LEX
La ausencia de Cat en el taller comenzó a afectarme más de lo que quería admitir. Los primeros días me concentré en el trabajo, intentando mantenerme ocupado para no pensar en ello, pero la incomodidad crecía con cada hora que pasaba. Sabía que algo no estaba bien.
El taller se había vuelto insoportable sin ella. La gente hablaba más de lo que solía hacerlo, sus risas y bromas me ponían de los nervios. No podía concentrarme. El ruido me molestaba más de lo habitual, y los chicos me miraban raro cuando, sin motivo, les gruñía para que se callaran.
Sabía que era por Cat. Sabía que, de alguna manera, su ausencia me estaba volviendo loco. No me lo explicaba, pero algo en mi interior me decía que no podía soportar estar sin saber cómo estaba.
Las noches se alargaban sin su presencia en el taller. La sentía, aunque no la veía.
CAT
El teléfono en mi mano vibró, y cuando vi las notificaciones, la preocupación se instaló en mi pecho. La gente no dejaba de hablar de mí. Después de todo lo que pasó, los rumores no se habían detenido. Sabía que el video seguía circulando, y eso me hacía sentirme atrapada en una red de angustia. No quería volver al taller. No podía soportar las miradas ni las bromas.
Mi hermana me lo había advertido. Me dijo que tomara el tiempo que necesitaba para sanar, para no escuchar las opiniones de los demás. Pero el vacío que había dejado mi ausencia en el taller no hacía más que crecer.
Finalmente, después de una semana, decidí que era el momento de regresar.
LEX
Era una mañana gris cuando, mientras hablaba con Ben sobre unos nuevos diseños para el taller, la vi. Cat estaba ahí, en la entrada, con la capucha puesta, como si intentara ocultarse. Su paso era lento, inseguro, como si dudara de cada paso que daba.
Lo primero que noté fue cómo su rostro estaba parcialmente cubierto por la capucha, y su cuerpo parecía encogido, como si no quisiera que la vieran. En cuanto entró, se desvió rápidamente hacia el área donde pintaba, pero todos los ojos estaban en ella.
Sentí un extraño retortijón en el estómago, y una mezcla de alivio y frustración invadió mi pecho. La había extrañado. Y me molestaba, más que nada, el saber que estaba escondiéndose, como si tuviera miedo de lo que dirían.
Mis pasos fueron automáticos, casi inconscientes, y antes de darme cuenta, me acerqué a ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? —mi voz salió más áspera de lo que quería.
Cat se detuvo en seco, levantando la mirada hacia mí, pero su rostro estaba tan cubierto que solo pude ver sus ojos. Esos ojos que, de alguna manera, me tranquilizaban y me alteraban a la vez.
—¿Qué quieres? —su voz sonaba tensa, como si estuviera a punto de quebrarse en cualquier momento.
"¿Por qué no me miras?" La pregunta salió de mi boca sin que la hubiera planeado.
Cat bajó la mirada, evitando mi contacto visual. Su cuerpo estaba rígido, y pude ver que sus manos temblaban ligeramente.
—No estoy aquí para hablar de eso. —Su tono se volvió más firme, aunque vacilante, mientras seguía mirando al suelo.
Sin pensarlo, la tomé del brazo, intentando no ser brusco, pero la presión en mi pecho crecía. Necesitaba saber qué estaba pasando.
—Mira, no tienes que esconderte. —La miré a los ojos, pero ella seguía evitando mi mirada. —No tienes que hacerlo.
Hubo un largo silencio, y el ruido del taller parecía desvanecerse mientras el aire entre nosotros se tensaba.
—Lex, no quiero que me miren. —Finalmente, murmuró, y su voz sonó tan vulnerable que me hizo sentir como si estuviera destruyéndola con solo estar cerca.
Mis dedos se apretaron alrededor de su brazo por un segundo, luego la solté lentamente. Lo entendí. Sabía que estaba pasando por algo más, algo que yo no comprendía por completo.
—Cat… —mi voz era baja, más suave que nunca—. Lo siento.
Ella levantó la mirada un poco, como si lo pensara, pero al final solo asintió y continuó caminando hacia su espacio de pintura. Yo me quedé allí, mirando cómo se alejaba, sin saber si debía seguirla o darle el espacio que claramente necesitaba.