¿a dónde van las mariposas?

P R Ó L O G O

                                P R Ó L O G O 
      
       El viento azotaba las hojas de los pinos más altos produciendo un sonido en medio de todo aquel silencio, la noche se hacía cada vez más fría. Ella miraba al cielo contando cada estrella con sus ojos, fijando la mirada en la oscuridad que encima de los dos permanecía.

     La chica suspiró e inhaló aire para romper el incómodo silencio.

   —¿Por qué eres tan solitario?
—ladeó la cabeza y decidió mirarlo, él seguía con aquella mirada fija en su persona.

   —Mmm —musitó mirando las estrellas —. Creo que el mundo es demasiado ruidoso y que las personas son sinónimo de destrucción.

   —No lo creo —copió la acción que el chico había realizado —. Todos necesitamos de alguien más, la soledad es aterradora.

   —Tal vez, pero cuando aprendes a lidiar con ella notas que no necesitas de otros para ser feliz —el joven de ojos café murmuró acomodando los codos en la hierba —, quizá algún día te des cuenta.
   
   —¿Qué es lo peor que te ha pasado? —preguntó arreglando los cabellos cortos que descansaban es sus hombros y dirigió la mirada al arito que adornaba la oreja del chico

   —Di tu nombre —contestó irónico y la miró —. Ahí encontrarás respuestas.

   —Entonces....—ella bajó la mirada con un gesto de impotencia y cuando intentó hablar solo salió de su boca un balbuceo —, ¿quieres qué que me vaya?.

    Él solo se echo a reír, relamió sus labios rosados y carnosos. Cuando su sonrisa acompañada del hermoso tono grueso resonó en los oídos de Loughty, la ofendió su ironía.

   —¿Por qué te ríes? —ella formó un arco con una de sus cejas pobladas y altercó con enojo.

   —No lo sé, me causas gracia 
—chasqueó y se llevó a los labios un cigarro casi terminado, dio la última calada aspirando todo el humo que pudo y luego soltó el cabo dejándolo apagarse en la hierba.

   —Te hice una pregunta  —se quejó y frunció el ceño para luego escucharlo.

   —Puedes marcharte si eso quieres, no te voy a retener —dijo casi en susurro y con total ignorancia.

  —Eres demasiado raro —evaluó su actitud.

  —Lo sé Vanny —la observó con ironía —. Las cosas más increíbles, siempre van a ser raras e inusuales,  criticadas por muchos, elogiadas por otro, pero eso no define como algo ofensivo porque siempre habrá alguien que te deteste, aunque intentes ser perfecto.

     —Es cierto —reafirmó — ¿Cuál es tu mayor miedo?

    Adam se echo a reír y miró a la chica, volviendo el brillo de sus ojos a los de ella, se acercó más y cuando sus narices quedaron a medio centímetro susurró:

  —Ser igual a todos  —afirmó desde muy cerca  —, es una pesadilla.




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