A la distancia de una mirada

3. Misterioso

—¡Cuentanos ya! —dijo por enésima vez Dana, mientras subíamos las escaleras hasta el quinto piso del edificio—. Por favor, no nos puedes dejar con la duda.

Estaba yo unos cinco peldaños arriba de ellas, la escuchaba perfectamente pero aún así, ella se empeñaban en gritarle a los cuatro vientos lo que quería que le contara. Me volví. Liz venía detrás de ella, y lucían completamente cansadas, parándose cada dos escalones para volver a respirar; definitivamente mis amigas tenían pésima condición física.

—No hay nada que contar, ya te lo dije.

—Jaune... —dijo Liz tratando de normalizar su respiración—. ¿Cómo que no hay que contar? ¿Quién era ese chico?

—Un amigo —respondí llevando mis manos a mi cara, comenzaban a cansarme.

Mi cabeza ya era un lío como para complicarme más todavía escuchando sus desvaríos. Aún tenía que pensar qué iba a decirle a Daniel.

—¡Ya sé quién es! —exclamó Dana de repente, sacándome de mis pensamientos, y dejándome muy confundida.

—¿De qué hablas? —pregunté borde luego de haberme quejado por el tono de su voz.

—Del chico misterioso, ¿de quién más sería? 

Miré al techo, es que estás chicas no se cansaban.

—¿Quién es, quién es? —peguntó Liz, entusiasmada.

Por fin habíamos llegado al piso donde compartía departamento con Liz, Dana vivía con sus padres, pero este fin de semana se quedaría con nosotras para realizar el proyecto final, cosa que todas sabíamos, no sucedería. Aunque tal vez por eso venía Dana a dormir, estaba segura de que no desperdiciaría el momento para obligarnos a trabajar.

Liz no paraba de dar saltitos a lo largo de todo el pasillo mientras nos dirigíamos a nuestro número, tampoco lo hizo cuando llegamos a la puerta, y aún abriéndola, me empujó a un lado, jalando a Dana hacia el interior, para seguir con su interrogatorio.

—¿Entonces quién es? ¿Ambas lo conocen? ¿Le gusta a Jaune? ¿Qué edad tiene? ¿Sabes si tiene primos o hermanos? 

—Tranquila —se quejó la otra—, no me dejas pensar hablando tan deprisa y con tantas preguntas.

—Además, ¿para qué quieres saber si tiene hermanos, no sé supone que tú tienes novio? —intervine.

—Lo sé, pero se ve tan lindo...

No pude evitar reírme, Óscar era cualquier cosa menos lindo. Tenía lo suyo, debo admitirlo, pero era demasiado creído, en realidad. Y con su padre queriendo obligarlo a casarse, no quería imaginarme cómo era el resto de su familia.

—¿Van a decirme quién es ya, o no? —inquirió Liz un poco más insistente.

Al final, la última clase no la tuvimos, el doctor envío un mensaje diciendo que no llegaría, así que vinimos al departamento. Dana y Liz querían descansar, y como la habitación nos queda a unos diez minutos andando, estaba perfecto para que luego regresara a la facultad. Quedé que vería allí a Óscar, y también tenía que hablar con Daniel, pero prefería esperar la hora que faltaba.

 

Caminaba a la escuela con los auriculares en los oídos, la música me gustaba mucho, aunque no me consideraba un melómano, al contrario, rara vez la escuchaba. 

Había recibido una llamada del chico que me esperaba por los laboratorios, cuando aún estaba en casa, pero no tuve tiempo de contestar. Bueno, en realidad, no había querido responder así que deje que el teléfono dejará de sonar. Subí las escaleras del edificio de dos en dos, y me encaminé a los laboratorios. La tarde era un poco fría. Pero me detuve justo antes de llegar a la puerta, no me sentía lista para esto.

Sabía que no estaba haciendo bien, que prolongar el tiempo no era lo correcto, porque él seguiría creyendo que saldríamos y yo, ya había hecho otros planes. La verdad sólo lo hacía más difícil para ambos, perdería su confianza y...

«¡Para ya, Jaune!» me gritó mi mente. De verdad estaba volviéndome loca. «No es como que estuvieras haciendo algo malo; ni siquiera son pareja como para que te preocupes por hacer las cosas difíciles o romper la confianza.»

Ok. En eso tenía razón, ¿por qué me preocupaba?, no había ninguna razón para que él dejara de confiar en mí.

Pero había mencionado algo de presentarme a su hermana, ¿por qué Daniel me presentaría a alguien de su familia? Ni siquiera sabía que tenía una hermana, ¿cómo es que ella quería conocerme?

«Le estás dando demasiadas vueltas, solo tienes que ir y negarte.» Como si fuera tan fácil.

«Lo es.» Está bien, está bien. 

Solo era una cancelación, no el fin del mundo, además, siempre que él quisiera podríamos quedar de nuevo. Si es que él volvía a querer.

—Daniel —dije antes de entrar, desde la puerta, fue casi un susurro.

Él miraba por la ventana la vista que daba de la ciudad, está tarde estaba diferente, «especialmente diferente», más rosada de lo habitual, y las pocas nubes que se movían por el cielo expresaban la calidez de sus tonalidades por los rayos de luz que las atravesaban. Algunas hojas volaban y chocaban contra los cristales, llevadas por el viento de otoño. Era una tarde bonita, una de esas en las que puedes escapar del mundo, acompañada solamente de un libro, una taza de café y buena música.

O en la que puedes rechazar al chico que te gusta.

Se volvió.

—Oh, aquí estás. Había estado buscándote —dijo mientras se acercaba—. ¿Dónde te metiste? —desliza su mano por mi brazo, mirándome fijamente.

—Salí tarde —miento. «En realidad buscaba una excusa para negarme.»

—Vale. ¿Estás lista? —me pregunta al tiempo que camina hacia sus cosas.

«Solo dilo, Jaune», me exigí a mí misma. No quería desilucionarlo más, aunque ya lo estaba haciendo.

—Bueno, en realidad no podré ir contigo.

La sonrisa inmarcesible que siempre me regalaba cambió por un ceño fruncido y lleno de confusión.

—¿Por qué?

—Me salió un imprevisto. Lo siento, yo...

—Está bien, no hay problema —me interrumpió. Con su voz suave de nuevo.




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