A de Antonio

2. Un día de Octubre.


—¿Qué te pasa? Están tus ojos llorosos.— Mi abuelita estaba frente a mi. Me levanté los lentes y pasé mis dedos por mis mejillas para quitar así las pocas lágrimas que se me habían escapado.
— Es por alergia, además se me tapó la nariz. Debe ser resfriado. — Me encogí de hombros y miré la pantalla de mi celular.
0 mensajes.
¿Cómo era posible extrañar tanto a alguien?
Solo llevábamos horas sin hablar y ahí estaba yo.
En la mesa del comedor de mi abuelita echándome a llorar porque no estaba con él, creyendo que todo se había terminado para siempre.

Una hora más tarde le marqué.
Le marqué porque no aguantaba.
Porque no soportaba sentirme tan vacía.
Porque lo extrañaba.
Joder, Antonio. Cuando lo extrañaba.
Él me envió un mensaje.
Me extrañaba también.
Quería verme esa misma noche y no dudé en aceptar su invitación, con la condición de que viniera a mi casa.
A escondidas, como siempre.
 

La noche llegó, sentí ruido en la ventana y de inmediato la abrí para dejarlo entrar.
Parecía una especie de película pero era más fácil de lo que parecía ya que mi mamá solía estar muy cansada por las noches, jamás despertaba cuando Antonio venía.

— No hablamos por horas.— Dijo con una sonrisa, echándose el cabello hacia atrás y quitándose la chaqueta ya que estaba acalorado, al parecer había corrido quizás de qué.
— Es muchísimo tiempo para mi. — Confesé un tanto entristecida, recordaba la pelea.
Fue una discusión por mi estúpida inseguridad, le había dicho que no quería algo serio con él solo por el "qué dirán". Antonio se enojó y quedamos en que no seríamos ni amigos pero allí íbamos otra vez.

Mis labios chocaron con los de él, los probé como tantas veces pero en esta se sintió mil veces mejor.
Creí que jamás lo tendría así conmigo otra vez.
Él apretó mi cintura, no me incomodaba que me tocara ya que con él no sentía la necesidad de esconderme o de prohibirle algo.
Él me hacía sentir segura.

— No vuelvas a decir esas cosas, tonta. — Murmuró una vez que se separó de mi boca, ordenando un mechón rebelde de mi cabello, llevándolo tras mi oreja.
— No vuelvas a dejarme. — Pedí mirando sus ojos, tenía ojeras y seguramente eran por la pelea de la madrugada.

Antonio besó mis labios una vez más y me llevó hasta la cama, recostándose junto a mi mientras yo le tocaba la mejilla, pasando mis dedos hasta su barba donde la jalé un poco con los dedos.

— Sigo pensando que eres genial. —Le dije.
— Eres la única que lo piensa. — Respondió con media sonrisa.
— Tal vez soy la única que puede notarlo.
Él no dijo nada, solo rio.

— Antonio, eres genial.



#39940 en Novela romántica

En el texto hay: desamor, drama

Editado: 18.04.2019

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