A destiempo

Capítulo 62: Toda mía (+18).

Miguel todavía tenía las manos en el cuerpo de Vida cuando empezó a bajar lentamente el pijama que ella llevaba puesto. No se detuvo hasta dejarla completamente desnuda sobre él. Su piel ardía, temblorosa, expuesta, y la excitación en sus ojos lo volvía loco.

—Mírate… joder, estás preciosa así —murmuró, recorriéndola con la mirada como si quisiera devorarla entera.

Vida sonrió apenas, mordiéndose el labio, y en un gesto atrevido se inclinó hacia él, deslizándole las manos hasta la cintura. Sus dedos encontraron el botón de sus pantalones y lo desabrochó con lentitud provocadora, disfrutando del gruñido ronco que escapó de su garganta.

Él seguía sentado en el sillón, expectante, con el pecho desnudo y la respiración agitada, mientras Vida tironeaba de la tela hasta liberarlo. Su erección, dura y palpitante, quedó apenas contenida bajo la ropa interior. Ella lo miró a los ojos, traviesa, y con una lentitud desesperante bajó también la tela, dejándolo expuesto por completo.

—Dios, cuánto te deseaba… —susurró ella, antes de inclinarse.

Miguel echó la cabeza hacia atrás en cuanto sintió los labios húmedos de Vida envolverlo. Un gemido grave escapó de lo más profundo de su pecho.

—Joder, Vida… —gruñó, enterrando los dedos en su cabello mientras la guiaba suavemente.

Ella lo tomó entero en la boca, jugando con la lengua alrededor del glande antes de hundirse más, despacio primero, y luego con un ritmo cada vez más intenso. Miguel gemía sin control, el cuerpo tensándose contra el sillón, incapaz de resistir la sensación de su boca húmeda y caliente devorándolo con hambre.

—Así… eso es… no pares… —jadeaba, con la voz rota, apretando el puño en su pelo mientras la miraba moverse sobre él.

Vida lo miró desde abajo, con los labios húmedos y los ojos brillantes, aumentando aún más la excitación de Miguel. La forma en que lo lamía, lo chupaba y se lo tragaba lo estaba llevando al límite. Su respiración se volvió irregular, un gruñido gutural escapando cada vez que ella profundizaba más.

—Me vas a hacer correrme en tu boca… —advirtió él, jadeando, sin saber si podría detenerse.

Vida sonrió apenas, sin dejar de succionarlo, acelerando el ritmo con clara intención de llevarlo al borde, disfrutando del poder de tenerlo completamente rendido entre sus labios.
Miguel estaba a segundos de correrse, los gemidos se le escapaban rotos, su cuerpo tenso bajo la boca de Vida. Pero de pronto, con un gruñido ronco, la sujetó del cabello y la apartó.

—Basta… —jadeó, con los ojos encendidos—. No quiero correrme así… quiero hacerlo dentro de ti.

Antes de que ella pudiera responder, Miguel la atrajo hacia arriba con fuerza y la besó con hambre, devorándole la boca mientras la acomodaba sobre sus piernas. Vida, aún temblando de excitación, lo sintió duro y palpitante contra su sexo desnudo.

—Te voy a follar aquí mismo, en el sillón… —murmuró contra sus labios, mordiéndole el inferior.

Ella gimió en respuesta, aferrándose a sus hombros, moviendo la cadera con ansiedad. Miguel la sujetó por la cintura y, con un empuje firme, la guió hacia él. El glande rozó su entrada húmeda, haciéndola gemir con desesperación.

—Estás ardiendo para mí… —gruñó, apretando los dientes mientras la penetraba despacio, hundiéndose poco a poco en ella hasta llenarla por completo.

Vida soltó un grito ahogado, arqueando la espalda, sintiendo cómo la invadía entera. Se agarró fuerte a sus hombros, con los labios temblando de placer.

—Joder, Miguel… sí… —jadeaba, perdiéndose en la sensación.

Él la sostuvo de la cintura y empezó a embestirla, al principio lento, saboreando cada gemido, y luego con más fuerza, haciéndola chocar contra él una y otra vez. El sillón crujía bajo el ritmo frenético de sus cuerpos.

Los gemidos de Vida llenaban la habitación, su sexo húmedo recibiéndolo sin resistencia, mientras se movía sobre él como si lo necesitara más que el aire. Miguel la miraba con los ojos oscuros de deseo, cada embestida más profunda, más salvaje, con el pecho pegado al suyo.

—Eres mía… ¿me oyes? —dijo con voz ronca, jadeando mientras la follaba sin pausa—. Toda mía.

Ella solo pudo gritar su nombre, perdida en ese torbellino de placer y posesión, dejándose llevar por la fuerza con la que Miguel la hacía suya en el sillón.

Los movimientos se hicieron más frenéticos, cada embestida de Miguel arrancaba un gemido desgarrado de la garganta de Vida. El sonido húmedo de sus cuerpos chocando llenaba la habitación junto con sus respiraciones desbocadas.

Ella se movía contra él con desesperación, buscando más, más profundo, más fuerte. Sus uñas le arañaban la espalda, marcándolo, mientras jadeaba su nombre como un rezo y una condena al mismo tiempo.

—Miguel… joder, sí… no pares… —gritó entre gemidos, perdida en el éxtasis.

Él gruñía, clavando los dedos en su cintura para guiarla, penetrándola con furia contenida, como si quisiera grabarse dentro de ella para siempre. Su frente chocaba contra la de Vida, sus bocas se buscaban entre jadeos, mordidas y susurros rotos.

—Me vuelves loco, Vida… voy a correrme dentro de ti… —la advirtió con voz ronca, cada palabra temblando de deseo.

Ella gimió aún más fuerte al escucharlo, apretándolo con sus piernas para hundirse más en él, con los ojos cerrados y el cuerpo temblando. La presión en su vientre crecía sin control, ese punto de no retorno que la estaba arrasando.

—Sí, Miguel… hacelo… correte conmigo… —suplicó, perdida, con lágrimas de placer en los ojos.

Él aumentó el ritmo hasta la brutalidad, haciéndola chocar contra él una y otra vez, hasta que el orgasmo la atravesó por completo. Vida se vino gritando, el cuerpo sacudido por espasmos, su sexo apretando con fuerza alrededor de él.

Ese estremecimiento lo arrastró también a Miguel, que lanzó un gruñido animal y se corrió dentro de ella, llenándola con cada embestida final. Sus cuerpos temblaron juntos, abrazados con fuerza, como si el mundo se derrumbara bajo el sillón y ellos solo pudieran aferrarse el uno al otro.




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