A destiempo...

Capítulo 1 ¿DEL AMOR AL ODIO O DEL ODIO AL AMOR?

Mayo de 2002

- Ponga atención clase, hoy ha llegado un nuevo estudiante. Hijo, preséntate por favor - dijo el profesor de matemáticas.

Rocío, o Rossi, como le decían sus amigos, estaba expectante por saber el nombre del chico nuevo. Era aparentemente tímido, pero de rostro amable, aunque no extremadamente apuesto. Su altura tampoco era muy destacable ni su complexión muy sobresaliente. Su cabello era castaño al igual que sus ojos, nada fuera de lo común. Pero había algo que sin duda era muy llamativo en él. Tenía un simpático lunar sobre el costado izquierdo del labio, algo que había llamado la atención de Rocío.

- Hola, mi nombre es Agustín..... Agustín Salvatierra_ - saludó con una gran sonrisa reflejada en su rostro.

- Puedes sentarte en la tercera fila, justo delante de la señorita Toledo - le dijo el profesor.

A Rocío no le agradó para nada la idea. Ella era bajita, por lo que tener el asiento delante suyo desocupado le favorecía para poder mirar la pizarra sin inconvenientes. Nada se había interpuesto entre ella y la pizarra en el par de meses que ya llevaban de clases y resultaba que ahora ese tal Agustín le taparía su campo de visión.

- Lamento tapar tu vista - le susurró Agustín de medio lado, como si supiera lo que ella estaba pensando, a lo que ella contestó solo con un resoplido.

El sonido le pareció gracioso a Agustín, quien no pudo evitar soltar una suave risa casi inaudible. No podía creer que apenas llegando a su nueva escuela ya tenía a alguien a quien no le era grata su presencia. No estaba dispuesto a que así fuera. No era una persona con una personalidad muy arrolladora, pero sin duda vencía sin problemas su timidez con su sonrisa y simpatía. Se propuso ganarse la amistad de su compañera a como diera lugar. No quería empezar su tardío año escolar con enemistades, después de todo ya no era un niño. A pesar de sus 16 años y de estar en plena adolescencia, era lo suficientemente “maduro” para no dejarse enfrascar en peleas infantiles, menos con una chica.

 

El timbre sonó dando paso al recreo.

Agustín se giró de su asiento y con una sonrisa de oreja a oreja, se presentó ante la indiferente muchacha que estaba detrás suyo, esperando cambiar su actitud hacia él.

- Hola, soy Agustín, ¿y tú? - Rocío lo miró con un dejo de molestia, aunque en el fondo ella sabía que no había sido culpa del chico que lo sentaran delante de ella. Aun así, su tono de voz no era muy agradable.

- Soy Rocío - dijo secamente.

- Yo soy Daniela y él es Manu - dijo sonriente la compañera de asiento de Rocío señalándose a sí misma y al chico que estaba en el asiento al lado de Agustín.

- Mucho gusto en conocerlos. Espero que nos llevemos bien - En verdad lo esperaba.

- Sí, como digas - respondió Rocío entornando los ojos, evidentemente apática, como si no pudiera importarle menos.

A Agustín su actitud le pareció sumamente divertida, por lo que avivó su deseo de ganarse su amistad, aunque para ello debiera ser muy paciente.  "Tú y yo seremos amigos. Y los mejores, ya lo verás" - se dijo para sí.

- Ven, Agus - le dijo Manuel. - Te daremos un tour por la escuela -. Ese  fue el día en que nació la amistad entre Agustín, Daniela y Manu.

 

Los días pasaron y Agustín se incorporó satisfactoriamente a la escuela y a sus compañeros. Todos le tenían cariño y compartían con él, excepto Rocío, que sin saber por qué, aún no lograba tolerarlo. Sabía que su “molestia” no era justificable y eso le molestaba aún más. Quería tener una razón válida para seguir enojada y le avergonzaba pensar en la idea de explicar su malestar, sobre todo delante de Manu y Daniela. Era demasiado orgullosa para admitir que se había equivocado con Agustín. Él era diferente a lo que creyó inicialmente y su opinión de él definitivamente iba a cambiar dentro de poco….

 

Cierto día, Daniela y Manu, faltaron a clases. Ese día llovía a cántaros y muchos estaban ausentes, sin embargo, dentro de los pocos que había en el aula, estaban presentes Rocío y Agustín. Agustín, al ver que su amigo Manu no estaba, optó por usurpar su puesto y así permitir que Rocío tuviera la visual libre hacia la pizarra.

Rocío observó el gesto de soslayo y en completo silencio. Le pareció tierno, al grado que hizo que las comisuras de sus labios subieran en una casi imperceptible sonrisa. 

Durante el recreo, Agustín divisó a Rocío sentada en la banca de uno de los pasillos de la escuela. Estaba sola y se veía triste. Sin pensárselo mucho, fue hasta su lado y se sentó junto a ella, causándole sorpresa cuando éste la empujó con su hombro haciendo que ella perdiera un poco el equilibrio.

- ¡Ten cuidado, tarado, casi me botas! -. En un principio, ella no reaccionó de la mejor manera, pero al ver el esfuerzo que él estaba haciendo por ser su amigo, ya no estaba de humor para seguir sosteniendo esa actitud hostil y de molestia sin sentido. Dejó que él le hablara de mil cosas, de las tareas, de los profesores, de comida, de hobbies, etc. Cada cosa que Agustín decía iba derribando de a poco el muro que ella había levantado tontamente. Ahora ya no le parecía tan odioso. Ahora ya no le molestaba tenerlo sentado delante de ella. Algo cambió y no sabía qué era hasta que unas horas después Agustín hizo algo que se lo aclaró.



#4864 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 04.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.