A destiempo...

Capítulo 11 SEGUÍAN SIENDO INSEPARABLES

Un par de años pasaron y la marca que Rocío estableció bajo el nombre “Ross Müller” ya era todo un éxito. Los diseños tan vanguardistas y elegantes que Rocío creaba eran la sensación de las pasarelas nacionales. Sus tiendas fueron abriéndose en un lugar tras otro del país haciendo que el trabajo se multiplicara en gran medida.

Rocío y Agustín, como siempre, seguían siendo inseparables. Él era la mano derecha de Rocío, su cable a tierra y el refugio que necesitaba cuando las emociones jugaban en su contra. Agradecía que aún estuviera a su lado junto a Martincito. Ahora ya no tenían que estar cuidándolo todo el día como antes. El pequeño ya estaba asistiendo a la escuela y desde que empezó a hablar pudo socializar con sus pares y hacer muchos amigos. Hasta novia tenía el muy sinvergüenza.

Rosario había vuelto a trabajar con ellos. Durante el día efectuaba las labores de la casa y cuando el niño llegaba de la escuela, se transformaba en su niñera hasta la llegada de su padre o de Rocío. Tal era la confianza que le tenían a la mujer, que dejaban al niño a su cargo cada vez que tenían que salir de la ciudad para hacerse cargo de la instalación de alguna nueva sucursal de su marca, lo que a veces les tomaba un par de semanas.

Estaban cansados. Sabían que no podían hacer todo ellos solos. Necesitaban más manos, así que en conjunto decidieron hacer una nueva contratación. No hacía mucho que a la familia de Rocío le había llegado una nueva integrante. Su tío Emilio había descubierto que era padre de una chica un año menor que ella. Su nueva prima, Olivia. Era una chica hermosa, sencilla, muy trabajadora y para buena suerte de ellos, tenía la misma profesión que Agustín. Sabía a la perfección lo que involucraba administrar una empresa, por lo que no dudaron ofrecerle empleo.

Olivia fue sumamente diligente en su trabajo. Demostraba con creces lo confiable y capaz que era en el cargo que se le había asignado. Así como Agustín se había convertido en su mano derecha, su prima se había convertido en su izquierda. Sobre todo que ahora se le había abierto la posibilidad de expandir sus horizontes al extranjero.

No pasó mucho tiempo para que los tres llegaran a ser grandes amigos. Trabajaban bien juntos, pero ahora Olivia debía demostrar que podía hacerse cargo de todo mientras ella y Agustín partían a Nueva York para establecer una tienda en la ciudad que nunca duerme.

Rocío no podía creer que su sueño de internacionalizarse se estaba cumpliendo. Estaba feliz y más aún porque a su lado estaba su querido amigo, Agus. ¿Quién más que él podría regocijarse con sus logros? Eran amigos desde hacía tanto tiempo ya…. Se conocieron con 16 años y ahora ya tenían 26. Toda una década de amistad, con sus altos y bajos, pero eran amigos, los mejores que había. Nadie jamás podría destruir esa amistad, porque era pura, como los sentimientos que ambos sentían el uno por el otro.

 

Mientras preparaban todo para la apertura de su tienda en Nueva York, la llamó un hombre que no conocía, de nombre Baptiste Dumont. Decía ser amigo de su tío Emilio. Era un francés que él había conocido cuando fue de luna de miel junto a su tía Antonia, de quien se había divorciado recientemente. En una de sus frecuentes conversaciones, su tío le contó a ese hombre lo bien que le estaba yendo a su sobrina con los asuntos de la moda. Baptiste averiguó por internet lo que más pudo acerca de la joven. Él era un famoso diseñador retirado quien se dio a conocer bajo el nombre de “Lacroze”, que era el apellido de su madre. Cuando supo el nombre de la muchacha, recordó que hacía algunos años atrás, la había conocido de casualidad en su último desfile de modas antes de retirarse. Ella, sin saber quien era el diseñador detrás de la marca “Lacroze”, se sentó a su lado y criticó sin contemplaciones la colección que se estaba presentando delante de ella. La catalogó de aburrida, sin vida, carente de texturas y sin inspiración.

Al oír sus palabras, Baptiste soltó una carcajada que hizo que todos, desde la prensa presente hasta el público y las modelos quedaran estáticos sin saber si debían seguir adelante con el desfile o debían darlo por terminado. Cuando él dio la orden de que el show continuara, ella se percató de la metedura de pata que había dicho y se disculpó con el diseñador. Éste le pidió que por favor no se fuera sin antes tomarse un café juntos para discutir las opiniones de la joven.

Un solo café no fue suficiente para Baptiste. La chica lo tenía embobado con sus opiniones. Concordó con sus puntos de vista respecto a su última colección y quedó fascinado por la ideas frescas y vivaces de la pequeña de ojos verdes. Fue toda una tarde la que compartieron juntos. Él le agradeció que le diera su tiempo y ella le prometió que algún día llegaría tan lejos como él.

Ahora que de nuevo volvía a hablar con ella, una avalancha de recuerdos vino a su mente. Para él no fue fácil abrirse camino en el mundo de la moda cuando era joven. Y sabía que era más difícil aún cuando estaba el deseo de que todo el mundo conociera sus diseños. Ojalá hubiera habido alguien que lo tomara en serio y le diera el empujoncito que tanto necesitaba en ese entonces. Fue por eso que quiso dar una mano a la chica que hizo que el último día de su vida como diseñador pasara de ser un mar de angustia a una explosión de fuegos artificiales, llenando de alegría su corazón. Había esperado mucho tiempo para saber si había cumplido sus sueños y ahora que sabía que lo había conseguido en parte, él estaba dispuesto a ayudarla a llegar a una de las cuatro ciudades pilares de la industria de la moda, Paris.



#4731 en Novela romántica

En el texto hay: drama, amor, amistad

Editado: 04.05.2022

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