A Esa Hora

Capitulo 20

Ehecalt

Estando afuera, tenía problemas.

Varios problemas.

Lo más importante: no podía mantenerme despierto.

El segundo más importante: Arabell se enojaba mucho por eso.

Había sombras moviéndose a lo lejos, pero no podía distinguir si eran humanos o algo peor. Sabía que si no se habían acercado aún, probablemente no eran monstruos pero todo era igual de riesgoso en este momento.

Y, a pesar de saber eso, yo continuaba cediendo al sueño.

Ya iban tres días seguidos en los que Arabell tenía que despertarme con sacudidas bruscas por el hombro y miradas molestas. Ni siquiera decepcionadas, molestas.

La mitad de las veces la miré mal y la otra mitad comencé discusiones. La verdad era que había estado demasiado irracional estos días. Lo atribuí a que el aire libre no era lugar para una criatura de laboratorio como yo.

Vale, sabía que era mi castigo por aquella exploración clandestina con Joe, pero había otras diez personas aquí. ¿Por qué necesariamente teníamos que montar guardia ella y yo?

Lo peor es que Joe ni siquiera estaba aquí. Se había quedado en la Base. En su lugar, venía Jake.

¿Por qué? Bueno, resulta que Jakie, en su muy reciente calidad como Compañero de la Líder, había decidido que él nos sería más útil afuera puesto que es el mejor mecatrónico de la Base. Y Arabell, como la novia respetuosa que siempre había sido, le hizo caso.

Joe y yo estábamos seguros de que lo hizo a propósito. Ambos. Lo hicieron para molestarnos.

—Si se te da la oportunidad— me dijo Joe antes de salir, en medio de un abrazo que tomó por sorpresa a absolutamente todo el mundo, incluyéndome—, avienta al maldito por un risco.

Yo asentí. Dispuesto a obedecer al segundo al mando de la Manada.

No tanto así a la Líder, que me había ordenado mantenerme despierto. Y que además estaba a dos metros de mí, recostada contra un árbol con la mirada perdida en el otro extremo del bosque. Ella se veía bastante fresca, yo seguramente parecía un zombie.

Ojeras marcadas. Piel pálida. El fantasma del sueño sobre mis hombros.

Mi cerebro ya no daba ni siquiera para pensar en alguna cuestión científica para distraerme.

Me sentí cabecear… Un movimiento brusco e inconsciente. Luego me enderecé rápido y me aseguré de que Arabell no me estuviera viendo.

Piensa en algo… Piensa en algo.

¿Qué carajos hago aquí? Hacemos, es decir. Ya habíamos establecido que yo estoy cumpliendo un castigo.

Arabell y el Líder Sergio querían ver si el camino era seguro para que ellos volvieran a su base, pues ya eran dos semanas que estaban fuera y no podía seguir siendo así. No tenemos suficiente comida y la manada de Pollentia no podía estar sin Líder.

Al parecer, a diferencia de Arabell, ellos no consideraban dejar un reemplazo para mantener el orden puesto que aquí estaban Sergio, Río la heredera y Nat, que era algo como la segunda opción.

Sentí como se me cerraban los ojos en ese momento.

Tenía tanto sueño…

En teoría, llevábamos una noche afuera. En realidad, eran dos. Que ellos durmieran en horarios extraños es una cosa aparte.

Volví a cabecear.

Ya lo había hecho no una, ni dos, sino al menos cuatro veces en los últimos veinte minutos.

A veces lograba reaccionar solo. Otras, con una piedrita que caía específicamente en mi párpado derecho. Cómo no podía ser nadie más, estaba claro que Arabell las lanzaba.

Ella seguía ahí, atenta. No a mí, claro. A todo lo demás: a los movimientos en el bosque, a los sonidos raros, a las ideas que probablemente ya la estaban alejando de este lugar.

Mientras tanto, Jake y los demás hablaban detrás de nosotros. Estaban agachados en círculo sobre una manta extendida, dibujando esquemas de lo que habían alcanzado a ver: aquel artefacto metálico que Joe había descrito. Algo que no debería estar en ese lugar y que claramente nadie había podido hacer de forma clandestina.

Algo de lo que aún no podemos conseguir información.

Durante la noche habíamos conseguido acercarnos a lo que, según Arabell, Bat, Melanie y todo el mundo menos Jake y yo, parecía ser un campamento. Una estructura que no tenía principio ni final, solo ramas cubiertas por telas sucias y desiguales.

—¿Cuando ves el territorio de la Base, le encuentras forma?

—No— respondí enseguida.

— ¿Te imaginas que debajo de todo ese desperdicio de ramas y hojas hay una estructura tan bien planeada como la Base?

—Vale. Entendí.

La verdad es que no veía cómo podría haber algo parecido a la Base en esas paredes de rocas, pero los dejé seguir. Melanie y Arabell, acompañadas por uno de los chicos, se adentraron en esa estructura, lanzando bombas que olían como el mismo infierno que seguramente dejarían inconsciente a quien sea que estuviera dentro.

Salieron pocos minutos después, visiblemente enojados pero sin nada que nos sirva.




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