entiendo"

LEX

Estábamos terminando de instalar las nuevas lámparas cuando Ben rompió el silencio.

—Ya sé quién era.

Me giré apenas, sin dejar de atornillar la base metálica.

—¿Quién?

Ben sonrió como si tuviera un chisme jugoso en la boca.

—La chica gordita. Se llama Catalina Flores.

Troy soltó un silbido bajo.

—¿Flores? ¿La del mural de la exhibición?

Ben asintió.

—Esa misma. Escuché que la contrataron para pintar un coche especial para la Expo de Carreras. Y también para hacer un mural en el circuito nuevo.

Marcus levantó las cejas, impresionado.

—¿La contrataron a ella? Debe ser buena entonces.

—Dicen que es rara —agregó Ben, encogiéndose de hombros—. Que nadie se le acerca porque es… diferente.

—¿Diferente cómo? —preguntó Troy, curioso.

Ben hizo un gesto vago con la mano.

—No sé, cosas de autistas o algo así.

Solté el destornillador, el metal haciendo un sonido hueco al caer sobre la mesa.

—¿Qué mierda es eso? —pregunté, mi voz baja.

Todos se voltearon a mirarme.

Ben parpadeó.

—¿Qué cosa?

—Autista —dije, cortante—. ¿Qué significa?

Se miraron entre ellos, como si no supieran cómo explicarlo.

Finalmente, Marcus habló.

—Es una condición. No sé mucho, pero creo que... las personas autistas ven y sienten el mundo diferente. Les molestan los ruidos fuertes, los lugares con mucha gente... a veces no entienden bien las bromas o las expresiones.

—Son... sensibles —añadió Ben, como si eligiera las palabras con cuidado—. Pero no tontos, ni nada. Es más como si su cerebro funcionara de otra forma.

Fruncí el ceño.

La imagen de Cat abrazando su mochila me golpeó de nuevo.
La forma en que se había encogido con el sonido de la moto rugiendo.
Su expresión perdida cuando había demasiado ruido.

No era simplemente tímida.

Era algo más.

Ben siguió hablando, ajeno a mi creciente enojo.

—Igual, no sé qué tan buena idea es tener a una chica así aquí. Si de por sí este lugar es un manicomio...

Marcus soltó una risa incómoda.

—Sí, se va a volver loca.

Me giré hacia ellos, todo el cuerpo en tensión.

—Cállense.

El silencio fue brutal.

Troy dejó caer el martillo que tenía en la mano.

Ben alzó las manos, confuso.

—¿Qué? No dije nada malo.

—La estás llamando loca —dije entre dientes.

Ben frunció el ceño.

—No dije loca, dije que se podría volver loca en este lugar. Es diferente.

Di un paso hacia él.

Marcus puso una mano en mi pecho, intentando detenerme.

—Ey, ey, tranquilo, Lex. No vale la pena.

Ben resopló, molesto.

—¿Qué te pasa? —me preguntó—. No es como si fuera tu novia.

Mis puños se apretaron.

Ni siquiera sabía por qué me estaba cabreando tanto.

No era mi problema.
No era mi chica.

Y aun así, la sola idea de que hablaran de ella así me hervía la sangre.

Me obligué a retroceder un paso.

A tragarme las ganas de romperle la cara a Ben.

—No vuelvas a hablar de ella así —dije, la voz dura como el acero.

Ben se encogió de hombros, incómodo.

—Está bien, hombre. Relájate.

Me agaché para recoger el destornillador.
Volví al trabajo.

Pero mi mente seguía atrapada en las palabras que había escuchado.

Autista.
Sensibilidad al ruido.
Diferente.

Y, por primera vez en mucho tiempo, quise entender algo que no tenía que ver con motores, peleas o carreras.

Quería entenderla a ella.




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