A donde Van los Suicidas

3. Fatalidad

No comprendía lo que pasaba...

Extrañada se internó a paso lento hasta detenerse en el medio de aquella plaza rodeada de árboles y banquetas vacías, basureros limpios y... un paisaje muy desconcertante, pocas calles y muy pequeñas. Todo un misterio, un lugar del que nunca antes había escuchado.

Extrañada decidió explorar las dos o tres manzanas de edificios viejos con letreros desgastados que la rodeaban, intentaba encontrar algo ¡lo que fuera! que le ayudará a saber dónde se hallaba. Pero en su lugar no encontró nada. No había nada, nada ni nadie.

Sus propios pasos no se escuchaban...

Miró el reloj en su muñeca, faltaban 13 minutos para la medianoche. Perdió la cuenta de cuántas veces había rodeado cada una de aquellas calles. Hace varios meses que su corazón no sentía nada, que todo en la vida dejó de importarle, pero su pulso latió un poco más fuerte. Algo allí andaba mal. Se sentía en el aire.

Pasaron unos minutos más, la niebla se empezó a aligerar, miró de nuevo el reloj.

12:00 a.m "Doce en punto de la noche"

El mal estaba cerca lo podía sentir. Recordó entonces sus propias palabras, sus incesantes plegarias por morir.

Un sonido extraño retumbó a lo lejos y a su alrededor, aunque lejano por fin algo se escuchó. Se estaba acercando....

Gritos, lamentos, pedidos de auxilio. Algo empapaba ahora sus sandalias y sus pies, no tuvo oportunidad de ver lo que era ya que dos enormes siluetas se acercaban lentamente hacia donde estaba. Cada una de ellas con una fila de personas encadenadas a sus espaldas.

Se paralizó, estaba aterrada. Debía huir, lo sabía pero sus extremidades no reaccionaba.

Esas ya no eran personas, parecían soldados de un ejército sin vida unidos por cadenas  que atravesaban la carne en sus cuerpos, hombros, caderas, brazos y piernas desde cuyos orificios brotaba en cascada un líquido carmesí, creando aquel río terrorífico sobre el que ella se encontraba de pie. Sus sandalias antes blancas y secas ahora estaban empapadas, completamente bañadas por sangre tibia y espesa.

Solo podía pensar en huir aunque su cuerpo no la escuchaba, se hallaba completamente estática mientras aquellos seres infernales se movían torpemente en su dirección queriendo alcanzarla, estirando sus manos sangrantes, queriendo tocarla aún desde la distancia. Sentía que podían verla a pesar de sus ojos cubiertos por telas ensangrentadas, al igual que les escuchaba a pesar de las mordazas entre sus labios.

Sus lamentos resonaban fuerte y claro aunque sus labios no se movían las voces provenían de todos lados. 

¡alto, alto, alto! pensaba ella. Pero el espeluznante ejército no detuvo su marcha.

Estaban cada vez más cerca.

El retumbar enloquecedor de los latidos en su pecho la ensordecían. Lo que antes era un completo silencio ahora era un mar de lamentos.

Samantha no sabía cuanto tiempo había pasado pero esas enormes figuras vestidas de negro se encontraban a pocos metros. Rogó al cielo pidiendo clemencia.

Ahora sus súplicas no deseaban la muerte. Necesitaba huir, ahora sabía que quería vivir y como si de un milagro se tratara sus piernas decidieron cooperar. Corrió. Corrió desesperada queriendo llegar hasta su auto. Salir de allí y llamar a la policía para que hicieran algo.

Fue como despertar de un largo letargo, fue como si su mente por fín se despejara y el peso que antes poseía la vida se esfumara. Recordó que estaba viva, que tenía muchas posibilidades, que todavía podía encontrar otro trabajo, visitar a su familia en el cementerio, amar nuevamente. Vivir.

Corrió y corrió pero aquellas antes cortas y estrechas calles ahora eran enormes caminos sin fin. Las siluetas casi la alcanzaban, unos caminando a paso acelerado mientras los más lentos, quienes no podían seguir el ritmo de de la persecución eran arrastrados por el suelo.

Lamentos más fuertes, voces pidiendo clemencia. Rogando perdón. "quiero vivir" "quiero vivir" repetían.

Sus tristes lamentos siendo arrastrados por el viento.

En un segundo de distracción cayó al suelo, ahora su cuerpo estaba completamente cubierto de sangre, no perdió mucho tiempo y siguió huyendo pero al levantarse pudo ver los rostros de las figuras encapuchadas y se arrepintió de haberlo hecho. Ojos y dientes dentro de un cráneo sin carne fisurado y sangrante. Una imagen horripilante. Temió no poder huir pero continúo corriendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.