A D V E R T E N C I A

Capítulo Único: ADVERTENCIA

Es tu turno de contarnos una historia Mónica— dijo uno de los miembros del grupo del campamento.

—Bien les contaré una— respondió Mónica —pero les advierto que se trata de una historia triste—

Como saben me estuve presentando a diferentes entrevistas laborales en diferentes horarios. De todas a las que acudí, que por cierto fueron muchas, hubo una en particular, en la que la experiencia fue "diferente". Desde la llamada fue todo muy extraño.

Cerca a las 12:00pm llamó una mujer para decirme que tenía una entrevista a las 16:00 en Lince, ciudad de Lima.

—Hola, recibimos tu postulación. A las 16:00 hrs. Es la entrevista en Lince, te esperamos, buenas tardes— y colgó.

No quería ir, estaba agotada, por la mañana de ese día había acudido a dos entrevistas, además no suelo ir a entrevistas que se generan de un momento a otro, me gusta llevar un orden y prepararme y mucho menos sí son muy a la tarde, el tráfico es terrible de regreso a casa y prefiero evitarlo.

El hecho es que almorcé rápidamente y me preparé para salir.

Llegué al edificio no muy antiguo, pero tampoco moderno, el proceso de selección era a través de etapas y la primera etapa era una prueba escrita, tuve que dar un examen de conocimientos básicos junto a otros cuatro postulantes. Cuando terminamos ya se había hecho de noche y la asesora, a quien no le pude ver bien el rostro y quién se tornaba algo sombría, fue muy clara al indicar que bajáramos en grupo porque en el piso tres no había luz y que no nos detuviéramos porque podría ser peligroso, la casa ubicada en ese piso llevaba años abandonada.

—Sigan las indicaciones y todo estará bien. Los espero mañana para la segunda prueba—

Bajé con los chicos con quiénes tomé el examen, pero cuando llegamos al tercer piso para sorpresa y suerte nuestra todo estaba iluminado, de hecho, la puerta de la casa estaba abierta, dejaba notar lo esplendorosa que era, una invitación abierta a la curiosidad de cualquier explorador, pero no para mi que soy muy mala rompiendo las reglas además estaba cansada, sin embargo para la curiosidad de los muchachos fue una abierta llamaba a inspeccionar, estaban encantados con la belleza de la casa y decidieron acercarse.

Terminé de bajar y me fui.

Al día siguiente llegué por el segundo examen, me senté en la sala de la recepción a esperar y luego de unos minutos llegaron más postulantes, entre ellas una joven sonriente, se le veía feliz, se sentó a mi lado y empezó a hablarme con mucha familiaridad sobre el examen.

—¿Recuerdas?— me dijo la joven —la parte más difícil del examen Mónica casi no terminamos a tiempo.—

Me quedé helada, sabía mi nombre y yo no tenía idea de quién era ella, el día anterior había dado mi examen con cuatro jóvenes, todos varones, vi otras postulantes mujeres, pero con ninguna de ellas entablé conversación y ninguna era ella.

La joven continuaba hablándome y yo seguía tratando de recordar quién era hasta que decidí preguntarle su nombre, por supuesto se indignó porque no la recordaba, de hecho, nunca me dijo su nombre. Luego de unos minutos nos llamaron para realizar el segundo examen.

Al finalizar me pidió que la acompañe a los servicios higiénicos porque el cerrojo no funcionaba, así lo hice aún con la inquietud de no recordarla, la esperé tras la puerta por más de 20 minutos.

Estaba tardando demasiado y por alguna inexplicable razón quería salir de ese edificio, no recordar a esa mujer que me hablaba con tanta familiaridad me había inquietado. Pero la joven no salía, no se escuchaba el ruido del agua, me pareció extraño, así que revisé por debajo de la puerta y no había nada, abrí la puerta del baño y no estaba, había desaparecido.

—Ya no está— dijo una voz de mujer.

Me pegué un susto terrible, por suerte era la encargada de la limpieza.

—Tuviste suerte— me dijo la mujer —solo se salvan quienes la ven y hacen caso a sus advertencias—

—¿De qué está hablando?— pregunté extrañada a lo que la mujer me miró con comprensión, dio la vuelta, tomó sus cosas y se fue.

En ese momento me sentí abrumada y con mucho miedo solo quería irme a casa, pero al querer salir del lugar unos agentes me lo impidieron. Nadie podía irse del edificio; cuatro jóvenes postulantes habían desaparecido desde el día anterior y todos seríamos interrogados.

Sentí un terrible hueco formarse en mi estómago y un horrible frío que me calaba hasta los huesos.

En ese momento se me volvió a acercar la encargada de la limpieza.

—Te lo dije— comentó la mujer —tuviste mucha suerte, seguiste las reglas, hiciste lo correcto al escuchar las advertencias de tu amiga—

—¿De qué está hablando? ¿Qué amiga?— pregunté bastante asustada.

—La joven que acompañaste a los servicios higiénicos— respondió la mujer pausada y amablemente.

—Pero ella no es mi amiga, nunca antes la había visto— respondí con algo de desesperación

—Sí lo hiciste— respondió la mujer con suma seriedad —es la asesora, a quien no pudiste verle el rostro en la primera prueba, quien les pidió que no se detuvieran en el tercer piso porque era peligroso.




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