Esa misma noche, valió mierda todo.
Y cuando digo todo, me refiero a jodidamente TODO.
Como ya saben, acostumbramos a movernos en la noche porque es más conveniente para nosotros. Podemos confundirnos con la maleza, y así tener una oportunidad de sobrevivir contra la vista supernatural de los monstruos. El problema era que justo ahora, nuestro principal enemigo no eran los monstruos. Eran humanos.
No es que no nos preocupara que un humanoide albino y lampiño nos despedazara; esa seguía siendo la pesadilla de todos. Pero para eso ya estábamos preparados. Teníamos opciones, planes. Eran animales a fin de cuentas. Algo inferior a nosotros. Algo predecible.
Los humanos no.
Los humanos saben esperar. Pensar. Planear. Tienen nuestra misma capacidad de raciocinio y, cómo no, mismos niveles de hostilidad…
Íbamos en fila cerrada, escudriñando los claros entre ramas con los ojos abiertos al máximo, los pasos amortiguados por el barro y los años de experiencia. No hablábamos. Ni siquiera los muchachos murmuraban entre ellos.
La niebla de la mañana nos rodeaba como una tela sucia y húmeda. El cielo estaba de su típico color amarillo pálido mañanero. El olor del lugar era el mismo: plantas mojadas y podridas con un toque ligeramente ácido por el azufre. En teoría, no había nada diferente en el día.
Pero yo no lo sentía así, había algo en el ambiente que me carcomía los nervios y no me dejaba pensar. Solo me mantenía alerta esperando lo peor.
Hay cosas que simplemente el cuerpo sabe sin avisarte. Y aunque yo trataba de divagar mis pensamientos, mis manos se aferraban al rifle de forma anormal, mis pies tantean el terreno como si no lo hubieran pisado ya diez mil veces y mis ojos viajan por el panorama buscando una rama fuera de lugar.
Porque, bueno… Si alguien entrara a la base, removiera mis cosas sin tanta educación, y matara a diez de los míos, por supuesto que me gustaría buscarlos y cortarles las manos yo misma. Y ya que habíamos dejado su campamento en peores condiciones de las que lo encontramos no me sorprendería que salieran a cazarnos.
Estaba tan tensa por ese presentimiento que cuando alguien me sostuvo el hombro y habló detrás de mí oreja, dí un respingo enorme y apenas controlé mi codo para que no lo golpeara.
—¿Arabell, estás bien?
Giré mi cabeza para poder regañar a Ehecalt por romper la marcha y de paso a los demás por dejarlo hacerlo.
En ese momento lo ví. Fue algo fugaz. Un pequeño destello que llamó mi atención.
Una piedra.
Una puta piedra pintada.
Roja. Vibrante. Familiar.
¿Dónde había visto una antes?
Lo pensé un segundo. No se veía como un ladrillo, ni siquiera como un pedazo de alguna construcción caída, aunque el color era fácilmente confundible con la pintura que hace unos años solía tener la casa frente a la base. Pintura del mismo tono que tenía el techo de la Vecindad en la que nos bombardearon…
Recorrí el sendero con los ojos una vez más, y como ahora sabía qué buscar, fue más fácil encontrar una piedra igual a tres pasos de distancia. Me obligué a analizar el lugar: un camino largo rodeado de árboles altos y gruesos, además de muros de hierba silvestre de nuestra altura… Carajo.
—No… —murmuré, y no sé si lo dije para mí o para advertir a los demás.
Esto era de todo menos un lugar seguro.
—¿Arabell? ¿Qué sucede?
Esto era una jaula.
Lo miré con los ojos llenos de pánico, pero ya era demasiado tarde para decir algo. Un consejo, nunca dejen ver que se han dado cuenta de la situación, podrían perder tiempo valioso para escapar.
La explosión no fue sonora. Fue una especie de golpe seco contra el suelo acompañado de una nube de humo color ceniza nos tragó completamente. Ehecalt comenzó a toser violentamente. Luego Melanie. Y luego todos los demás.
Entonces vinieron los silbidos. Nos llovieron cuchillas desde las copas. Flechas. Trozos de vidrio. Una lanza pasó a centímetros de mi cara y cayó al costado de Bat, que estaba detrás de mí. Alguien gritó, seguramente había recibido un ataque también. Y en medio de todo eso, una voz humana, real, rabiosa, estalló como un trueno:
—¡VENGANZA!
Sí. Estaban enojados.
Alcé la vista y logré ver sus siluetas en los árboles, que gracias a la luz de la mañana comenzaban a ser reconocibles. Y me pregunté si nos habían seguido en silencio o si nos estuvieron esperando. La verdad es que cualquiera de las dos opciones resultaba aterradora.
Bat fue el primero en reaccionar. Levantó el arma en alto y disparó tres veces; dos golpes secos nos confirmaron que no falló en los tiros. Cuando otra lanza se precipitó hacia ella, Juanpi empujó a Melanie al suelo y se perdieron entre la hierba. Mico lanzó un puñal al azar que impactó en un pecho cubierto de hojas secas en lo alto de un álamo blanco.
Ellos atacaban desde las alturas, por lo que estábamos completamente expuestos ante ellos. Tenía que hallar alguna manera de bloquearles la vista pero la única que se me ocurrió en el momento fue lanzar bombas de olor para levantar la bruma amarilla, aunque eso afectaría nuestra propia visión…
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Editado: 23.08.2025