A ciento vente latidos

Capítulo 13 — "Silencio Casi Imposible"

LEX

El día pasó lentamente.

La luz del sol se fue desvaneciendo, y los motores seguían rugiendo en los rincones del taller. Yo permanecí allí, cerca de la puerta, pero no hice nada. Ni un solo paso hacia adentro. Nada.

Sabía que Cat seguía trabajando. Podía escuchar el suave sonido del pincel contra la pintura, el susurro casi inaudible de sus movimientos.

Había algo en esa quietud que me desarmaba, algo en cómo se dedicaba al mural como si no estuviera en el mismo mundo que todos los demás.

Me senté sobre una de las mesas del taller, las manos sobre las rodillas, y la cabeza entre las manos. Estaba atrapado en un bucle de pensamientos, demasiados para procesar. La rabia y la incertidumbre me recorrían.

—Vamos, Lex —me dije en voz baja, casi como si hablara con un extraño—. Solo entra y dile algo. ¿Qué puede salir mal?

Pero algo en mi interior me seguía diciendo que no era tan sencillo. Que si entraba, ¿qué le iba a decir? ¿"Lo siento"? ¿"¿Estás bien?"? ¿Y si la hacía sentir peor? Si le recordaba lo mal que lo había hecho el resto del mundo... sería igual que todos los demás.

Así que simplemente me quedé allí, observando.

Cada vez que lo pensaba, el nudo en mi estómago se apretaba más.
¿Por qué todo esto me molestaba tanto?

Pasaron minutos, tal vez horas, hasta que escuché el sonido de pasos acercándose.
Era ella.

Cat, con su cabello recogido en una coleta desordenada, con manchas de pintura en su camiseta, pasó por la puerta sin verme. Estaba tan concentrada que ni siquiera levantó la vista.

Vi cómo caminaba hacia el estante donde había dejado sus cosas, recogiendo algunas herramientas.

Y en ese momento, me di cuenta de algo: ella ni siquiera había notado que había estado allí todo el tiempo.

Cat no se dio cuenta de que no había dejado el taller. No se dio cuenta de mi mirada fija en ella, del modo en que había estado observando cada uno de sus movimientos. Para ella, yo no era más que una sombra.

Y, de alguna manera, eso me dolió.
Duele más de lo que quiero admitir.

En ese preciso momento, quise acercarme a ella, pero algo me frenó. ¿Qué iba a hacer? ¿Decirle que sentía que la había dejado sola? ¿Decirle que me molestaba la forma en que Nate le había hablado, pero no sabía cómo decirlo sin empeorar las cosas?

¿De qué me serviría eso?

Así que me quedé allí, en silencio, observándola a lo lejos.

Y no pude hacer nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.