LEX
Salí del taller, incapaz de soportar el aire denso dentro.
La luz del atardecer se filtraba entre las paredes, creando sombras largas y angulosas sobre el suelo. Yo estaba tan acostumbrado a los sonidos del taller, al murmullo de los motores, al rugir de los autos, que el silencio me aplastó de una manera que no entendía.
Me apoyé contra el costado de la pared, respirando de manera irregular.
¿Es eso lo que era?
¿Un imbécil?
¿Un tipo que no sabía cómo manejar las cosas que pasaban a su alrededor?
Porque, al final, eso era lo que me estaba pasando. Cada vez que me acercaba a ella, la sensación de incomodidad se apoderaba de mí. Y aunque intentaba justificarlo con excusas como que era solo una niña rara, una chica diferente, la realidad era otra.
Cat… había estado allí, en ese espacio.
Pintando con una dedicación que me hizo querer quedarme quieto, solo para observarla más.
Pero luego, Nate había tenido que meter la pata con sus comentarios estúpidos. Y lo peor fue que, en el fondo, no era solo Nate quien se había reído de ella. Yo también lo hice.
Me golpeé la frente contra la pared.
Maldita sea.
No entendía nada de lo que estaba sintiendo, y menos aún cómo debía actuar. Siempre había sido un tipo frío, controlado, alguien que mantenía su distancia. Pero Cat… Cat había sacado algo en mí que no sabía cómo manejar.
Me hacía sentir cosas que no estaba listo para reconocer.
El pensamiento de haberla dejado sola allí, vulnerable, después de todo lo que había dicho Nate, me carcomía por dentro.
Maldito idiota.
Me levanté de la pared, caminé por el pasillo del taller, incapaz de quedarme quieto.
Tenía que hacerlo.
Tenía que disculparme.
La puerta del taller estaba abierta, pero yo no podía cruzarla. No sabía cómo decirlo. Cómo explicarle que lo de Nate no había sido una broma inocente. Que, en el fondo, me molestaba más a mí que a ella.
Pero aún así… no podía.
¿Sería suficiente si simplemente lo decía?
¿Si le decía que no me importaba lo que pensara Nate?
¿Que lo que realmente me molestaba era que se sintiera mal por algo que, a fin de cuentas, no era su culpa?
Respiré hondo, levantando la mirada hacia el techo.
¿Qué estaba pasando conmigo?