A destiempo

Capítulo 76 : Planes y promesas.

Al día siguiente, Vida decidió que ya no podía esperar más. Con el corazón latiendo a mil, se sentó en su cama, el celular frente a ella, lista para llamar a Miguel. Sus dedos temblaban sobre la pantalla mientras marcaba el videochat.

—¡Vida! —exclamó Miguel nada más aparecer en la pantalla, con esa sonrisa que la derretía—. ¿Qué tal estás, guapa?

Ella respiró hondo, intentando encontrar las palabras mientras su corazón amenazaba con salirse del pecho.

—Miguel… tengo que contarte algo… —comenzó, bajando la mirada al test que había dejado a un lado—. Es importante.

Él se inclinó hacia la cámara, con los ojos llenos de preocupación.

—Tranquila, Vida… dime, ¿qué pasa? —su voz sonaba más cercana que nunca, aunque estuvieran a miles de kilómetros.

Ella tomó aire, sintiendo la mezcla de miedo y emoción.

—He… —titubeó un segundo—… he hecho un test de embarazo.

Miguel parpadeó, sorprendido, y luego su rostro se iluminó con una mezcla de incredulidad y alegría contenida.

—¿En serio? —preguntó, con una sonrisa amplia y los ojos brillantes—. Vida… ¿es positivo?

Ella asintió, con lágrimas amenazando salir.

—Sí… —susurró—. Positivo. No sabía cómo decírtelo. Tenía miedo, pero… quería que lo supieras tú primero.

Miguel se llevó una mano al pecho, como si intentara contener la emoción que sentía. Su otra mano señalaba la cámara, como si pudiera tocarla a través de la pantalla.

—Vida… —dijo, con voz entrecortada—. No sabes lo feliz que me haces. Estoy aquí, aunque lejos, y siento que esto… esto nos une aún más.

Ella sonrió, emocionada, con los ojos brillantes.

—Me asusta un poco… —confesó—. Todo sigue tan revuelto con la pandemia… no sé cómo va a ser…

—Tranquila, mi amor —la interrumpió Miguel, tomando aire y hablando con la calma característica de su acento español—. Lo vamos a llevar juntos. Aunque esté en Nueva York, aunque estés en Buenos Aires… esto es nuestro. Y te prometo que vamos a estar ahí el uno para el otro.

Vida cerró los ojos un segundo, dejando que la voz de Miguel la calmara. Sintió el calor en el pecho, la pasión contenida que siempre los había unido, mezclada ahora con una ternura profunda.

—Miguel… —dijo finalmente, con voz más baja, casi un susurro—. Te quería decir… que aunque estemos lejos… te necesito más que nunca. Cada mensaje, cada videollamada… todo me hace sentirte cerca, incluso así.

Él sonrió, ladeando la cabeza y apoyándose en la palma de la mano.

—Lo sé, Vida… y yo a ti. Cada vez que hablamos, cada vez que te veo, siento que estás aquí conmigo. Y ahora… ahora hay una nueva razón para que nuestra conexión sea aún más fuerte.

Se quedaron un largo rato en silencio, mirándose a través de la pantalla, compartiendo la emoción y la incertidumbre. Sin tocarse físicamente, pero con el corazón completamente entrelazado.

—Cuando esto pase… —dijo Miguel finalmente, con un susurro cargado de deseo y ternura—. Cuando pueda estar contigo… vamos a celebrar de la manera que más nos gusta. Cada beso, cada caricia… todo será nuestro.

Vida sonrió con un hilo de risa nerviosa.

—Lo sé… y no puedo esperar —susurró, apoyando la frente contra la palma de la mano mientras lo miraba fijamente—. Gracias por estar ahí, Miguel. Por todo.

Él asintió, con los ojos brillantes y la sonrisa firme.

—Siempre, Vida. Siempre estaré ahí. Aunque haya kilómetros de por medio, somos nosotros. Y esto… esto es solo el comienzo.

Se quedaron unos minutos más, respirando profundo, compartiendo silencios llenos de promesas y emoción. La distancia seguía ahí, pero el vínculo que los unía se sentía más fuerte que nunca, más intenso, más real.

Después de colgar la videollamada, Vida se quedó unos minutos mirando el test positivo sobre la mesita de luz. La emoción y el miedo se entrelazaban en su pecho, pero también había algo que la llenaba de calma: Miguel. Su presencia, aunque a distancia, la hacía sentir acompañada en cada latido.

Esa misma tarde, mientras se recostaba en el sofá, volvió a llamarlo. La videollamada se abrió y Miguel apareció, con la misma sonrisa que la hacía suspirar cada vez que lo veía.

—Hola, guapa —dijo él, acomodándose frente a la cámara—. ¿Cómo te encuentras ?

—Bien… —respondió Vida, acariciando suavemente su vientre—. Pensando en todo lo que tenemos por delante.

Miguel ladeó la cabeza, curioso.

—¿Ah sí? Cuéntame!

Vida respiró hondo y empezó a hablar, contándole cómo se sentía, los miedos y la emoción por la llegada de Bebito, y cómo imaginaba su futuro cercano.

—Miguel… he estado pensando… —dijo ella, con una sonrisa tímida—. Necesito que estés cerca, que estemos juntos… y sé que tu trabajo te permite estar donde quieras.

Él se inclinó hacia la cámara, con los ojos brillantes, su acento español llenando de calidez la habitación:

—Vida… te lo juro, cariño. Donde estés tú, ahí voy a estar yo. Mi trabajo puede seguirme a cualquier parte del mundo, pero mi corazón… mi corazón está contigo y con nuestro pequeño bebito.

Vida dejó escapar un suspiro de alivio y alegría.

—Entonces… ¿me estás diciendo que podrías venir a Argentina? —preguntó, la voz temblándole un poco de emoción.

—Claro que sí —respondió Miguel, firme—. Quiero estar ahí para todo, Vida. Para verte, para acompañarte en cada momento de este embarazo, y para darle a Bebito todo lo que podamos ofrecerle juntos. No hay otra opción en mi cabeza, cariño.

Ella sonrió, con lágrimas brillando en sus ojos.

—No sabes lo feliz que me hace escucharte decir eso. Saber que vamos a estar juntos… que vamos a formar nuestra familia… —confesó, acariciando su vientre—. Todo esto se siente menos aterrador con vos.

Miguel asintió, con una ternura que traspasaba la pantalla.

—Vida… Quiero vivir cada momento con vosotros. Cada paso, cada risa… todo será nuestro.

Ella cerró los ojos un segundo, dejando que la emoción la invadiera.




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