¿a dónde va el amor?

Capítulo 2

2

“Fuiste mi mejor argumento para decir que

La amistad sí existe, fuiste mi mejor argumento para

Creer que todavía hay bondad en la humanidad,

Fuiste y siempre serás la mejor coincidencia que la vida me pudo dar”.

 

 

Después de la primera quimioterapia de Fernando las cosas se complicaron un poco. Él se reusaba a recibir visitas y me entristeció que yo también estaba entre esas “visitas” que no tenían permitido verlo. Al día siguiente, él y su madre estaban en su casa y después de clases decidí visitarlo. Toqué varias veces la puerta antes de que se abriera y su madre apareciera detrás de ella. Le sonreí al instante y ella a su vez intentó hacerlo. Me dejó pasar pero me comentó que su hijo no tenía ganas de ver a nadie.

-¿Ni a mí? –pregunté con la esperanza de ser su única excepción.

Ella negó con la cabeza y agregó rápidamente que  si deseaba podía quedarme a comer y quizá más entrada la tarde Fer estaría de humor y me dejaría pasar a su cuarto. Ilusionado acepté; puse mi mochila sobre el sillón y me dejé caer a un lado. Marque a mamá y pedí permiso para pasar la tarde fuera de casa. No fue difícil conseguir el permiso cuando mencioné que estaría en la casa de Fernando, estaba al tanto de todo y rápidamente acepto.

El día transcurrió lentamente, cada minuto se antojaba tan largo como las horas que pasé en el hospital acompañándolo. Comí en la cocina con su madre acompañados de un incómodo silencio, ella hacía hasta lo imposible por eliminarlo pero al no tener temas de conversación nos resignamos y lo soportamos por un rato más.

Estaba en la sala haciendo tarea de cálculo integral cuando escuché a Fer hablar con su madre en el segundo piso. Me acerqué hasta el pie de la escalera y alcancé a escuchar parte de su discusión:

-… tiene toda la tarde esperándote, ¿por qué no hablas con él? –decía su madre en un susurro.

-No quiero ver a nadie, mamá, no quiero, ¿no entiendes?

-¿Por qué no? No estás solo, tienes gente que te ama a tu alrededor, no los apartes por favor..

La voz de su madre que al principio parecía molesta ahora más bien sonaba melancólica. Al instante comprendí que no debía complicar más las cosas así que regresé a la sala, empaqué mis cosas y grité con fuerza:

-¡Debo irme a casa, señora, gracias por la comida!

La mujer bajo rápidamente y se despidió de mí agregando numerosas disculpas por haberme hecho perder toda la tarde y no haber logrado ver a Fer.

-No fue una pérdida de tiempo, al menos sé que está bien y eso es más de lo que esperaba cuando me dijo que no quería ver a nadie.

Salí de su casa muy desanimado, ¿por qué Fernando no quería vernos? ¿Por qué no quería verme a mí tampoco?

En los días siguientes, llamaba siempre antes de ir a su casa, dolía, y dolía mucho que Fernando no me quisiera recibir pero estaba dispuesto a soportar ese dolor con tal de no complicarle las cosas. Siempre llamaba a la misma hora y después de varios días su madre me saludaba antes de que yo pronunciara una palabra.

-¿Cree que pueda ir a verlo hoy? –pregunté al no escuchar su saludo.

-Hola, Nic.

Su voz llegó a mis oídos a través del auricular y mis entrañas explotaron de alegría. Algo había cambiado en su voz pero era imposible no reconocerla.

-¡Fer! ¿Cómo has estado? ¿Cómo te sientes? ¿Qué has hecho? ¿Por qué no has querido ver a nadie? ¿Te pasa algo?

-¡Hey! Esas son demasiadas preguntas –rió-. Hoy es tu día de suerte, puedes venir a mi casa.

El tono sugería una broma pero yo lo sentí más como una petición. Había una pizca de urgencia en su voz y sin dejar pasar la oportunidad respondí:

-Voy para allá.

Pedí permiso a mi madre para ir a verlo y en apenas tuve su aprobación salí corriendo de casa. Él vivía a unas cuantas cuadras y sabía que si esperaba el autobús tardaría más tiempo en llegar. Sin detenerme si quiera a tomar aire corrí, y corrí, y corrí hasta que su puerta estaba frente a mí. Las piernas me dolían horrores y al parecer mis pulmones se negaban a quedarse dentro de mi pecho cuando golpeé la puerta por primera vez.



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Editado: 04.04.2019

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