A ciento vente latidos

Capítulo 22 — "Instinto"

LEX

El frío no me molestaba.
Tampoco el ruido de los motores arrancando, ni las carcajadas idiotas de los demás.

Mi mente estaba concentrada en una sola cosa.

En ella.

Cat estaba de pie cerca de la pista improvisada, con la bufanda subida hasta la nariz y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta gigante, mirándonos como si estuviera en otro mundo.

Jodidamente vulnerable.

Y eso me ponía los nervios de punta.

—¿Listos, idiotas? —gritó Nate, montándose en uno de los buggys y golpeando el techo con la mano—. ¡El último en llegar es un maldito perdedor!

La nieve voló cuando las ruedas patinaron.
Ben, Owen, y el resto arrancaron a toda velocidad, esquivándose unos a otros, riendo y gritando.

Yo monté la moto de nieve sin prisas.
No tenía ninguna puta intención de competir.

Pero entonces vi a Owen, un novato imbécil, derrapar demasiado cerca de donde estaba Cat.

El buggy se descontroló por un segundo, girando de costado en dirección a ella.

Jodido imbécil.

—¡Cat! —grité, antes siquiera de pensarlo.

Solté la moto en medio del camino y corrí.
La nieve se abría bajo mis botas, mis piernas impulsándome como si el mundo dependiera de ello.

Ella no se movía.
Se había congelado, sus ojos enormes y asustados, mirando el buggy que se acercaba como una bala.

No lo pensó. No podía.

Era una reacción.
Una sobrecarga.

Llegué justo a tiempo.

La agarré de la cintura y la levanté como si no pesara nada, rodando con ella en la nieve.
Sentí su cuerpo apretado contra el mío, su respiración entrecortada en mi oído.

El buggy pasó rugiendo a centímetros de nosotros.

Hubo gritos.
La gente corrió hacia nosotros.

Pero yo solo tenía espacio para ella.

La solté despacio, asegurándome de que estaba ilesa.
Tenía la cara roja del frío y los ojos llenos de lágrimas no derramadas.

Pero estaba viva.

—¿Estás bien? —pregunté, mi voz más áspera de lo que quería.

Ella asintió, temblando.

Me levanté y me giré hacia Owen, que había frenado a unos metros, pálido como un cadáver.

Me quité los guantes mientras caminaba hacia él.

—¡Lex, no fue a propósito! ¡Se me resbaló el volante! —se defendió, levantando las manos.

No me importaba.

Lo golpeé de un puñetazo en la cara antes de que pudiera seguir hablando.

Owen cayó de culo en la nieve, gimiendo.

—La próxima vez —gruñí, inclinándome sobre él—, si no sabes controlar tu maldito coche, no te subas a uno.

Los demás intentaron separarme, pero no me importó.
No me importaba nada excepto el sonido de la respiración de Cat detrás de mí, volviendo a la normalidad.

No podía explicar por qué.
No podía admitirlo.
Pero protegerla se sentía... necesario.

Instintivo.

Como respirar.




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