A ciento vente latidos

Capítulo 24 — "Gracias, supongo"

CAT

La nieve crujía bajo mis botas mientras apretaba la bufanda alrededor de mi cuello, la misma que Lex me había lanzado —sin decir una sola palabra— unas horas antes.
La misma que aún olía un poco a él.

Y eso me tenía... confundida.

Mucho.

Porque Lex no era el tipo de persona que hiciera cosas amables. No de forma abierta. No de forma tan... evidente.
Y sin embargo, aquí estaba yo, caminando hacia él con la bufanda enredada hasta la nariz, apretando los dedos contra la costura de mis guantes, planeando en mi cabeza las palabras exactas que debía decir.

“Gracias.”
Simple. Corto. Sin mucha emoción para no hacerlo sentir incómodo.

Podía hacerlo.

Claro que sí.

Lo vi apoyado contra su moto de nieve, ajustando algo en el motor como si fuera lo único importante en el universo.
Sus hombros anchos cubiertos por la chaqueta negra, su cabello despeinado por el viento, los audífonos colgando alrededor de su cuello.

Estaba completamente en su mundo.

Y yo…
Yo estaba a punto de invadirlo.

Me acerqué despacio, mis pasos casi silenciosos.
Cuando estuve lo suficientemente cerca, inhalé hondo, cerré los ojos un segundo para juntar valor... y hablé.

—Uh… Lex.

Él no levantó la cabeza, pero sus manos se detuvieron.

—¿Qué? —gruñó, sin mirarme.

Tragué saliva.

Mis palabras salieron atropelladas.

—S-solo quería decir… gracias. —Apreté más las manos en los guantes—. Por la bufanda. Y por los auriculares en el autobús. Y… y por lo de antes también.

Lex siguió agachado, como si no me hubiera escuchado.

Mis mejillas ardieron.

Estúpida.
¿Por qué pensaste que querría oír eso?

Estaba a punto de dar media vuelta, cuando lo oí murmurar, muy bajo, casi como si se obligara a hablar:

—No fue nada.

No sabía si eso era una respuesta... o un desaire.

Antes de que pudiera decir algo más, Lex se incorporó lentamente, mirándome por primera vez.
Sus ojos, esos ojos oscuros e intensos, se detuvieron un segundo demasiado largo en mi cara.

O en la bufanda.

O tal vez en ambas cosas.

—Deja de agradecer por estupideces —gruñó al final, apartando la mirada como si le costara trabajo sostenerla—. No me gustan esas mierdas.

Sentí que algo en mi pecho se desinflaba.

Pero antes de que pudiera empezar a sentirme mal, Lex añadió, en voz aún más baja:

—Si alguien vuelve a molestarte… me avisas.

Mis ojos se abrieron un poco más.

¿Acaso…?

¿Era su forma de decirme que me iba a proteger?

Mi garganta se cerró un poco, pero logré asentir, torpe.

—Está bien.

Él asintió una vez, breve, casi imperceptible, como si acabara de hacer un trato de vida o muerte.

Y luego, sin darme tiempo a decir nada más, se giró y volvió a concentrarse en su moto, como si yo no existiera.

Como si no acabara de prometerme, de una manera extraña y retorcida, que estaría de mi lado.

Como si no importara.

Pero para mí…

Sí importaba.

Mucho.

Más de lo que debería.

Apretando la bufanda contra mi pecho, me alejé, sabiendo que esa pequeña conversación se había grabado en mi memoria como una pintura recién terminada.

Frágil.
Única.
Irrepetible.

Y, por primera vez en mucho tiempo, sonreí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.