LEX
El peso de la medalla era ridículo.
Nada comparado con la furia que seguía golpeándome dentro.
No me detuve a celebrar.
No choqué los cinco con nadie.
No sonreí para las fotos.
Caminé derecho hacia donde estaban los del equipo contrario, todavía quitándose los cascos, riéndose como idiotas.
—Ey. —gruñí, deteniéndome frente a ellos.
Los tres levantaron la vista.
—¿Qué quieres, campeón? ¿Otra vuelta? —se burló uno.
No le respondí.
Le di un puñetazo directo a la mandíbula.
El tipo cayó como un saco de papas.
Los otros dos ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar.
Le metí un codazo a uno en el estómago y un derechazo al otro en la nariz.
Gritos.
Caos.
—¡Lex, joder! —escuché a Nate gritar.
Pero no me importaba.
Ellos se lo buscaron.
Ellos se burlaron de Cat.
Y eso... eso no se perdonaba.
Cuando uno de ellos intentó ponerse de pie para lanzarse contra mí, todo el maldito equipo de mi lado corrió como una estampida.
Nate, Ben, incluso Max —el que siempre decía "no violencia, paz y amor"— se tiraron encima de los del otro equipo.
Puños volando.
Patadas.
Insultos.
—¡Esos bastardos se metieron con nuestra pintora! —gritó Ben mientras esquivaba un golpe.
—¡Por Cat, carajo! —rugió Nate.
**
Mientras tanto, en una esquina del caos...
**
CAT
Me encogí en el banco, abrazando mis piernas, sintiendo cómo la ansiedad empezaba a apretar mi pecho.
Demasiado ruido.
Demasiados gritos.
Quería taparme los oídos, desaparecer, irme de ahí...
—Shh... tranquila, pequeñita.
La voz calma y profunda del jefe me sacó de mi espiral.
Se sentó a mi lado como si nada pasara.
Sin prisa, sin nervios.
Sacó unos auriculares grandes de su chaqueta y, con una suavidad inesperada, me los puso en las orejas.
El mundo se silenció.
Instantáneamente.
Respiré hondo.
Él sonrió.
—Así está mejor, ¿eh? —dijo, aunque yo apenas le escuchaba.
Me limité a asentir.
El jefe cruzó los brazos detrás de la cabeza, mirando cómo nuestros corredores se tiraban a golpes contra los otros.
No parecía preocupado.
Ni un poco.
—¿No vas a detenerlos? —pregunté, quitándome un auricular para escuchar su respuesta.
Él soltó una carcajada grave.
—¿Y por qué haría eso? —se encogió de hombros—. Se metieron contigo. Deben aprender que nadie toca a uno de los nuestros.
Abrí los ojos, sorprendida.
—¿Uno de los nuestros...?
Él me miró de reojo y sonrió como un lobo viejo.
—Claro. —Se inclinó un poco hacia mí, en confianza—. ¿O creías que sólo viniste a pintar? Mmm... no, gatita. Desde que pusiste un pie en nuestro taller, eres parte de la manada. Y la manada protege.
Me quedé sin palabras.
Mi pecho, que antes estaba apretado por la ansiedad, ahora se sentía... cálido.
A salvo.
—No te preocupes. —añadió, volviendo a recostarse—. Yo me encargo de limpiar todo esto después. Tú, sólo sigue dibujando... y sigue confiando en ese bruto de Lex.
—¿Confiar en Lex? —pregunté bajito, dudosa.
Él soltó otra carcajada.
—Créeme. —Se acomodó el sombrero—. Si supieras lo que ese idiota ha hecho por ti sin que nadie se entere... te derretirías como helado al sol.
Me tapé la cara con las manos, sintiéndome roja hasta las orejas.
Mientras tanto...
**
LEX
Cuando me di cuenta, uno de los organizadores estaba intentando separar la pelea.
—¡Suficiente! ¡Suficiente!
Nate jadeaba. Ben tenía el labio partido.
Yo solo me sacudí el polvo de la chaqueta.
—¿Valió la pena, campeón? —preguntó Ben con una sonrisa de sangre.
Lo miré de reojo.
Pensé en Cat.
En su carita escondida detrás de esa bufanda.
En su miedo en el ascensor.
En sus ojos enormes mirándome cuando crucé la meta.
Sonreí apenas.
—Más de lo que imaginas.