A ciento vente latidos

Capítulo 49 "Cosas pequeñas"

Lex

El aire frío me golpeó la cara apenas salimos.
La nieve crujía bajo nuestros pies.
Cat caminaba despacio, dejando pequeñas huellas como si fuera parte del paisaje, casi demasiado delicada para estar allí.

No decía nada.
Yo tampoco.

Apreté las manos en los bolsillos de mi chaqueta, tratando de encontrar algo que decir, algo que no sonara como un completo imbécil.

Ella miraba todo.
El cielo.
Las ramas cubiertas de escarcha.
El suelo helado.

Como si todo fuera digno de ser admirado.

—¿Te gusta la nieve? —escapé antes de pensar.

Ella parpadeó, como sorprendida de que le hablara.

—Me gusta verla caer —murmuró—. Parece que el mundo... se detiene.

Sonreí apenas, sin que ella lo notara.

Me detuve junto a un pequeño árbol.
Las ramas cargadas de nieve temblaban ligeramente con el viento.

Cat estiró la mano con cuidado, tocando una ramita, tan suave que apenas la movió.
Se rió por lo bajo cuando un montoncito de nieve cayó sobre sus dedos.

Su risa era bajita, como una campanita lejana.

Me sentí un poco como un estúpido por pensar que quería escucharla de nuevo.
Una y otra vez.

—Me gusta el color del cielo ahora —dijo de repente, mirándolo—. Es como un azul que no existe en los lápices de colores.
—¿Azul que no existe? —pregunté, medio divertido.

Ella asintió, seria.

—Siempre quise inventar colores nuevos —explicó—. Colores que sólo yo pudiera ver.

No supe qué decir a eso.

¿Quién carajos pensaba en cosas así?
¿Quién miraba el cielo y pensaba en inventar colores?
¿Quién tocaba una rama con tanta suavidad como si pudiera lastimarla?

Ella.

Cat.

Y me estaba jodiendo la cabeza más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—¿Qué nombre le pondrías? —pregunté, la voz un poco más baja.

Ella inclinó la cabeza, pensativa.

—No sé —sonrió—. Tal vez... Azul Cat. Porque sería mío.

Me reí, no pude evitarlo.
Un sonido ronco, torpe.
Cat bajó la mirada, como si pensara que me burlaba.

Me apresuré a corregirme.

—Me gusta —dije, más rápido de lo que quería.
—¿De verdad? —susurró.

Asentí.

No le mentiría.
No a ella.

Seguimos caminando.
A veces tropezaba un poco y yo me tensaba, por si tenía que cargarla de nuevo.
No parecía importarle la nieve, ni el frío.
Solo estaba... feliz de caminar.

Conmigo.

¿Desde cuándo caminar en silencio con alguien me hacía sentir menos vacío?

Llegamos cerca de un lago congelado.
Cat se detuvo, respirando hondo.
Se veía tan tranquila que me dolió un poco mirarla.

Ella sacó algo del bolsillo de su chaqueta.

Un pequeño cuaderno de bocetos.
Un lápiz.

Se sentó en una roca cubierta de nieve como si no le importara mojarse.

Empezó a dibujar.

Y yo... me senté a su lado.
Sin decir nada.

Sólo la miré.

Sólo a ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.