Primera parte
El castillo
Primera parte
El castillo
CAPÍTULO 1 – EL TELÉPATA
Corría en el bosque, jadeando, mientras volteaba para asegurarme de estar lejos. Llovía a cántaros y se me dificultaba respirar. Me perseguía un espíritu. Mis latidos atropellados incrementaban con rapidez, martillándome el pecho.
Me giré de nuevo.
Esquivaba árboles gigantes tratando de encontrar una mínima luz que me guiara hacia la salida. No quería que el bosque me tragara y se alimentara de mi sufrimiento. El incesante viento me lo murmuraba: estaba sola. Nadie me encontraría.
La pastosa tierra se me colaba entre los dedos de los pies dificultando el escape. En medio de la desesperación y por falta de claridad, tropecé con algo grueso y caí de boca. Me sujeté de un árbol y limpié la cara. De pronto sentí ardor en la frente. Me sobé, notando que había pegado la cabeza contra algo.
Alcé la frente y visualicé el momento exacto en el que un relámpago se asomaba, permitiéndome distinguir los follajes de los árboles moverse de un lado a otro, con violencia, producto del diluvio. Al menos la gélida lluvia en contacto con el golpe me aliviaba.
Consideré regresar a casa.
«No, nunca... y menos con ese espíritu».
Un susurro melodioso que había escuchado con anterioridad, volvió. Y luego otro. Y otro más. Oía mi nombre en quejidos que me estremecían de pánico. ¿Estaría alucinando? No, claro que no. No había nadie. No había nada.
El siguiente relámpago que iluminó el bosque me mostró una silueta del otro lado. El alma. Ya venía. Era real. Reanudé la huida, paranoica, dando brincos torpes. Me resbalaba, necesitando apoyarme de los troncos. Me despejé las gotas de los ojos y reparé una luz azulosa. Parecía ser una lámpara... ¿en medio de un par de árboles?
«Creo que me excedí con las pastillas. Y las muy endemoniadas no funcionaron».
La luz provenía de la corteza de dos árboles.
Continué andando. Pero no logré acercarme. Se alejaban, los árboles se estaban moviendo.
«Malditas pastillas, esto no es real». Pero sus resplandores me ayudaban a visualizar el suelo y evitar tropezarme. Corrí aún más, desafiando la verdad de mi entorno. Y funcionaba. Entre más rápido avanzaba, menos se alejaban. Ya casi. Estiré el brazo deseando acariciar las luces místicas, y al hacerlo, un brillo cegador me rodeó el cuerpo sumergiéndome entre ambos árboles.
No pude asimilar lo que estaba sucediendo por haber sido escupida en otro territorio. Volé hacia un suelo seco y me golpeé los huesos al aterrizar. De repente sentí que mi mejilla quemaba. Me había raspado. La tierra se me adhirió a la piel mojada, ensuciándome.
Arrastré los brazos y me levanté. Estaba en otro bosque, uno cálido, donde los cuerpos delgados y altos de los troncos se mezclaban con árboles tupidos.
Giré la cabeza. No había nada detrás de mí, más que hojas de un verde brillante danzando hacia la superficie.
«Esto no pudo haber sido una alucinación... »
Me observé las manos, aterrada. «Estoy... ¿estoy sangrando?». Busqué la herida. Entonces recordé el golpe en la frente. Lo palpé, confirmando el origen.
—Tranquila, no es nada.
Comencé a buscar la salida oyendo el cantar de los pájaros, sonido que me mantenía bastante serena a comparación de los gritos de los truenos y los lamentos de la lluvia.
Después de un momento admirando la madre naturaleza alcancé a ver el final. Una llanura. Me aproximé con la expectativa de encontrar algún campesino que me ayudara a volver. Al dejar atrás los regios árboles de corteza parda no encontré nada más que césped: kilómetros y kilómetros de césped.
Me protegí los ojos del sol y hallé a distancia una edificación moderna. Tenía ventanales inmensos que permitían ver la tenue sombra de lo que parecía ser un gentilicio. Debía ir. Nadie llegaba a un lugar teniendo un portal como medio de trasporte. Y aunque deseara jamás volver a pisar mi casa, había algo peor que un ente maligno aguardándome al día siguiente. La universidad.
Empecé a trotar en dirección al castillo sintiendo la grama puyarme los pies. Llegué a la entrada y dudé en acceder. Podían pensar que era una ladrona y meterme en prisión. Además, mi aspecto no era el más favorable después de haber transitando un bosque en medio de la lluvia.
Editado: 11.10.2021