A ciento vente latidos

Capítulo 37 — "Algo raro"

CAT

El desayuno había pasado en una mezcla de conversaciones y risas que yo apenas escuchaba.
Me concentré en la comida que Lex había puesto frente a mí, agradecida aunque no entendía muy bien por qué sabía exactamente qué cosas podía comer y cuáles no.

Cuando terminé, me quedé allí, sentada, observando todo como desde lejos.

Me gustaba ver a la gente cuando no me miraban.
Podía estudiar sus gestos, sus movimientos.
Era como pintar en mi cabeza.

Vi a Lex apoyado contra la pared, los brazos cruzados, observando a todos como si estuviera juzgándolos silenciosamente.
A veces su ceño se fruncía, a veces parecía perdido.

Y cuando yo lo miraba, él... bajaba la vista o fingía que no estaba pasando nada.

Algo estaba raro.

Él nunca había sido así.
Nunca había sido... amable.

No me malinterpretaba: Lex no era malo.
Pero era duro. Frío. Directo.
Ese tipo de personas que parecían construidas de piedra.

Sin embargo... ahora me había dado auriculares, una bufanda, un desayuno especial...

Y en el autobús... recordé vagamente cómo me había puesto los auriculares sobre las orejas mientras yo me escondía en la capucha de mi abrigo.
Recordé sus dedos, tocándome apenas, como si tuviera miedo de romperme.

Mi corazón dio un pequeño salto extraño.

Bajé la mirada rápidamente a mis manos.

No, no, no.
Seguro era porque se sentía culpable.
Quizás porque había visto mi crisis en el video.
O porque el jefe se lo había ordenado.

Eso era.

Decidí levantarme y caminar lentamente hacia la salida.
Hoy iban a preparar los autos para la carrera sobre nieve, y yo quería ver todo el proceso, aunque no pudiera participar en la mecánica.

Me dolía un poco el tobillo, pero ya podía caminar.

Mientras avanzaba, escuché pasos tras de mí.
Pasos pesados.
Pasos que conocía.

Me giré un poco y vi a Lex acercándose.
Sus cejas fruncidas, su boca apretada en una línea firme.

¿Vas al garaje? —preguntó, su voz baja y ronca.

Asentí.

Yo también. —Se rascó la nuca, como si odiara lo que estaba diciendo—. No te vas a perder o algo... ¿verdad?

Negué otra vez, confundida.

Él gruñó algo que no entendí y se puso a caminar a mi lado, sus manos metidas en los bolsillos, su chaqueta negra agitándose con el viento frío.

Y de alguna forma... aunque no dijo más nada... me sentí un poco más segura.

Más acompañada.

Aunque no sabía por qué.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.