Arabell
Después de seis días en una maldita cama, me costaba mantenerme firme. La venda apretaba demasiado, y la herida latía como si quisiera recordarme su existencia con cada respiración. Aun así, me forcé a seguir avanzando, con la misma expresión neutra de siempre.
Mientras me acercaba al atrio, pensaba en distintas cosas, la más recurrente: que el puto vendaje me era incómodo de usar, a pesar de que me he pasado prácticamente media vida llena de ellas. Supongo que antes era diferente, porque usarlas no significaba vulnerabilidad. Antes, cuando mi padre me las ponía, podía descansar sabiendo que la casa estaba bien cuidada por él, pero ¿quién cuidará la Base si yo estoy inhabilitada? ¿Si Joe también lo está?
Mi cabeza me susurró un nombre, pero la verdad era que no terminaba de convencerme esa idea. Sin embargo, parecía que Jake había hecho un buen trabajo, ya que todo aquí se sentía normal.
Atravesé la entrada con anonimato, pues todos estaban muy ocupados conviviendo con las visitas. Alcancé a oír una melodía interpretada por Thiago y su ukelele de fondo mientras me acercaba a Jake, que estaba en el centro de todo, hablando con Río y los miembros de su manada con la misma familiaridad que Joe hacía. Con tanta confianza que parecía como si siempre hubieran pertenecido a nosotros.
Al llegar a él, me dieron saludos y me desearon una pronta recuperación. Río quería saber más, como siempre, pero Jake la cortó enseguida y retomó el tema que discutían antes de que interrumpiera. Él era consciente de lo mucho que odiaba las conversaciones largas.
—Quedaros hasta que la ceremonia tenga lugar, ¡venga hombre! ¡Disfrutad un poco!
Yo asentía con la cabeza, apoyando lo que decía, aunque sin aportar nada realmente. No me era placentero y mucho menos cómodo hablar de la unión, pero era algo que tenía que hacer. Y me daba algo de paz saber que podía dejar el asunto en manos de Jake. Era bueno verlo tomar el control de estas situaciones. Justo ahora, me alegraba haber tomado la decisión de hacerlo mi compañero. ¿Quién sino él podría recibir refugiados y manadas heridas? Además de eso, lograr animarlos, nada más y nada menos.
—Bueno, si el compañero de Arabell nos insiste tanto, ¿cómo podríamos negarnos? ¡Claro que nos quedamos! Además, Nat sigue delicado, y yo sin él no me voy. Mh-mh. Nunca.
—¿Cómo sigue, por cierto?— aproveché para preguntar, porque no había visto a Nat desde que llegué. Para ser honesta, ni siquiera recordaba qué había pasado con él.
—Su pie apenas y ha hecho costra—me respondió ella, con sus ojos enormes y preocupados—, pero su mano va mejor, aunque perdió un dedo.
Me quedé muda. Seguía tan débil que mi mente no me mandó ningún recuerdo de lo que había pasado hace unos días, pero algo me gritó que había sido completamente mi culpa. Intenté consolarme con el pensamiento de que lo recordaría tarde o temprano, igual que todas las demás cosas.
Entonces Jake ejerció su función de nuevo, y rescató la situación con palabras de ánimo y ciertas bromas que aligeraron el ambiente. Era demasiado bueno no tener que lidiar con respuestas yo sola que ni siquiera me estaba importando –tanto– que tuviera su brazo alrededor de mis hombros.
La realidad era que mi mente estaba en otra parte, demasiado lejos como para que me importara lo que decía o hacía fuera de términos generales. No era su voz la que resonaba en mi mente ni su cercanía la que ardía en mi piel. Era la ausencia de alguien más. Una que se hacía más presente con cada minuto que pasaba sin verle.
Me removí ligeramente, pero al intentarlo, sentí un tirón seco en el abdomen, justo debajo de las costillas. Un ardor caliente subió por mi costado y tuve que apretar los dientes para no hacer una mueca. Joder.
Jake me miró de reojo.
—¿Qué pasa? —preguntó con esa media sonrisa de siempre.
No respondí de inmediato. Inspirar demasiado fuerte dolía, hablar dolía, existir dolía. Qué fastidio. Y, sin embargo, lo único que realmente me inquietaba era otra cosa. Algo que me carcomía en silencio desde que salí de esa habitación.
—¿Dónde está Ehecalt?
Jake frunció el ceño por un segundo, como si la pregunta le molestara. Río nos dió una mirada larga antes de decir que se retirarían para ver a Nat.
—¿Por qué preguntas?
Podría haber dicho la verdad: porque no lo he visto en tres días y eso está empezando a desquiciarme. Porque su ausencia me pesa más de lo que debería. Porque sus recuerdos me persiguen más que cualquier otra cosa en este momento…
Pero en lugar de eso, solo respondí con la misma indiferencia de siempre:
—Me curó, pero no pude ni agradecerle.
No era mentira, pero tampoco era toda la verdad. No era solo gratitud. No era solo el hecho de que me había salvado la vida. Era algo más, algo que no tenía nombre y que me crispaba la piel.
Jake me miró por un instante más, antes de asentir lentamente.
—Lo mandaré a llamar si es lo que deseas.
Lo deseaba. Pero no quería que se notara.
—En tu oficina, apenas despierte.
Antes de que yo pudiera decir algo más, la voz de Joe irrumpió en la conversación, sacándome de mis pensamientos. Tenía el radio en la mano, así que ya debería haberse comunicado con Keith, que era la jefa directa de Ehecalt.
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Editado: 22.06.2025