Nathaniel
La hoguera crepitaba detrás de él, iluminando con destellos naranjas las risas de sus amigos. Todos celebraban todavía el chiste más reciente de Theo, todos menos Nathaniel.
Su mirada estaba fija en las siluetas que se alejaban, la de Mila y Kyle caminando juntos bajo la humedad de la noche recién despejada.
Una parte de él quiso ignorarlo, quedarse allí y no complicarse. Pero había algo en su pecho que no lo dejó. El beso que compartieron horas atrás lo tenía todavía enredado por dentro, como si el eco siguiera vibrando en cada latido. Necesitaba saber… necesitaba entender si había sido real también para ella.
Esperó unos minutos, fingiendo que estaba revisando la leña, y luego se escabulló con pasos cautelosos.
La luna apenas se filtraba entre las nubes, lo suficiente para delinear las figuras de Mila y Kyle unos metros más adelante. Nathaniel se quedó a cierta distancia, oculto entre los árboles, observando en silencio.
Los vio muy cerca. Kyle tenía los hombros levemente inclinados hacia ella, y Mila hablaba con un tono suave, uno que Nathaniel apenas alcanzaba a escuchar entre el crujido de la tierra húmeda y el zumbido de los insectos.
—… siempre has sido el chico ideal para cualquiera, Kyle.
Esas palabras bastaron para que algo en su interior se retorciera. "chico ideal." ¿Acaso el beso había significado tan poco que ahora podía poner a Kyle en un pedestal frente a él?
Nathaniel apretó la mandíbula, sintiendo que se ahogaba en un torbellino de pensamientos. Quizás había interpretado mal. Quizás para ella solo había sido un impulso, nada más.
Y entonces sucedió.
Kyle sonrió con esa confianza tranquila que lo caracterizaba y se inclinó hacia ella, dispuesto a besarla.
El corazón de Nathaniel dio un vuelco. No lo soportó. Antes de ver más, giró bruscamente y se alejó, decepcionado, convencido de que lo que para él había sido un despertar, para ella no había tenido importancia.
Lo que Nathaniel no alcanzó a ver fue el movimiento rápido con que Mila giró el rostro, esquivando el beso de Kyle.
—Kyle… no —susurró con tristeza—. No te estoy diciendo esto para confundirte. Te lo digo porque en verdad te aprecio. Te quiero, de verdad, pero como alguien muy importante en mi vida.
Él retrocedió un paso, desconcertado.
—¿Quieres decir… que no sientes lo mismo que yo?
Mila negó con suavidad, con los ojos humedeciéndose.
—He entendido que lo que siento no es amor. Y no quiero mentirte ni prometer algo que no puedo dar. Tú eres increíble, perfecto en muchos sentidos. Pero recientemente… conocí a alguien y sentí cosas que no había sentido en mucho tiempo. Y no puedo ignorar eso.
El gesto de dolor en el rostro de Kyle fue inmediato, pero su respuesta fue más noble de lo que Mila esperaba.
—El amor puede surgir de la amistad, de la convivencia… —dijo con voz baja—. Pero te agradezco tu honestidad. Sé que últimamente has estado más distante, y aunque me duele, al menos sé la verdad.
Mila apretó los labios, incapaz de contener las lágrimas.
—Lo siento tanto, Kyle.
Él la miró con una mezcla de pesar y ternura.
—Yo también sé lo que es sentir algo que no se comparte. Será difícil, porque sí me veía contigo en el futuro. Pero no soy tonto, Mila. Y te respeto demasiado como para quedarme a la fuerza.
Se acercó un poco y, en lugar de reproches, le tomó las manos.
—Gracias por tu valentía. Y, pase lo que pase, me gustaría que sigamos siendo amigos.
Ella se derrumbó en lágrimas y lo abrazó con fuerza. El gesto de Kyle fue aún más grande: en lugar de apartarla, la sostuvo y hasta la consoló.
—No llores, ¿sí? —le murmuró—. Si vas a dejar de salir conmigo, al menos atrévete a no esconderte en tu miedo. Si alguien ha conseguido robarte el corazón, entonces arriesga. No te midas tanto, Mila. Yo sé que eres más fuerte de lo que crees.
Le besó la frente, un gesto tan dulce que la hizo llorar aún más.
—Te prometo que voy a estar bien —añadió él con una sonrisa apagada—. Solo… no dejes que el miedo te frene.
Volvieron juntos al campamento, tratando de mantener la compostura. En cuanto los demás los vieron aparecer, las bromas estallaron.
—¡Ya era hora! —gritó Willian entre carcajadas.
—¡Apuesto a que Kyle por fin se declaró! —añadió Estefan, provocando risas generalizadas.
—¡Brindemos por los nuevos novios! —remató Charlotte, levantando una cantimplora.
Todos aplaudieron, convencidos de que entre ellos ya todo estaba decidido.
Kyle solo sonrió con educación y no dijo nada. No era el momento de desmentirlo. Mila, en cambio, sintió el peso de esas suposiciones como piedras en su pecho. Apenas logró excusarse y se retiró a su carpa, donde pasó un par de horas intentando recomponerse.
Nathaniel, desde la distancia, la había visto entrar a la tienda. Se quedó quieto, observando el reflejo tenue de la lámpara interna sobre la lona, deseando poder leer sus pensamientos.