A Donde Vayas

Segundo Día de Exploración - Parte III

Por suerte la bestia estuvo ahí para retenernos todo el tiempo posible hasta que tocamos fondo (en todos los sentidos).

Salió con una pata herida y escapó ni bien nos bajamos de su lomo. Fue la primera vez que pude empatizar con un animal que más parece un monstruo.

⎯¿Cómo fue que pasó esto...? ¿Ahora cómo saldremos de aquí? ⎯Por mi parte, prefiero actuar tan normal como pueda, pero él no hace ni el más mínimo esfuerzo⎯. ¡Oye, te estoy hablando!

Doy media vuelta para verlo sentado, con la espalda reclinada en el barranco del que caímos y apretando su mano izquierda, intentando contener la sangre...

⎯Eso... ¿Qué...? ¿Qué te...?

⎯Al bajar, casi golpeas tu cabeza muchas veces con las piedras que salían volando hacia nosotros... ¿Quién mierda crees que te cubrió todo el tiempo...?

¡Genial! Un nuevo peso de culpa añadido a mi mochila el día de hoy. A este paso creo que terminaré por desmembrarlo y no seré capaz de asumir la responsabilidad.

⎯Pero eso... No puedes estar tan mal, ¿cierto?

⎯Caímos aproximadamente treinta metros arrastrándonos por la piedra; tal vez un poco más. En eso, la piedra desprendía con gran facilidad gracias a las garras de nuestro compañero que ya se fue. A eso añádele la velocidad a la que bajamos y la cantidad de piedras pequeñas que se despegaban ⎯deja de sujetarse, para mostrar una mano repleta de agujeros y pepitas rojas clavadas casi en todas partes⎯. ¿Esto te parece estar bien?

⎯¿Por qué...? ¿Por qué...? ⎯Tenía unas ganas de llorar de antología; mi voz se rompía como el cristal delgado y finalmente caigo de rodillas a suplicar perdón.

Comienzo a pensar que es lo único que puedo hacer y he hecho hasta ahora.

⎯Eso no importa ⎯con cuidado, se retira el buso y lo pone a un lado⎯, necesito que me des un sujetador de cabello o una vincha de metal o lo que sea que tengas.

Ahí me quedo yo, siguiendo cada orden que me daba. Se siente como la historia de ese militar ruso que extirpó su propio apéndice con unas pinzas y un poco de anestesia. 

Yo no podría manejar el sacarle las piedras de la mano; no tolero la sangre, y estaba claro que él no me iba a permitir acercarme demasiado, por lo que tengo que quedarme a la expectativa de lo que hace.

Rompe una de las mangas de su buso y me pide ayuda para amarrársela en la muñeca; lleva el resto del buso a su boca y lo muerde, preparándose para sacar las piedras con un sujetador de los que llevo de repuesto. 

Pasamos los siguientes quince minutos en las mismas; él sacando las piedras y yo limpiando la sangre. Me siento muy culpable y éste día solo me ha demostrado que él no es la persona que creí que era. 

Tiene apariencia de insufrible y de los que no se preocupa por los demás, pero solo hoy me ha salvado más que mi tía Beatriz y ha estado tan atento por mi bienestar que vuelve a este remordimiento más desgastante de lo que normalmente es. Ya no sé si pedirle disculpas será suficiente...

⎯Esta es la última ⎯deja caer la última pepita al suelo⎯... Maldita sea, fue un calvario...

⎯Perdón ⎯solo puedo musitar unas disculpas mediocres. Me siento demasiado culpable como para mirarlo a los ojos a estas alturas⎯. Perdón, de veras... Siempre te pasa algo malo por mi culpa y yo solo te insulto o te golpeo y... En verdad lo siento...

No me di cuenta de que comencé a llorar y ahora estaba mojando lo que quedaba de su buso roto que apretaba con mucha fuerza para tratar de contener mi enojo.

¿Siempre fui así de molesta...? Espero que no...

⎯Cierra los ojos.

De todas las cosas que pudo decirme, esa no estaba en la lista. No tengo idea de qué es lo que pretende pero no estoy en posición para oponerme y accedo a su petitorio.

Pasan como cinco segundos de expectativa hasta que finalmente me da un golpe en la cabeza. No lo hizo con intención de herirme ni nada; de hecho, ni siquiera fue un golpe doloroso, creo que fue más para reprenderme.

⎯Tonta. No fue para nada. Ahora me debes dos favores ⎯me da otros tres golpes más y me arrebata el buso de mis manos.

Ya ni siquiera sé qué creer con este tipo; es bueno, es malo; lo odio, no lo odio; ya no sé ni qué esperar. Es como si fuese una masa impredecible que solo hace lo que se le antoja cuando se le antoja y se vuelve frustrante a veces.

⎯Ah, y otra cosa, deja de llorar ⎯con la mano que no está herida toma una parte del buso y limpia mis lágrimas⎯. Te verías fea con los ojos rojos.

⎯¿Desde cuándo te importa el cómo me vea?

⎯No me importa, pero será molesto si te tropiezas por no ver bien.

Dice que le es indiferente, pero su actitud demuestra todo lo contrario... ¿Quién es este tipo? No para de decir que no hay nada que le interese pero se preocupa demasiado por lo que pasa a su alrededor. Si no fuese así, no hubiera salido herido dos veces solo por protegerme... 

Tengo que llegar al fondo de sus pensamientos; debo descubrir por qué hace lo que hace y por qué actúa como si todo le fuera ajeno cuando es él quien más piensa en otros. Debo descifrar su forma de pensar, y también debo descubrir qué es este sentimiento tan cálido que me envuelve poco a poco...

Ahora puedo decirlo con total seguridad: este chico no es para nada honesto consigo mismo.

⎯¡Bien! ⎯se pone de pie con cuidado y estira los brazos al frente⎯. Estando aquí no lograremos nada. Me voy a explorar.

⎯¿Eso es en lo que estás pensando ahora...? Eres un estúpido.

⎯Como digas. Si quieres quedarte ahí, es tu problema, yo me largo.

No lo seguí porque me sintiera sola o porque quiera pasar más tiempo con él, es solo que pensé que en cualquier momento podrían venir a buscarnos Bernie y los demás y no sería bueno estar por separado... 

¿A quién engaño...? La única que no es honesta consigo misma soy yo.

Caminamos durante muy poco tiempo hasta que llegamos a una especie de cueva donde deslumbraba una brillante luz al final. Puedo ser desconfiada o lo que sea, pero eso no me da buena espina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.