A la Altura de tus Miedos

Capítulo 16 — Bajo la lluvia

Mila

El silencio después de un beso es distinto a cualquier otro silencio.
No era el mismo silencio incómodo que sucede cuando no sabes qué decir, ni tampoco el silencio cómodo de la compañía en calma. Este pesaba, se sentía como un eco en el pecho, como si las palabras no pudieran atravesar la barrera invisible que había quedado suspendida entre los dos.

Mila caminaba junto a Nathaniel, con la ropa húmeda pegándose a su piel por la llovizna que apenas les dejaba ver el camino de regreso al campamento. Habían cruzado una línea que ella había prometido no cruzar jamás. Un beso. Uno que no había sido planeado, ni esperado, ni mucho menos profesional. Y, sin embargo, había sido tan real, tan vivo, tan arrebatador que sentía la electricidad aún vibrando en sus labios.

No se miraban.
No hablaban.
Sólo seguían andando, compartiendo ese aire húmedo, con los pasos sincronizados y los corazones desordenados.

Cuando por fin alcanzaron los límites del campamento, Nate se detuvo bajo una farola improvisada que apenas iluminaba su perfil. Giró hacia ella y, sin la menor insinuación de lo que había ocurrido, sólo dijo:

—Gracias, Mila.

Ella levantó la mirada y, por primera vez desde el beso, se permitió sonreír. Una sonrisa tenue, que intentaba ocultar el caos que llevaba dentro.

—No me des las gracias, Nate. Solo… solo cuídate —respondió con suavidad.

Él asintió, con esa manera tranquila que siempre parecía tener incluso cuando todo en su interior estaba roto. Y entonces, sin decir más, se dirigió hacia las carpas donde sus amigos lo esperaban.

Mila lo observó hasta perderlo de vista, tragando un nudo que parecía atorarse en su garganta. Sentía que su corazón quería correr detrás de él, pero su mente la arrastraba en otra dirección. Al final, giró los pasos hacia su propia tienda, esa que compartía con su hermana.

Cassidy estaba tirada boca abajo sobre su saco de dormir, hojeando una revista ya empapada en los bordes. En cuanto escuchó la cremallera abrirse, levantó la vista con ojos expectantes.

—¡Por fin! Pensé que te había tragado la montaña —dijo, rodando sobre la espalda.

Mila entró, cerró la carpa detrás de sí y se dejó caer en el suelo con un suspiro tan fuerte que a Cassidy le bastó para arquear una ceja.

—¿Y esa cara? —preguntó, con tono travieso—. A ver… espera… ¿acaso Nathaniel hizo algo?

Mila la miró en silencio por un momento, apretando los labios, intentando decidir si hablar o guardar el secreto. Pero la presión era demasiado. No podía seguir fingiendo.

—Cass… lo besé.

El grito de su hermana fue inmediato. Un chillido agudo, que retumbó entre las lonas de la tienda. Cassidy se tapó la boca al instante, como si temiera que medio campamento hubiera escuchado.

—¡No, no, no! ¡Espera! —susurró excitada, arrastrándose hasta donde estaba Mila—. ¿Qué acabas de decir? ¡Repite eso, porque no estoy segura de haberlo procesado bien!

Mila enterró la cara entre las manos, sofocando una risa nerviosa y a la vez una punzada de culpa.

—Sí, Cass. Lo escuchaste bien. Lo besé.

Los ojos de Cassidy brillaron como fuegos artificiales.

—¡Oh, por favor! ¡Esto es mejor que cualquier novela que haya leído! ¿Cómo fue? ¿Quién se inclinó primero? ¿Hubo música de fondo? Bueno, claro que no, pero dime que al menos había truenos dramáticos o algo así.

—Cass… —Mila levantó la mirada, con las mejillas encendidas—. No lo conviertas en un espectáculo, ¿quieres?

—¡Pero fue un beso con Nathaniel Lavenik! ¡El hombre que se roba todas las miradas en este campamento! —se llevó las manos al corazón y fingió desmayarse sobre la colchoneta.

A pesar de sí misma, Mila rió. Rió como hacía tiempo no lo hacía, con esa risa que sale desde adentro y despeja las nubes internas.

—Estás loca —murmuró, lanzándole una almohada.

Cassidy la atrapó con rapidez y se incorporó, pero enseguida la observó más detenidamente.

—Oye… espera. —Su tono cambió a uno más serio—. No estás sonriendo como alguien que acaba de recibir el beso que esperaba.

Mila bajó la mirada, jugando con el borde de la manta.

—Porque no debería haber pasado —dijo, casi en un susurro—. No era correcto. Cass, yo… yo no puedo fingir que todo sigue igual. No puedo decir que fue solo un accidente. Ese beso significó algo, y eso es lo que más me asusta.

Cassidy la miró con ternura.

—¿Y por qué asusta tanto?

—Porque he salido con Kyle —respondió Mila, con un peso en la voz—. Puede que no tengamos nada oficial, pero él merece claridad. Y aquí estoy yo, besando a otro hombre sin siquiera haber sido honesta con él. Me siento… sucia, Cass. Como si hubiera traicionado a alguien que no lo merecía.

Su hermana frunció los labios y se arrastró hasta sentarse a su lado.

—Mila, escúchame. Que tu corazón vuelva a latir no es algo malo. No puedes castigarte por sentir. Lo que sí puedes hacer es ser clara con Kyle. Y si eso es lo que piensas hacer, entonces me parece lo más justo.




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