El camino de ida había sido relativamente fácil.
Solo detenía la marcha de vez en cuando para que Joe pudiera reponerse, pues, a pesar de haber estado entrenando cada día durante los últimos años, tenía menos aguante que cualquiera de nosotros cuando se trataba de estar afuera.
Los túneles, benditos sean, hacían los viajes más cortos y seguros. La colina que nos habría tomado dos horas rodear, la atravesamos en veinte minutos. Tras eso, solo tuvimos que caminar otros veinte para alcanzar el punto de encuentro. Estábamos a quince metros de ellos cuando comenzamos a oír las voces.
—¿Podemos asustarlos, Bell? —la voz de Mico casi me hizo dar un respingo al sentir su aliento en mi oído.
Malditos niños…
—Solo un poquito, Bell. Por fis, por fis, por fis...
En medio de la penumbra, apenas podía distinguir el brillo de sus ojos y las formas de sus caras. Por un instante, se me figuraron a esos animalitos pequeños con colas anilladas que brincaban por los techos y robaban frutas de los árboles.
—Porfis... por fis… —insistió Juanpi.
Rodé los ojos y, con un gesto de cabeza, les di permiso. Casi me arrepentí cuando vi que sus sonrisas se ensancharon, pero no tuve tiempo de decir nada antes de que se escabulleran entre las sombras.
Dos minutos después, escuchamos los gritos. También un par de disparos al aire.
—¿Desde cuándo permites esas cosas?
—Desde que me ponen a hacer cosas que no quiero hacer.
Joe solo negó con la cabeza y me instó a avanzar. Lo hice, porque él nunca había estado aquí y alguien tenía que guiarlo. Finalmente, al llegar a la pequeña construcción sin terminar que nos servía de mercado, encontramos al grupo de personas que Sergio nos había conseguido; ellos nos recibieron con miradas fulminantes. Mico y Juanpi estaban en un rincón pero corrieron al lado de Bat en cuanto lo vieron.
—Bell—me saludó Sergio, acercándose a mí y estrechando mi mano.
—Llegamos.
—Ya los notamos— me dijo, mirando con molestia a los chicos, que no hacían el menor esfuerzo por ocultar sus risas. Me giré para verlos también, pero, en lugar de reprenderlos, les dediqué una sonrisa complacida.
Dí un vistazo rápido a las personas que estaban ahí. Eran más de diez. Chasqueé la lengua. No habíamos ni empezado esta mierda y ya iba todo mal.
Escuché un chasquido a mis espaldas. Miré a Melanie, que tenía la misma expresión que yo.
—Ve el lado bueno, Mel—le dije—. Si hay más de ellos, caerán menos de nosotros.
Ella abrió la boca, sorprendida al principio, pero terminó aceptando con un asentimiento.
—¿Dijiste algo, Bell?— me preguntó Sergio; Melanie dió un respingo, ella tenía su carácter muy fuerte pero aún reaccionaba como un niño ante alguna autoridad.
—Nada, Sergio… Ven, déjame presentarte a alguien— nos dirigí hacia el fondo, donde Joe estaba mirando todo con asombro. Cuando nos vió, se acercó a zancadas.
—¡Sergio!— Joe sonrió, dándole la mano—. ¡Qué bueno verte por fín, hombre!
Sergio, que había mantenido una expresión cautelosa, abrió los ojos con sorpresa al reconocer la voz con la que siempre se comunicaba por radio.
—¿Joe? ¿Este es Joe?—De la nada, se abrazaron. Como si se conocieran de toda la vida—. ¡Amigo mío! ¿Pero quién es el santo que nos permite este placer?
—Te presento a ese ángel después— respondió Joe, riéndose. Le miré sin entender, ¿desde cuando era religioso?—. ¿Cómo estás, hombre? Te imaginaba más viejo.
—Oh, qué va muchacho— Sergio parecía encantado con el halago—, si ya estoy dando las últimas.
—No lo parece— Joe habló de inmediato—, mira que imponerte así ante la fiera de Bell y ser capaz de seguirle el paso es de humanos de acero.
Esa era mi señal para irme.
Vale, Joe, la he pillado.
Me alejé justo cuando Río, una exploradora de Sergio, me alcanzaba. Su cara, eternamente sonriente, tenía un toque de desespero. A veces me daba miedo lo entusiasta que era. Sentía que podía explotar en cualquier momento.
—Eh, Bell.
—Río, ¿cómo te ha ido?
—Muy bien, Bell, gracias—y aquí empezó su típico monólogo interminable de cada vez que me veía—. ¿Te puedo contar algo? ¿Sí? Sergio ya me ha dejado más cosas a cargo, creo que he hecho prácticamente todo el trabajo desde hace dos semanas, nunca me imaginé que fuera tan pesado, ¡y solo somos treinta! No me imagino como eres tú con ochenta y tres.
Así que había estado oyendo la llamada.
—De verdad te admiro, Bell. Eres asombrosa. ¿Puedo aprovechar estos días para pedirte consejos o es muy imprudente? Sé sincera, ya sabes que no… oh, espera, tú siempre eres brutalmente sincera. ¿Cómo es que haces eso? ¿No te preocupa que las personas se sientan mal por alguna mala expresión?
—Por eso jamás te expreses desde tu punto de vista, Río, siempre usa términos generales y técnicos.
—Oh, claro— ella asintió, sus ojos enormes brillando—. No, en realidad no entiendo, ¿me explicas durante el camino? Ya me habéis respondido una pregunta, así que supongo que lo harás, de lo contrario te hubieras ido. ¡Gracias, Bell!
#90 en Ciencia ficción
#230 en Joven Adulto
#romance #fantasía #recuerdos, #distopía, #post-apocalíptico
Editado: 22.06.2025