A destiempo...

Capítulo 6 ES MÍO, ¿VERDAD?

Era octubre y faltaba solo un par de meses para que él y Rocío se graduaran de sus carreras. Pero eso ni siquiera le preocupaba. Más preocupado estaba por Rocío. Le angustiaba de sobre manera ver a su amiga consumirse en una relación tóxica con ese maldito que solo quería hacer de ella una esclava, una mujer florero a quien presumir delante de sus amigos y de su familia.

Lo peor de todo, es que ella estaba tan empecinada en hacer cambiar a ese infeliz, que seguía aguantándole las agresiones físicas y emocionales que él le procuraba. Seguía creyendo que su amor lo haría entrar en razón.

Poco a poco se fue alejando más y más de él hasta casi no verse ni siquiera en los pasillos de la universidad y si lo hacían, Faruq siempre se encargaba de que con una sola mirada, ella bajase la suya y obviara a cualquiera a su alrededor. Agustín la veía triste, sin vida ni esperanza. Hubiera dado cualquier cosa por alejarla del lado de Faruq, pero ella misma no lo permitía.

Estaba sumido en esos pensamientos cuando de repente tocaron a la puerta de su departamento. Quizás por haber estado pensando en Rocío, se le cruzó la loca idea de que la persona que estaba tras su puerta era ella, sin embargo, grande fue su sorpresa cuando vio a una mujer muy mayor junto a un pequeño tomado de su mano.

- ¿Es usted Agustín Salvatierra? -. Preguntó la mujer con una voz que evidenciaba extrema debilidad y falta de aire.

- Sí, soy yo, y... ¿usted es….? -. No tenía la más mínima idea de la identidad de aquella mujer que, al parecer, sí lo conocía a él. Al menos de nombre.

- No me conoce, pero estoy aquí porque no tengo otra alternativa. Él es Martín, mi bisniesto, hijo de Lucía, mi nieta. Tiene 4 años -. La mujer esperaba que Agustín reaccionara sin tener que dar mayores explicaciones. Que se diera cuenta por sí solo por qué estaba allí.

Cuando Agustín vio al pequeño, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Estaba mudo mirándolo sin saber muy bien por qué la anciana estaba frente a él hablándole de ese niño, hasta que reparó en algo que le hizo aterrarse aún más. Un lunar, que al igual que él, se posaba coqueto sobre el costado izquierdo de su diminuto labio. Solo le hizo falta ver eso para darse cuenta de una realidad que literalmente había venido a golpear su puerta.

- Es mío ¿verdad? -. Se atrevió a preguntar sin dilación.

- Sí, Agustín……. es suyo -. Le afirmaba con dificultad la anciana mientras el pequeño fijaba su pequeña y tímida vista en él.

- Pasen por favor, creo que esto no es para que lo hablemos en 5 minutos -. La anciana pasó con el niño tomado de una de sus manitos, y en la otra una pequeña maleta que dejó al costado del sillón en donde se sentó junto al pequeño, que no hacía más que mirar alrededor con una mirada seria y curiosa pero sin decir una palabra.

- Sé que usted no tenía idea de la existencia de Martincito, así que no le culparé por no estar presente en su vida, mucho menos cuando ni siquiera su madre lo ha estado -. Aquella información lo dejó anonadado.

- ¿A qué se refiere? -. Preguntó con temor.

- Cuando Lucía quedó embarazada, ustedes ya no estaban juntos, según lo que ella me contó. Saber que iba a ser madre fue un duro golpe para ella. Tenía planes ¿sabe? Quería ir a la universidad, independizarse y cumplir sus metas. Sin embargo, el niño truncó su futuro y ella no lo pudo aceptar. Tampoco quiso que usted lo supiera porque ni siquiera ella estaba dispuesta a amarrarse a un hombre y hacer el papel de esposa devota y madre dedicada. Fue así, que egoístamente, decidió abandonar a Martincito. Lo dejó conmigo junto con una carta que decía que por favor no la buscara. Me cedió la tuición de él y desapareció. De eso ya van más de tres años. El problema es que nunca hubiera recurrido a usted por ayuda sino fuera una situación de vida o muerte. Y créame, en este caso, es así. Si pudo percibir, estoy muy enferma. En estos últimos años he tenido dos paros cardíacos y los médicos me dijeron que no saben si mi corazón aguantará un tercero. Por mi edad, no creo que salga viva si eso vuelve a ocurrir. En el último, fui a parar al hospital mientras que Martincito estaba solito en casa. Había salido a botar la basura cuando sucedió, y la gente que pasó por el lugar me llevó rápidamente a urgencias, pero como estaba inconsciente, no pude decir que el niño estaba solo en su cuna. Pasó más de un día ahí, llorando, sin nadie que lo cuidara ni le diera de comer. No fue hasta el día siguiente que me desperté, luego de que me estabilizaran, que recién pude decirles a las enfermeras acerca de él. Ellas avisaron a las autoridades y así pudieron ir a buscar a mi nietecito -. 

Agustín estaba en shock con todo lo que la anciana le estaba relatando. Era mucha información que procesar. Hacía menos de 15 minutos su mayor preocupación era Rocío y resultaba que ahora, frente a él había un niño que necesitaba urgente volverse su preocupación máxima.

- Yo estoy vieja. En cualquier momento voy a morirme. De eso también están al tanto las autoridades, por eso quieren llevárselo a un orfanato para darlo en adopción. Comprenderá - dijo en medio de lágrimas y ante la mirada de incomprensión del pequeño - que no puedo dejar que eso pase, no sabiendo que su padre puede revertir su situación. Por eso he venido a dejarlo a su cuidado. Sé que usted es buen hombre, Lucía alguna vez me lo dijo, por eso le pido por favor que acepte a Martincito como lo que es, su hijo, y le de el amor que su madre no le supo, ni quiso dar. Él no tiene la culpa de nada -. El pequeño escuchaba su nombre pero no lograba dimensionar todo el drama que envolvía su existencia tanto para la anciana como para el hombre que en ese momento lo observaba de soslayo.



#33623 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 04.05.2022

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