A Flor de Piel

CAPÍTULO 15 – EL GRITO DE LA MUERTE

Mi cerebro comenzó a percibir imágenes con lentitud mientras que los latidos de un corazón me retumbaban en la cabeza una y otra vez. El pinchazo en el estómago ocasionó que las piernas me fallaran. Y de pronto un estremecimiento gélido me recorrió la planta de los pies, ascendiendo, tal como las hormigas. Y cambió. A partir de la columna el impasible frío se transformó en una ardiente llama.

No me dispararon a mí, le dispararon a Eric. Intentó hablarme telepáticamente, pero yo estaba bloqueada con un sinnúmero de pensamientos que giraban en torno a nada.

Se balanceó y cayó sobre uno de mis hombros. Lo abracé, dejando que su peso nos tumbara. Lo arrimé hacia mi regazo e intenté levantarlo por la espalda. Entonces algo tibio hizo contacto con mi palma y me detuve. Era repulsivo. Se estaba desangrando; el olor a óxido, a muerte... «Dios, ¿qué hago? ¿A quién llamo?», pensé, sufriendo una especie de espasmo en un brazo por mantener su cabeza enderezada.

—Quédate... quédate aquí —susurró, mientras sus dedos trémulos acomodaban un mechón detrás de mi oreja.

Eric desvió la mirada y repentinamente su mano cayó.

Levanté el rostro en busca del culpable. Y lo vi. Pude ver la cara del diablo. Una piel nívea, unos ojos claros y una sonrisa burlona. Me puse de pie, dolida, en busca de una explicación. Me acerqué a Destiny. Pero ella intuyó que algo andaba mal en mi forma de aproximarme. No mostraba miedo ante la idea de que tuviese un arma y pudiera matarme también.

Retrocedió, apuntándome. Avisó un par de veces que no continuara. Pero yo necesitaba desquitarme con algo, con alguien, en nombre del sufrimiento de Eric, Danniel, y sobre todo del mío.

El sentimiento de aflicción fue remplazado por el de ira haciendo que una energía contenida en el centro de mi pecho se dejara conocer en un grito. La voz inconmensurable que se originó desde mi garganta produjo vibraciones a través de las paredes que quebraron las ventanas de alrededor.

Destiny comenzó a destilar sangre por los ojos y oídos, desplomándose como los pétalos de una rosa; inevitable y hermosa, el lacio pelo cubrió la mitad de su rostro. No se movió más.

—¿Destiny? —llamé. Sus ojos habían perdido el brillo característico—. ¡¿Destiny?!

Estaba muerta. Yacía embelesada en la idea de recuperar un amor por encima de cualquiera, que terminó ahogándola en la locura.

—Eric —Regresé, asustada—, abre los ojos. Eric. —Lo zarandeé. Si la bala no lo había matado entonces el grito lo había hecho—. ¡Auxilio! ¡Ellen!

Los que escucharon mis alaridos llegaron al pasillo y nos rodearon hablándose en murmullos. Muchos fueron en busca de los médicos, otros de la directora. Algunos recrearon la escena con gesticulaciones que los llevó a comprender, gracias a la pistola a un costado de Destiny, que ella le había disparado a Eric. «Pero ¿qué le sucedió a Destiny?», se preguntaron. «No tiene ningún orificio en el cuerpo como para suponer un suicidio».

—¡¿Qué le hiciste a Rebeca?! —vociferó una muchacha, refiriéndose a otro cuerpo. Otro muerto.

—Yo no... —Interpuse las manos viendo el carmesí cubrirlas. La sangre me debilitaba. Frío, sudaba frío. Estaba paralizada mirándome las manos. Y la sangre se estaba secando. Desprendí lágrimas, que al caer sobre las palmas se llevaron consigo la sangre, arrastrándola por las muñecas.

Ellen llegó, corriendo.

—¡Por Dios, Nina! ¿Qué pasó?

Sangre...

—¡Destiny! —Reconocí la voz de Danniel—. Destiny, despierta. —Le retiró el cabello del rostro y la sostuvo en sus brazos.

—¡Jazmine! —llamó Ellen. No tardó en aparecer—. Jazmine, hazme un favor, quédate con Nina mientras llevamos a Eric.

—Claro. —Me meneó—. Nina, ¿me escuchas? —Me colocó la mano en la espalda y me dio la vuelta, evitando mancharse—. Ven. Todo va a estar bien. Eric es muy fuerte y los médicos harán su trabajo.

«Rojo como las manzanas, rojo como algún labial, rojo como las rosas... Destiny, las lágrimas rojas de Destiny».

—¿Te pasa algo?

No notó la mirada vacía que tenían mis ojos al estar incrustados en la sangre que me endurecía la piel. Pero Danniel sí. Y se acercó:

—¿Estás bien?

Sentía las palpitaciones en los oídos, en las sienes. Uno detrás de otro, otra vez. Me estaba mareando. Me fallaba la respiración.

—¿Nina, qué te pasa? —Danniel se encorvó para nivelarse a mi estatura.

Se me estaban revolviendo las tripas y la presión arterial bajaba. Sentía no poder con el peso de los huesos y desplomarme en cualquier segundo.

—Mírame. —Me alzó por la barbilla, descubriendo mis ojos anegados—. No te va a pasar nada. Sea lo que sea, no es tu culpa. El miedo es psicológico.

—Creo que es hemofóbica —dijo Jazmine.

Las manos de Danniel me tomaron por los brazos, delicado.

—Debes superar tus fobias. Cada una de ellas te hace débil. No les des el poder de conseguirlo, ¿entiendes?

De pronto las pulsaciones volvieron a su ritmo normal y las náuseas desaparecieron.



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En el texto hay: fantasia, romance, accion drama

Editado: 11.10.2021

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