LEX
Apenas salí de la cabaña donde había dejado a Cat descansando, me encontré con Nate apoyado contra la pared, esperándome con una sonrisa de idiota que no me gustaba nada.
Y menos cuando vi a los demás del equipo asomándose detrás de él, algunos con sonrisas aún peores.
Mierda.
—¿Y bien? —preguntó Nate, cruzándose de brazos—. ¿Ya dejaste a tu noviecita bien cómoda?
El eco de su voz retumbó en el pasillo.
Me detuve en seco.
Sentí cómo la sangre me subía a la cabeza.
—No es mi novia, imbécil. —solté de inmediato, demasiado rápido, demasiado brusco.
Nate soltó una carcajada, dándome un codazo en las costillas.
—Ajá, sí, claro. Entonces la cargaste estilo princesa por pura... eficiencia.
—¡Exacto! —gruñí—. No podía caminar, ¿qué querías que hiciera? ¿Dejarla ahí tirada como un saco de papas?
Ben asomó la cabeza por detrás de Nate.
—Conociéndote, sí.
—¡Cállate, Ben! —ladré.
Ellos se rieron más fuerte.
Yo apreté los puños, sintiendo el calor subiéndome por el cuello. ¿Por qué carajos me importaba tanto lo que decían?
Nate se inclinó hacia mí, sonriendo como si supiera un maldito secreto.
—Te estás ablandando, Lex. —canturreó—. En una de esas te vemos comprando flores y escribiendo poemas.
—¡Te voy a partir la cara! —bufé, avanzando hacia él.
Nate se echó a reír, esquivándome.
—Tranquilo, Romeo. Solo bromeábamos.
Me di la vuelta malhumorado, caminando hacia fuera antes de hacer una estupidez.
Los escuché seguir riéndose a mis espaldas, pero los ignoré.
O lo intenté.
Porque la verdad era que todavía podía sentir el calor del cuerpo de Cat contra el mío.
Su risa bajita.
Su mirada dulce.
Maldición.
Algo en mí estaba cambiando, y no sabía si me gustaba o me aterraba.
CAT
Mientras tanto, en su habitación, Cat estaba sentada junto a la ventana, su cuaderno de bocetos apoyado sobre sus piernas.
El cielo afuera se pintaba en tonos naranjas, rosas y violetas.
Perfecto para lo que quería dibujar.
Su lápiz se movía con suavidad, casi como una caricia, capturando el atardecer.
Entre líneas y colores, su mente se perdía.
Hasta que, sin darse cuenta, empezó a dibujar algo más.
Unas botas negras.
Unos pantalones oscuros.
Una chaqueta gruesa.
Y una figura alta, de brazos fuertes...
sosteniéndola.
Cat se detuvo.
Miró su dibujo, sonrojándose.
Y sonrió pequeñito, como si guardara un secreto precioso solo para ella.