POV Lex
Me apoyé en la barra de la cocina, apretando la botella de agua en la mano.
Idiota.
Eres un maldito idiota, Lex.
No tenía idea de por qué había salido huyendo como si me persiguiera el diablo.
Solo... lo sentí.
Ese cosquilleo en la mejilla.
Ese maldito calor en el pecho.
Cat me había sonreído.
Pequeñito.
Dulce.
Sincero.
Y yo, en vez de quedarme, en vez de decir algo, me escapé como un cobarde.
Desde donde estaba, podía verla en el sofá.
Sentada, encorvada, abrazando su cuaderno como si fuera su escudo.
Ya no sonreía.
Su mirada estaba fija en algún punto invisible, perdida.
Sus dedos jugaban con la esquina de la libreta, nerviosos.
Sus hombros, siempre algo tensos, ahora parecían más pequeños.
¿Qué carajos pasó?
¿La asusté?
¿La hice sentir incómoda?
Me revolví el cabello, frustrado.
Nunca supe lidiar con la gente.
Pero Cat… Cat era diferente.
No era ruidosa.
No invadía mi espacio.
No me exigía sonrisas ni respuestas inmediatas.
Ella simplemente... estaba.
Y ahora parecía más triste de lo que jamás la había visto.
Sentí un puñetazo invisible directo en el estómago.
Me odiaba por eso.
Por hacerla sentir así.
Tragué saliva, molesto conmigo mismo, y apreté más fuerte la botella hasta que crujió.
No sabía cómo acercarme.
No sabía cómo arreglarlo.
Pero una cosa estaba clara en mi mente, con más certeza que nunca:
No quería volver a ver esa tristeza en sus ojos.
Nunca más.