A Day In the Life

CAPÍTULO 1

Megan

"No comenzaré a contar mi vida desde el día que nací, lo haré desde el momento en el que de verdad comencé a vivir."

Miércoles 18 de septiembre

Ese miércoles lo conservaré por siempre en mi corazón. Un día como cualquier otro, que originó el cambio en mi mundo. En aquel momento, me acercaba a cumplir diecisiete años y las dudas sobre mi futuro se hacían cada vez más presentes.

Once días cursando el ultimo nivel de preparatoria fueron los suficientes para agotar mi mente. Sin embargo, eso significaba que todo a mi alrededor funcionaba y sucedía como debía.

Era una adolescente ordinaria, sin nada especial. Solo trataba de cumplir con las expectativas impuestas. Siempre terminaba fracasando.

—Es todo por hoy —finalizó la maestra de historia, captando mi atención por primera vez desde que comenzó a hablar.

Sacudí la cabeza, mirando mi cuaderno. Los dibujos sin sentido abarcaban cada rincón de la hoja.

Suspiré, guardando mis cosas dentro de la mochila. Volvió a suceder.

—Tú interés por aprender es tan contagioso —dijo Jane a mi izquierda, con la cabeza recostada sobre la mesa de su escritorio.

—Buscaré el tema en internet, no parecía difícil —contesté encogiéndome de hombros, aunque sintiendo un leve pesor en ellos—. Cuando sea el examen me preocuparé.

—Sí tú lo dices.

—El día terminó, es lo único que importa ahora —dije, obligándome a alejar el tema. Ese sería problema para mi yo del futuro.

—Aún no ha terminado —se quejó cerrando los ojos por completo—. Ya me quiero ir.

—No es tan malo lo que viene. Vamos —dije, tomándola del brazo.

—Ya no puedo más. Me duele el cerebro.

Reí al verla. A diario se repetía la misma escena. Yo solía terminar igual de agotada, aunque contaba con un punto a favor.

Tocar con la banda después de una larga jornada de aburrimiento era la mejor recompensa. Mi hora favorita del día. Además, luego de varios días por fin comenzaríamos a ensayar para las audiciones.

Salimos del salón en dirección a las escaleras. Los pasillos a esa hora se transformaban en lugares alborotados por la cantidad de estudiantes. El entorno parecía encogerse, las paredes te aprisionaban y el techo te aplastaba.

Provocaba incomodidad caminar, temiendo chocar con alguien en cualquier momento. Cada año el número de alumnos crecía. Bueno, era de esperarse. La escuela seguía aumentando su fama.

Intentaba escuchar a Jane entre las voces del ambiente. Su boca se movía sin parar. Llevaba varios días hablando sobre el mismo tema. No podía culparla, ese futuro evento no era irrelevante.

Su mano se posó sobre mi hombro.

—¿Megan me estás escuchando?

—Claro que sí —contesté.

—¿De qué estoy hablando? —cuestionó, viéndome a los ojos.

—Louis.

Sus labios formaron una sonrisa al escuchar el nombre de su novio.

Las palabras de mi amiga se profundizaron en mi memoria de tanto oírlas. "Louis me invitó a su casa para celebrar nuestro aniversario", "¿Te acuerdas de que Louis me invitó a su casa?", "El viernes iré a la casa de Louis", "Se acerca nuestro aniversario por eso Louis...".

—Sus padres no van a estar, ¿sabes lo que eso significa?

—Sé lo que significa, me lo has repetido mil veces —dije riendo.

Un falso ceño fruncido ocupó su rostro.

—Gracias por tu apoyo, amiga —dijo sarcástica y con una sonrisa inocente preguntó—: ¿Ya lo pensaste?

No contesté de inmediato. Mi habilidad para formular respuestas que no dieran pie a malos entendidos era baja.

—Quiero hacerlo. De verdad. Pero hay alguien que me lo impide —confesé, el peso en mis hombros volvió a aparecer.

Los planes de Louis no me preocupaban. Las consecuencias cuando nos descubrieran era lo que me aterraba. ¿Y si mi madre terminaba enterándose de todo? No, nada bueno saldría de eso.

—Habrá problemas.

—Para evitarlos solo tienes que crear el plan perfecto. Será sencillo. Mi mamá vive en la luna y jamás sospecharía de ti.

Bueno, en eso tenía razón.

—Hazlo por mí, por tu mejor amiga —rogó con un puchero—. Además, ya has hecho cosas peores antes. Aunque no me ayudes, tu historial seguirá manchado.

Seguía sin equivocarse.

«Si nadie se entera no tendremos problemas», repetí varias veces mentalmente para intentar convencerme.

—No puedo hacer esto sola —dijo viéndome a los ojos—. Detesto pedirte esta clase de favores. Menos aprovecharme de tu posición, pero no tengo otra opción.

No podía darle la espalda cuando más lo necesitaba. Conocía los planes inocentes de Louis, así que ella estaría bien. Solo me quedaba rezar para que mi madre no nos descubriera.

—De acuerdo, lo haré —acepté aun sin estar totalmente convencida—, pero no se lo digas a nadie.




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