A la fuerza ©

18 [Todo es mi culpa]

Deon

 

Desperté en un lugar desconocido para mí, tenía una intravenosa en la mano derecha. La habitación no estaba en buen estado que digamos, pero agradecía a quien fuera que se había encargado de mí.

- Al fin despiertas bella durmiente, dos días postrado en esa cama que dude si seguías con vida.

- ¿Dónde esta Grace y mi hija? - le pregunte a Alan, este hizo una mueca y se rasco la nuca.

- Russell las tiene.

- ¿Cómo diste conmigo? 

- Iba camino a tu departamento como acordamos a entregarte el dinero que ganaste cuando encontré a tu portero tomando tus signos vitales alrededor de un charco de sangre.

- ¿Alguien más vio? - solo pensar en mi familia adoptiva y los problemas que les causaría me preocupa.

- No lo sé, ni me quede a preguntar. Solo hice unas llamadas y me encargue de todo el desastre.

- Gracias, amigo.

- ¿Ahora sí lo soy? - se pone en jarra, ruedo los ojos y desconecto la intravenosa de mi mano. Tomo asiento y me quito la sabana. 

- ¿Dónde tiene a mis chicas ese pedazo de idiota? - tengo que rescatarlas, porque aunque recuerde muy poco de esa noche las intenciones de Russell se podían leer en sus ojos, en la manera tan agresiva que me quito la tarjeta.

- Investigue un poco y di con una dirección - lo estaba escuchando más no viendo, mientras me cambia a con una ropa que había a los pies de la pequeña cama - Es a las afuera de la cuidad, Russell está metido en cosas ilegales.

- ¿Cuándo no? - pregunté irritado, termine de abrocharme mis botas limpias y me levante viéndolo directo.

- No sólo carreras o peleas, Deon. Sino que se fue a lo más grande. ¿Entiendes de que te hablo cierto?

- Si, no soy estupido. ¡Mierda!

- Tranquilo, tengo conocidos poderosos que podrían ayudarte, pero nada es gratis.

- Me importa una mierda la cantidad de dinero, las quiero junto a mí de nuevo.

- Bien, necesito 10 de los grandes.

Evito poner cara de indignación, respiro profundo y pasó mi mano por el pelo inquieto. 

- Tengo 6, lo otro podemos negociarlo.

- De acuerdo, vamos.

Sale de la habitación, lo sigo por detrás. La casa está deteriorada, hay moho y la madera cruje.

- ¿Tú casa? - pregunto burlesco tratando de no verme nervioso por todo esto.

- Ja, ja. Obvio no, este es un lugar fuera del mapa. 

- ¿Por qué me trajiste aquí?

- Sabía que haber aceptado esa carrera con Russell iba a ver problemas, no sé qué tan grandes, pero si no te escondía créeme que ya estuvieras muerto.

Entra a su auto, miro a mis alrededores encontrándome con puros árboles, ¿En qué me he metido? 

Un año fuera de este mundo, regreso y una ola de problemas me hunde. Ahora no sólo Grace corre peligro sino que también a mi hija, lo que más amo en esta vida. 

- ¿Subes o qué? - hace sonar el claxon, salgo de mi nube gris y me monto.

 

***

 

- ¿Sabes usarla? - me pregunta, la miro por un momento y la tomo de su mano.

- No, pero ya he tenido una en manos - respondo, me hace entrega del cargador y se lo pongo.

- Bien, abre esa ventana y dispara.

Me levanto siguiendo la orden, dejo el arma en una mesita de cristal y abro la ventana por completo. Corro las cortinas hacia los lados y tomo el arma de nuevo quitándole el seguro y poniéndome en posición.

- A lo que tú quieras.

Observo a que darle, miro un auto y apunto a la llanta. Suspiro y disparo. El ruido del aire saliendo se hace escuchar, me destenso.

- Tienes puntería, veamos si puedes manejarla bajo presión.

- Si puedo, pero ya vámonos.

Puse el seguro al arma y me voltee, lanzan un chaleco antibalas y lo atrapo, no pregunto para qué, introduzco mi cuello y abrocho los costados.

- Suerte y recuerda el trato - me apunta el viejo con sus dedos llenos de anillos bañados en oro - La cantidad de hombres que mueran serán los años que trabajes para mí.

- He captado.

Como había dicho, una vez entrando a este mundo no hay vuelta atrás. Tengo sujetos los pies por manos de demonios, no importa quién jale, el problema es que no estoy solo.

Salimos de la gran y lujosa casa, hay guardias por doquier, nos montamos a una camioneta imponente y blindada para ir directo a casa de Russell, no sé donde se ha metido Alan.

Y no tener a alguien conmigo de confianza me tiene alerta, puede ser una trampa. Entre mafiosos a veces hay acuerdos, es a lo que más temo por el momento.

Que esté yendo directo a mi muerte.

 

***

 

Mi corazón martilla en mi pecho desenfrenado tanto así que siento las pulsaciones en mis oídos, un molesto pitido y mi respiración es pesada.

Con las manos temblando quito el seguro al arma, tengo unos minutos solo en la camioneta mientras los demás entran y mantengo la vista gacha al oír tantos disparos.

Trago saliva y apunto a todo lados al sentir que la camioneta desciende.

Mierda.

Le han dado a las llantas de enfrente, la radio en el portavasos se enciende. Mi señal, salgo rápido agachándome, apuntando hacia enfrente y viendo de ves en cuando tras de mí.

- Vamos, no te quedes ahí.

Aparte de repente que casi le disparo, maldigo bajo y me levanto con él. Reconocí su voz, pero el traje todo negro que se carga jamás lo hubiera reconocido.

Corremos por el pateo, entre autos deportivos arruinados, cuerpos muertos a cada metro y sangre chorreada en todas partes, es una masacre.

- No te distraigas, Deon. 

Golpea mi mejilla, me aparto gruñendo y pongo atención a lo que tenemos que hacer.

- Russell está dentro con tus chicas, ya varios de nuestro equipo entraron, nos toca. ¿Listo?

Por inercia niego, vuele a golpearme y le doy con el mango del arma en la cabeza.

- No me toques, imbécil - le advierto enojado.




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